viernes. 19.04.2024

Sin bien los temas de la diversidad han entrado con fuerza en las empresas y centros de trabajo, en gran manera gracias a la acción constante desde hace años de las organizaciones sindicales, ésta se ha focalizado casi exclusivamente en las cuestiones de género y discapacidad. Sin embargo, la evidente discriminación laboral por la edad que padecen centenares de miles de trabajadores y trabajadoras mayores de 50 años está prácticamente ausente, tanto de las políticas públicas de empleo como de las empresas, y también de las prioridades reivindicativas del movimiento sindical.

La tan extendida aversión a “lo viejo” y el culto a la juventud en las empresas y en la sociedad provoca en demasiadas ocasiones que se desperdicien las potencialidades de las personas mayores

Se está prestando muy poca o nula atención a este colectivo, pese a tratarse de un problema grave.   Que no lo atienden las grandes empresas cotizadas lo expresan con claridad todos los informes publicados sobre transparencia y buen gobierno, que evidencian que no tienen políticas ni prácticas concretas para evitar la discriminación real que padecen tantas personas pertenecientes a este colectivo, el de las personas de 50 y más años, especialmente vulnerable hoy ante el riesgo de la pérdida de empleo y el primero al que acecha el riesgo de pobreza.

Solo debemos atender lo que nos apunta la EPA del cuarto trimestre de 2020 con el dramático dato que el  55 % de hombres y el 78% de las mujeres en el paro mayores de 50 años se encuentran en situación de desempleo de larga duración, lo que supone que llevan sin trabajo al menos 2 años. Y, lo que es más preocupante aún, en cualquier expectativa de mejora económica y de crecimiento del empleo, se apunta el riesgo de que dejará al margen a este colectivo. Por lo que tendrá  muy serias dificultades para salir de la situación de desempleo y que en su mayor parte tiene cargas familiares que atender.

La tan extendida aversión a “lo viejo” y el culto a la juventud en las empresas y en la sociedad provoca en demasiadas ocasiones que se desperdicien las potencialidades de las personas mayores. Es la incapacidad de gestionar la riqueza que representa la diversidad de la edad, así como su potencial para la convivencia intergeneracional. Una diversidad que reclama mayor iniciativa e innovación en las relaciones laborales para incorporar nuevos instrumentos de gestión orientados a facilitar la transmisión del conocimiento y de la experiencia acumulada de quienes llevan largos años de trabajo en la espalda. Más imaginación en la gestión de las personas veteranas para conseguir estimular y remover su entusiasmo, su orgullo profesional, para superar en muchos casos las grandes dosis de escepticismo, e incluso de decepciones, acumulados a lo largo de su vida laboral.

Innovación para superar el conservadurismo tan extendido y que está impidiendo explorar nuevas estrategias de gestión empresarial, así como nuevas propuestas sindicales para la negociación colectiva, para afrontar las particularidades de estos colectivos de más edad, para facilitar el desarrollo de su potencialidad profesional. Y, como viene reclamando la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo (UEA-OSHA), creando un entorno laboral y condiciones de trabajo más adecuadas en jornada, horario o esfuerzo físico, especialmente en aquellos trabajos más duros y penosos.

Es necesario dejar atrás los anticuados prejuicios que impiden descubrir nuevas reivindicaciones a incorporar en el contenido de los convenios colectivos relacionadas con la salud, las competencias y la formación. Que faciliten la transmisión de su caudal de conocimientos a las nuevas generaciones, mientras hacen su merecido transito suave a la jubilación, en lugar de la generalizada política de despidos con el argumento de las dificultades de adaptación al cambio tecnológico o las nuevas formas de trabajo, lo que en la mayoría de las ocasiones oculta un drástico abaratamiento del coste del trabajo al ser sustituidos por salarios y condiciones de trabajo precarios.

Urge valorar y aprovechar las destrezas, las habilidades y los beneficios que aporta la diversidad de la edad, también en el mundo del trabajo, y luchar contra la injusticia que padecen hoy en tantas empresas y en nuestro mercado laboral. Empezando, por ejemplo en realizar los procesos de selección a ciegas, únicamente mostrando las aptitudes y ocultando, además del sexo como se hace ya en tantos ámbitos, también  la edad en el currículum. Y no olvidar, al valorar las potencialidades de los trabajadores y trabajadoras mayores, lo que afirma Johannes Koettl, del Departamento de Protección Laboral y Prácticas Laborales Globales del Banco Mundial, cuando señala que “Los jóvenes corren más rápido, pero las personas mayores conocen los atajos”.

La injusticia con los mayores de 50 años