jueves. 28.03.2024
Formacion-Profesional

Para neutralizar visiones corporativas, intereses empresariales, estereotipos anticuados o concepciones clasistas, que han alimentado durante demasiados años la imagen social de la FP en este país, vamos a aclarar algunos principios claves desde los organismos internacionales y las ideas de justicia social en coincidencia con modelos pedagógicos innovadores.

La exigencia de calidad implica ampliar el espectro de especialidades y niveles de cualificación, reforzando la pluralidad de las 26 familias profesionales, actualizando tecnologías, competencias y materiales digitales. Exigencias de nuevos modelos de organización del trabajo, calidad en los procedimientos, metodologías y materiales en las áreas de producción y en las de servicios. Es esencial abandonar la idea de una formación profesional centrada en los oficios tradicionales. La formación profesional del sistema educativo no puede dedicarse a formar “oficios manuales” o “auxiliares de” como la Ley del 70.

La exigencia de cambio de modelo productivo significa abrir los estudios no sólo a profesiones de mayor nivel de cualificación, sino programar nuevos perfiles profesionales, trabajar por proyectos, conectar con experiencias de innovación, que no siempre encuentran docentes con la formación necesaria para crear experiencias de aprendizaje que desarrollen las capacidades genéricas o las habilidades que estas cualificaciones necesitan. De aquí la importancia de la formación pedagógica que debe acompañar el nivel técnico y la experiencia profesional en cada área específica.

No es suficiente un perfil profesional formado solamente en la experiencia laboral, aunque es necesario programar las enseñanzas prácticas de forma ineludible

La demanda de impartir una formación adaptada al alumnado, con objetivos de compensación de desigualdades, que garantice la equidad en los resultados implica procesos de aprendizaje y organización de los centros educativos, inspirados en las realidades de las desigualdades sociales que nos rodean. Por eso no es suficiente un perfil profesional formado solamente en la experiencia laboral, aunque es necesario programar las enseñanzas prácticas de forma ineludible.

La combinación teoría práctica, ciencia y tecnología, que permita una actualización permanente, una visión de futuro, una adaptación a las situaciones del alumnado, no se obtiene con una sola parte de la formación docente. No se puede disponer de un profesorado que domine solamente las competencias tecnológicas, sin las capacidades pedagógicas ni una base científica de su disciplina. Las cualificaciones profesionales que debe adquirir el alumnado son construcciones complejas, que abarcan conocimientos, capacidades, habilidades y en algunos perfiles profesionales con fundamentos científicos complejos. La FP inicial reglada no se dedica a formar en un oficio concreto como antes, para eso disponemos de los Certificados de Profesionalidad.

Por todo ello y otras cuestiones más, la nueva ley propone las titulaciones de grado y el máster de formación del profesorado para el futuro docente de FP. Además de una exigencia de homologación con Europa para las titulaciones que va a obtener el alumnado, implica elevar las exigencias para homologar su categoría profesional con las más prestigiosas enseñanzas de secundaria y bachillerato. Es indudable que en algunos perfiles profesionales no existe el grado idéntico a las especialidades; como suele ocurrir en todas las planificaciones del sistema educativo, habrá transiciones,  etapas de adaptación y hasta áreas profesionales donde no se podrá contar con titulados universitarios sino con profesionales con excelente cualificación proveniente de su experiencia laboral.

Como también hay que contar con las transformaciones productivas, los avances o retrocesos en determinados campos de la producción o los servicios, se cuenta también con figuras no permanentes, contrataciones específicas y convenios con empresas, sobre todo en la FP dual. Inclusive, las tutorías de las prácticas en empresas, deberían de exigir una formación previa porque no es lo mismo saber trabajar en algo a saber enseñarlo. Y al profesorado con la condición funcionarial, ofrecerle y exigirle reciclaje permanente.

