viernes. 29.03.2024
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Madrid ha pasado rápidamente de tener sobrepeso a obesidad mórbida. Los crecimientos rápidos en frentes concretos producen desequilibrios graves al no ir acompasados del resto de frentes. Engordan el pavo para obtener más beneficios con su venta. Otra cosa es que el engorde artificial y rápido genere más grasa, produzca desequilibrios hormonales y una variedad de enfermedades cardiovasculares que lentamente van minando la salud hasta dar la cara con un pronóstico grave e irreversible. Ha cambiado con excesiva rapidez en número de habitantes, sus orígenes y características sociológicas, culturales, conductuales. Se ha roto un equilibrio físico, social y cultural que se había construido durante siglos.

La población de Madrid se ha multiplicado por 7 entre 1900 y la actualidad. Pero no ha sido un crecimiento suave. Ha habido décadas extraordinarias y precisamente son esas las que han producido los agudos desequilibrios y los graves problemas que hoy aquejan a Madrid. Entre 1940 y 1970  su población se ha triplicado, produciéndose, según vemos en el gráfico, la pendiente más drástica.

grafico

Las políticas migratorias y poblacionales en todos los casos tienen objetivos políticos. Las externas y las internas. Los movimientos masivos de población no tienen sólo causas aparentemente naturales o exógenas. Obedecen en la mayoría de los casos a estrategias políticas. El caso de la reciente “invasión”, anecdótica por su pequeñez, promovida por el Gobierno de Marruecos de miles de jóvenes, es una demostración clara. Los “desalojos” de la población tradicional de los cascos antiguos de las grandes ciudades, que los anglosajones denominan gentrificación, para sustituirles por población de un elevado nivel económico, son evidentes en todas las grandes y antiguas ciudades europeas. Son conocidos los intentos en el barrio de Lavapiés de Madrid por parte del gobierno del  Ayuntamiento. Todos ellos suponen intervenciones invasivas que destruyen la urdimbre social construida con delicadeza a los largo de siglos por las gentes. Las ciudades, como hemos dicho en otro artículo, son sus ciudadanos. Los cambios los deben de llevar a cabo neurocirujanos, no barberos. Y siempre con participación de sus habitantes. Las luchas ciudadanas del barrio del Gamonal en Burgos hace pocos años, son otro ejemplo evidente.

Madrid, un símbolo a destruir por el franquismo

Los años 40 son los primeros de la posguerra, años de la autarquía, de las cartillas de racionamiento, del estraperlo, del hambre, de la miseria, de las detenciones y las torturas, de las cárceles llenas de presos políticos. Es el Madrid de los vencedores, de los que se enriquecen con el botín de guerra, de los chulitos que siguen fusilando en las tapias de los cementerios, de los que obligan en cualquier momento y lugar a levantar la mano y cantar el cara al sol. De los desfiles paramilitares de la Falange por las calles.

La población de sus periferias más cercanas y más alejadas acudía en oleadas masivas, atraídos por unas perspectivas que no se cumplían después, huyendo de sus lugares de vida a causa de una agricultura latifundista que no les ofrecía ninguna oportunidad más que la explotación caciquil, el hambre y la miseria.  En Madrid y otras ciudades españolas se van depositando, en aluvión una composición heterogénea, en sus orígenes y en sus costumbres y culturas, de una población que triplicará a la población de origen. Se va produciendo una sustitución poblacional de los antiguos madrileños por otra con una cultura rural, más sumisa, más influida por la religiosidad y el conservadurismo histórico.

En el 59 llegó Eisenhower y nos abrió las puertas al mundo. Se acabó la autarquía y se instalaron las Bases Americanas en Rota, Torrejón, Zaragoza. El falangista Girón deja el Ministerio de Trabajo y entran los tecnócratas del Opus.

Los años 50 y 60 son años de emigración a Alemania, Bélgica, Francia, Suiza. La composición es distinta de la emigración política al exilio. Estos son sectores politizados y aquéllos son emigrantes económicos para salir de la miseria de España. La formación cultural, política y social es muy diferente.

Se suman nuevas oleadas de una emigración masiva a Madrid, con el mismo carácter económico, para suministrar una mano de obra intensiva, barata, procedente del campo, sin formación profesional y sin conciencia de clase, soñando prosperar en la naciente industria madrileña. Son años de pluriempleo y de explotación intensa que continuaran hasta los años 70.

¿Qué razones hay  para este crecimiento exagerado? ¿Qué ha crecido exageradamente en Madrid? ¿Qué ha perdido Madrid? ¿Quiénes se benefician y quiénes se perjudican? ¿Quiénes disfrutan de Madrid y quiénes sufren Madrid? ¿De quién es Madrid? ¿Quiénes deciden lo que es Madrid? ¿Ha habido más de negocio y de venganza en las decisiones que en mejorar la vida de los madrileños e instalar a los nuevos en una nueva ciudad?

La ciudad crece a golpes y los servicios a la población crecen con largos retrasos. Los primeros beneficiarios fueron los grandes constructores y los especuladores inmobiliarios, protegidos e impulsados por las autoridades municipales y el régimen. De entonces son las chabolas del Pozo del Tío Raimundo, de algo después son los barrios de El Pilar, La Concepción, los barrios obreros cercanos a las grandes fábricas y pueblos y zonas industriales, como Villaverde, Getafe, el Corredor del Henares. Las Colonias obreras de las grandes empresas como Pegaso, Marconi que se convirtieron en barrios sin ordenación, ni planes urbanísticos, sin servicios básicos, en donde empezó a crecer una delincuencia lógica. Mientras, Banus y todos las grandes empresas constructoras se enriquecían sin hacer prácticamente nada. La riqueza les venía sola y gracias a los chanchullos con los políticos franquistas.

Pero sociológicamente Madrid empezó a dejar de ser el Madrid de la II República, del asalto al Cuartel de la Montaña, del NO PASARÁN, de la defensa de Madrid por su pueblo. Los protagonistas de aquellos hechos pasaban a ser minoría rápidamente. Y muchos de ellos detenidos, represaliados, marginados. Una parte de la nueva población se convierte en confidente del régimen, que les utiliza en esa labor de control social y político, tan imprescindible para el fascismo. Había que colonizar Madrid. Había que militarizar Madrid. Había que catolizar Madrid.

En ciudades como Barcelona o Bilbao, con un parecido proceso de crecimiento, aunque no tan agudo, las burguesías nacionales mantenían y mantuvieron el control del poder. La burguesía nacionalista les respaldaba y protegía. Madrid fue una ciudad botín de guerra, abierta para toda clase de depredadores. Aquí no había nacionalismo. Aquí hubo exterminación.

Madrid había sido la ciudad de la proclamación de la II República, su Capital, el centro de su poder. El pueblo de Madrid y muchos militares fieles a la República habían derrotado a los militares sublevados en sus cuarteles; el pueblo de Madrid había resistido los continuos ataques de los sublevados y las penurias de su cerco hasta que el coronel Casado le traicionó.

Madrid fue y sigue siendo un símbolo de la II República. Los fascismos entienden mucho de símbolos, comprenden su extraordinario valor y por eso decidieron cambiar Madrid y para ello necesitaban cambiar a sus ciudadanos, los que habían hecho de Madrid lo que era: un símbolo Internacional de lucha y resistencia contra el fascismo.

Madrid, un símbolo a destruir por el franquismo