sábado. 20.04.2024
derech

Lo que expone el título de esta columna es algo muy serio. Cuando hagamos referencia a la forma en la que se tratan los temas de interés para sus respectivas comunidades, habremos de advertir al ciudadano español que lo que va a oír proponer a la derecha nacional se corresponde con una actitud que sería aceptable un siglo antes, del mismo modo que se advierte a los radioyentes de que son las ocho de la mañana, pero las siete en las islas Canarias.

Es sabido que la derecha de verdad en este país no apoyó la aprobación de la Constitución sino de una manera renuente, bajo presión internacional y con garantías de que determinadas cosas no podrían ser revisadas. No obstante ahora se hacen llamar partidos constitucionalistas. Algo parecido ha ocurrido con las leyes de divorcio, sanidad universal, matrimonio de personas del mismo sexo, extensión de derechos civiles y sindicales, etc etc hasta llegar a la ley de eutanasia. A todo ello han llegado más tarde de lo que hubiera sido razonable.

Es relevante lo que digo no tanto por denunciar su hipocresía sino porque así se enfatiza una característica distintiva de la derecha tradicional: el ir desacoplada con un siglo de retardo. Y esto es algo muy jodido en un momento como el actual, una situación crítica en el desarrollo de las sociedades occidentales que tratan de aprovechar el paso atrás forzado de la pandemia para proyectarse y saltar por encima del embolado de la economía capitalista dirigida por la codicia (expresión debida a Boris Johnson). Se están tomando decisiones en el mundo que parecen estar a años luz de las posibilidades de interpretación de la derecha española. En particular en su obstinación en otorgar el protagonismo de los acontecimientos a la actividad de los mercados. Algo del pasado, muy del pasado. Del siglo pasado vamos.

Con motivo de las próximas elecciones en Madrid, la derecha ha sacado a relucir lo que consideran es su comodín, la defensa de la actividad de los mercados que ellos ahora titulan defensa de la libertad

La derecha española, que llegó al credo neoliberal muy tarde,  se encuentra ahora como si acabase de descubrir las ventajas de la actividad capitalista, y en su fervor de neófita es incapaz de advertir las deficiencias y la dificultas de otorgar el liderazgo social, que debe ejercer la iniciativa pública, a los mercados. Debido al gap temporal que sitúa a la derecha muy al fondo de tiempo moderno, mientras la academia y los think tanks de pensamiento económico y social advertían de la disrupción que suponía la corrupción empresarial y las probabilidades de infección a la gobernabilidad de cualquier país, aquí se trenzaba una alianza a muerte entre empresarios corruptores y políticos corruptibles, tratando de salvar las contingencias legales, pero sin la más mínima objeción sobre el funcionamiento de las instituciones económicas y políticas. De hecho una gran parte de sus defensores todavía creen que Rodrigo Rato simplemente ha tenido mala suerte, pero que es un genio de la economía no hay quien lo pueda dudar.

Solo alguien muy de derechas activista promercado puede entregar la última línea de defensa de la escabechina que se estaba produciendo en las residencias en Madrid a una empresa cuyo mérito y capacidad estaba sustentada en ser la empresa de la hija de un asesor experto en privatizaciones. No sé si decisiones como ésa es lo que va a llevar  a Ayuso a la cárcel algún día. No van a faltar otras razones ni herencias tomadas en la presidencia de la comunidad de Madrid, con los últimos cuatro presidentes y sus asesores en la cárcel o en serios problemas legales ¡Verás cuando se pueda acceder a la información reservada!

Pero esto  es subsanable. La ciudadanía le da la espalda a una forma de interpretar la gestión de los intereses comunes de un modo que ya ha quedado deslegitimado. La iniciativa pública vuelve a ocupar el lugar central del que nunca debió ser desalojada. En Europa y en USA con sus respectivos paquetones financieros de ayuda frente a la pandemia y el apoyo a las iniciativas que proyecten nuestras sociedades hacia el tercer milenio, el mercado ha sido desvestido y alejado al lugar que merece, instrumento útil para facilitar las relaciones económicas de los individuos, no para diseñarlas, dirigirlas o valorarlas. 

Con motivo de las próximas elecciones en Madrid, la derecha ha sacado a relucir lo que consideran es su comodín, la defensa de la actividad de los mercados que ellos ahora titulan defensa de la libertad. Pobrecillos, saben tanto de economía de mercado como de libertad. Creen que favorecer el negocio de unos cuantos taberneros  les va a otorgar el favor del gran mecano mercantil sin apercibirse de que éste tiene fijado su interés en la economía verde, la investigación básica y sus transferencias tecnológicas y en la sofisticación de los servicios financieros. Todo ello sostenido en ambiciosos planes de formación laica a lo largo de toda la vida.

La derecha española no puede incorporar en sus políticas las demandas que tienen que ver con la pujanza de los sectores emergentes. Incapaces de liderar desde el espacio público nada que no sea favorecer a los amigos, sus dificultades no estriban en que se requieran políticas muy avanzadas sino en que están muy atrasados, casi un siglo.

Una hora menos en las islas Canarias, un siglo menos en la derecha española