El profesorado técnico de formación profesional (antes de taller) que no disponga de titulación universitaria continuará en su puesto y hasta se podrá negociar unas compensaciones retributivas, si van a ejercer las mismas funciones que el Profesorado de Formación Profesional del cuerpo de secundaria. Para las nuevas incorporaciones, (como siempre se ha hecho) se adaptarán los requisitos en las especialidades donde no existan titulaciones de grado. Sin olvidar que la titulación actual de Técnico Superior dispone de reconocimientos de créditos en los estudios de grado. Otros cambios de programas de estudios se han ido adaptando a las condiciones o requisitos de acceso a la función docente. Por ejemplo, ahora que Magisterio es un grado con los mismos créditos que los estudios que se requieren para la enseñanza secundaria en matemática o historia, si se planteara una homologación o cuerpo único, cabría exigir un máster profesionalizante para ejercer en primaria como se exige para secundaria.

En las administraciones públicas los cuerpos del funcionariado o los grupos profesionales en el personal laboral se rigen por requisitos de titulaciones, aparte de las descripciones sobre los perfiles profesionales. Lo que no impide que se puedan crear transiciones, que existan cuerpos a extinguir  o que vayan cambiando en función de la adaptación a los cambios económicos, sociales y culturales. Ya se anuncian salidas de este estilo.

Es una contradicción y una perversión la permanencia de la FP Básica en la nueva ley tal cual está diseñada

Lo básico a entender para poder juzgar la eficacia de la ley o la programación de la formación profesional es la amplitud, la pluralidad de perfiles profesionales y ámbitos de conocimientos, la multiplicidad de competencias que abarca el Sistema Nacional de Cualificaciones. La mirada es global y flexible o estaremos aplicando un reduccionismo propio de modelos antiguos (oficios tradicionales), de visiones corporativas (sólo vale un tipo de docente) o de intereses empresariales que sólo demandan formación para un puesto de trabajo específico (en ese caso debería ser inversión de la empresa). La uniformidad y el igualitarismo ya son recetas fallidas.

Si además, se van adaptando procesos de la ley mediante el diálogo social, como reclama la Organización Internacional del Trabajo, estarán participando las organizaciones empresariales y sindicales; en el Consejo General de la Formación Profesional participan las Comunidades Autónomas, que además disponen del porcentaje de programación curricular; si se integran los subsistemas se pueden garantizar los principios del aprendizaje a lo largo de la vida que presiden las orientaciones de la Unión Europea; existirá una normativa que permita superar estereotipos sociales negativos y brindar a los estudios de formación profesional el papel que merecen para contribuir al desarrollo socioeconómico que necesita nuestro país.

Para todo ello es imprescindible el cambio de mentalidad cultural prejuiciosa que sostiene una imagen estereotipada de la formación profesional, que va desde la idea del aprendiz casi medieval de la primera mitad del siglo XX hasta las opciones segregadas de la ley del 70 cuando accedían quienes no aprobaban la EGB. Ahora, afortunadamente, la enseñanza obligatoria son dos años más y aunque existan otras vías para quienes abandonan los estudios, el requisito es el mismo que para el bachillerato. Esperemos que no aparezcan soluciones populistas o demagógicas que vuelvan a las respuestas clasistas. Por eso, es una contradicción y una perversión la permanencia de la FP Básica en la nueva ley, tal cual está diseñada.

Son necesarios itinerarios plurales y flexibles, con garantías de calidad y la ineludible orientación profesional, que suele brillar por su ausencia. Tanto para el alumnado del sistema educativo, como para personas adultas que puedan acceder a un itinerario formativo hacia la obtención de una titulación, la orientación profesional debe transformarse en una política pública a lo largo de la vida. Es el nexo entre la educación y el mundo del trabajo, aunque esté sembrado de dilemas y desafíos.

Estella Acosta Pérez. Orientadora y Profesora Asociada de la Universidad Autónoma de Madrid jubilada.

Formación profesional: sin prejuicios corporativos ni estereotipos sociales