viernes. 29.03.2024

"Lo construyeron en Belfast, lo hundieron en el Atlántico y nosotros lo enterramos. En ese sentido, la parte final de la historia del Titanic está aquí en Halifax", escribió el autor local Alan Ruffman

Unos marineros canadienses vieron el pequeño cadáver flotando entre icebergs seis días después del hundimiento del Titanic. El bebé de 19 meses llevaba cuatro capas de ropa y un par de zapatos de cuero - un escudo inútil contra las aguas heladas, pero lo mejor que pudieron ofrecerle sus padres a medida que el transatlántico se hundía.

El Niño Desconocido, como fue conocido, yace en un cementerio con otras muchas víctimas del Titanic en la ciudad portuaria de Halifax, la capital de la provincia canadiense de Nueva Escocia, en la costa atlántica, que tuvo que afrontar las duras consecuencias de un desastre en el que murieron unas 1.500 personas.

Después de la calamidad la mayoría de los ojos se pusieron sobre Nueva York, a donde fueron llevados los alrededor de 700 supervivientes, y donde contaron sus historias.

En la ciudad de 300.000 habitantes hay muchos recordatorios visibles del entonces peor desastre marítimo en tiempos de paz: 150 tumbas, más de 20 lugares relacionados con las tareas de recuperación y decenas de restos. Un siglo después de que el crucero chocara con un iceberg y se hundiera el 15 de abril de 1912, Halifax conmemora lo ocurrido con una serie de conciertos, conferencias y otros acontecimientos.

MINUTO DE SILENCIO

Algunos restaurantes -uno de los cuales fue una funeraria a donde se llevaron víctimas del desastre- ofrecerán menús especiales relacionados con el Titanic. Rutas turísticas recrearán el camino de los cadáveres, desde el puerto hasta la morgue hasta la funeraria y las tumbas.

En la madrugada del domingo 15 de abril, el momento en el que el orgullo de la White Star Line se hundió a unos 1.300 km al este, se celebrará un minuto de silencio, seguido del lanzamiento de bengalas al cielo nocturno.

Halifax no tenía ninguna vinculación con Titanic, construido en Belfast y que navegaba entre Southampton y Nueva York en su viaje inaugural. Y a pesar de ello fue el lugar elegido para las tareas de recuperación. El puerto de St. John, en Newfoundland, estaba más cerca, pero era más difícil de alcanzar, y no tenía suficientes empresas de servicios funerarios.

Los hoteles y alojamientos de la ciudad se llenaron con periodistas, familiares y directores de funerarias. "La gente está simplemente abrumada por las terribles noticias", escribió en su diario el director del museo de la ciudad, Harry Piers.

La White Star Line envió varios buques a recuperar cadáveres. El Mackay-Bennett salió el 17 de abril con un cura, forenses, ataúdes, bolsas para cadáveres, 100 toneladas de hielo y todo el líquido de embalsamiento que había en Halifax.

Los tripulantes -que recibieron paga doble- encontraron los primeros cadáveres en la madrugada del 21 de abril. "Recuperados 51 cadáveres, 46 hombres, cuatro mujeres y un niño (...) cadáveres en buen estado, aunque con muchos moratones por los golpes recibidos en el agua", dijo en su diario el tripulante Cliff Crease.

ENTERRADOS EN EL MAR

Al final el buque recuperó 306 cuerpos, pero la escasez de líquido de embalsamiento llevó a enterrar 116 en el mar. Cuando el barco se acercó al puerto de Halifax el 30 de abril con su sombría carga, las campanas de las iglesias y de los parques de bomberos sonaron por toda la ciudad.

"Muchas de las tiendas tenían banderitas moradas y negras - señales de pesar - en sus escaparates (...) todos los edificios públicos llevaban las banderas a media asta", dijo Garry Shutlak, de los Archivos de Nueva Escocia.

Carretas tiradas por caballos llevaron los cadáveres -algunos en ataúdes, otros en bolsas- a una morgue temporal en la pista de hielo Mayflower Curling, donde trabajaba el forense Frank Newell. Descubrió uno de los cuerpos y se desmayó. Era el de su tío Arthur Newell.

Al menos Frank pudo ponerle un nombre al cuerpo. Más de un 25 por ciento de las víctimas enterradas en Halifax siguen siendo anónimas. La descripción de una mujer dice: "Probablemente italiana; llevaba dos blusas verdes de algodón, una falda verde de algodón, enaguas a rayas; nada más para identificarla".

A medida que se recuperaban los cadáveres, se les ponía un número y sus efectos personales se guardaban en una bolsa de lona con el mismo número, con la esperanza de que algún día la víctima pudiera ser identificada.

La mayoría de los muertos están enterrados en el cementerio de Fairview Lawn, en el norte de la ciudad, donde cuatro filas de lápidas de piedra gris recuerdan a las víctimas del Titanic.

MONUMENTO AL NIÑO DESCONOCIDO

El Niño Desconocido tiene su propio monumento, financiado por Crease y otros miembros de la tripulación del Mackay-Bennett. En una tarde gris de sábado, un peluche, seis peniques y una moneda de diez centavos yacen sobre la tumba.

Los zapatitos se pueden ver en el Museo Marítimo de Halifax, que tiene una exposición permanente sobre el Titanic, junto a los guantes del millonario Charles Hays, entonces presidente de la ferroviaria canadiense Grand Trunk Railway.

"Me conmocionaría si cada persona que tiene hijos mirara esos zapatos y no sintiera de algún modo una reacción muy visceral a lo que representan y a la enormidad de la calamidad", dijo el director de la exposición Gerry Lunn.

Crease llevó el ataúd en el funeral del niño y cada año depositó una corona de flores en el monumento, pero no habló de lo ocurrido. Sólo en los años anteriores a morir, en 1961, contó cómo subieron los cadáveres helados en una pequeña barca de remos.

"Salían del Mackay-Bennett a las aguas heladas del Atlántico para recuperar los cadáveres que flotaban en el agua entre (...) bloques enormes y pequeños de icebergs", dijo su nieta Rabia Wilcox.

"Tenía 24 años y ahí había un niño pequeño, solo un año y medio, flotando, que rescató. Casi se echó a llorar", relató. Crease está enterrado en el mismo cementerio que el niño.

La fascinación por el Niño Desconocido llevó a que fuera exhumado en 2001 e identificado inicialmente como un finlandés. En 2007, unas pruebas más avanzadas determinaron que se trataba de Sidney Leslie Goodwin, el más joven de una familia inglesa de ocho miembros, ninguno de los cuales sobrevivió.

Halifax, la ciudad que el Titanic convirtió en un cementerio, recuerda su hundimiento