martes. 30.04.2024

Antes de introducirme en los problemas que nos ocasiona el paro, el futuro de nuestras pensiones, el pago de una Deuda que no hemos contraído nosotros y los conflictos que tenemos que afrontar como consecuencia de nuestra entrada en la UE, he de dirigirme a vosotros para deciros que el objetivo que persigo con estos artículos es concienciaros que nuestros problemas no vendrán a resolvérnoslo aquéllos que desde el Poder no se encuentran afectados por sus consecuencias. Es más, desde ese Poder se tratará de mantener a raya a todo aquél que intente trastocar lo que en función de su dominio se considera como institucionalizado. 

Hemos llegado a un punto en la degradación, que hasta los que sufren sus efectos consideran que el rebelarse contra lo establecido constituye una locura que no conduce a nada. Seguir drogados con las mentiras que nos están convirtiendo en marionetas es renunciar a nuestra humanidad. No podemos soportar por más tiempo los abusos y los embustes que esta lacra de políticos nos está imponiendo. Con el escepticismo, la apatía e incluso con el miedo es imposible que podamos superar un modelo que por estar podrido sólo es necesario retirarle nuestro apoyo para que termine derrumbándose.

Con el escepticismo, la apatía e incluso con el miedo es imposible que podamos superar un modelo que está podrido 

Hace días leí un artículo de Arcadi Olivere (un eminente economista ya fallecido) en el que más o menos se afirmaba:"Los que rigen los destinos del mundo son unos delincuentes."

A mi entender se quedó corto. Estimo que además tendría que haber añadido, que lo que desde el poder se está haciendo con los más indefensos, sólo puede ser obra de unos canallas.

Para aquéllos que puedan acusarme que los estoy difamando, les ruego que lo hagan. Me encantaría tener la ocasión de fundamentar un hecho que por otra parte es compartido por la mayor parte de la ciudadanía.

Es cierto que los que políticamente rigen el mundo de la economía global constituyen una proyección de los poderes que a nivel nacional manejan los intereses del capitalismo. Y que por tanto, por no habernos rebelado contra estos intereses no podemos imputar a aquéllos que, por ser títeres del poder económico, hemos tenido la desgracia de no saber donde mandarlos. La cuestión está en que los que se encaramaron, lo hicieron y siguen ahí debido a que como consecuencia de nuestra falta de cultura política no les hemos exigido que se enfrenten a los poderes que los utilizan como marionetas. Con el visto bueno de los que les permiten ejercer sus funciones nos consideran como una multitud maleable. 

Hemos consentido que nos laven el cerebro con un fútbol que no es más que una moderna manifestación de aquel pan y aquel circo con el que durante siglos se mantuvieron ocupadas las mentes del Imperio Romano. Hemos sido amamantados por unos medios de comunicación vendidos a las clases dominantes; y por último, como consecuencia de haber tolerado la conformación de una democracia que no ha sido más que otra manera de, a través del engaño, tratar de justificar lo injustificable, hemos dado por buena la existencia y la continuidad de un estamento ejecutivo y legislativo, que al sustraer la independencia del poder judicial ha hecho de éste una pieza más del drama que estamos soportando. Han conseguido conformar un poder que no es dable cuestionar; un poder en el que se puede ejercer la represión, ya que al poner a su servicio la judicatura, cuentan con los tres componentes con los que eludir y justificar la procedencia o improcedencia de sus actos. ¿No recordáis nuestra entrada en la OTAN por la puerta de atrás de la mano de quién haciendo uso de una chaqueta de pana la había catalogado como una perversión?

Hemos sido amamantados por unos medios de comunicación vendidos a las clases dominantes

En concordancia con todo lo que hemos tenido que vivir (y sobre todo teniendo que reconocer que estas vivencias las hemos permitido), estamos obligados a tener que efectuar una innoble pirueta, admitiendo que el llamar delincuentes a los que se han encaramado es una insensatez que el Sr. Olivere no debería haber cometido. En primer lugar, porque si en función de las bondades inmanentes de una democracia representativa que ha suplantado lo que debería haber sido una democracia participativa, los elegidos pueden hacer uso de unas fuerzas represivas; financiar y administrar unos medios de comunicación que nos catequizan y nos muestran el camino que debemos seguir, a diferencia de lo que pudiera haber sido una democracia participativa, todo lo que no forma parte de esta catequización tiene que considerarse como una participación desestabilizadora. 

Esta catequización incluso sirve para que dirigentes manchados de barro hasta la nuca vuelvan a ser elegidos con amplia mayoría por una sociedad tan despolitizada como clientelar. Sirve para que el pueblo llegue a considerar que nuestra falta de respuesta a lo que está ocurriendo se encuentra por encima de cualquier ejercicio de racionalidad; que en función de nuestro derecho a comulgar con lo que irreflexivamente asumimos como procedente debido a su generalización, estamos validando aquel “Vivan las caenas” con la que el pueblo quitó a los caballos y arrastró la carroza real de Fernando VII. 

En segundo lugar, porque al estar estos encaramados representando -de una manera que ellos llaman democrática-, las actividades que democráticamente deberían ser ejercidas por el pueblo, no sólo usurpan los derechos de éste, sino que además, en connivencia con el Capital (que es en última instancia el fuste que sostiene el pedestal), están utilizando al pueblo como si de un instrumento se tratara. 

Si nos tenemos que rendir a lo evidente es mucho más sensato callarnos. A lo más que debemos esperar es a emitir balidos

En tercer lugar, porque si resultara demasiado evidente que a esta dama que está representando a La Justicia la han despojado del pañuelo que cubría sus ojos y la han colocado unas gafas meticulosamente elaboradas por prescripción facultativa de aquéllos que le facilitaron la visión, esa misma evidencia no puede ocultar que se ha convertido en una meretriz de sus mentores. En una adorable y experimentada amante, que al haber perdido su anterior predicamento, carece de autoridad para oponerse a aquéllos con los que ha yacido. Si nos tenemos que rendir a lo evidente es mucho más sensato callarnos. A lo más que debemos esperar es a emitir balidos. Eso sí, sin que se alteren los perros que cuidan del rebaño. El llamar delincuentes a los que están rigiendo los destinos del mundo no es recomendable practicarlo en un país civilizado.

Porque éste es un país civilizado. No hay más que ver que todos aceptamos una Constitución, que aunque no fue elegida a través de una Asamblea Constituyente, sino que fue urdida por unos procuradores en Corte que dieron su anuencia y su complicidad a un rey, que impuesto, juró defender hasta la última gota de su sangre las Leyes Fundamentales y los Principios del Movimiento, la realidad es que (al igual que está ocurriendo con el actual Gobierno), el pueblo fue y es tremendamente sabio; y consecuentemente supo y sabe qué es lo que se debe hacer para no desestabilizar lo instituido. En consecuencia, éste es un país civilizado. A pesar de que haya muchos que consideren inocentemente que con ser mayoría ya tienen suficiente. Porque se ha dicho que son mayoría. Pero constituyen una mayoría amorfa. No tienen ni siquiera la consistencia y el ímpetu de la manada. Y la consistencia y el ímpetu sólo deben residir en el Estado. Recordemos que Hegel nos dijo “El Estado “es”. “Y esto es definitivo”. Por otra parte, aquí cada uno denuncia balando. Y se quedan tan satisfechos con la profusión de los balidos que se generan en el hato, que incluso llegan a considerar -eso sí, tan solo como una consideración-, que es preciso hacer algo.

Llega un momento en el que a uno se le acaba el miedo