MARLIS GONZÁLEZ TORRES

La prostitución, ¿una actividad comercial más?

Coincidiendo con la celebración del Día internacional de lucha contra la explotación sexual comienzan a manifestarse en distintos medios de prensa opiniones que, generalmente, y aún siendo los citados medios de izquierda se enfocan hacia su legalización...

...Consideran la prostitución como una actividad comercial más, igual a comprarse un jersey o comer una hamburguesa en un restaurante de comida basura. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez?

Por ello considero que es preciso reflexionar sobre conceptos que resultan básicos para hablar hoy en día de la prostitución porque, en el enfoque citado, nada se dice de las consecuencias del ejercicio de esta actividad para las prostitutas, los clientes y los promotores. Tampoco se habla de las razones que llevan a unos y otras a tales actividades. Si se hiciese, si se visibilizase a las prostitutas y se visibilizase también a sus clientes, además de visibilizar el mercado haciendo un análisis riguroso del mismo, ya no se podría hablar tan alegremente. Por una simple razón: la desigualdad astronómica existente entre las partes intervinientes: el promotor comercial que es el oferente, la víctima que es la mercancía y el comprador. También podríamos ver las características delictivas del mercado que sustenta esta actividad.

En cuanto a la víctima –la prostituta- conviene desechar la idea romántica de que “lo hacen por voluntad propia” puesto que hoy conocemos mediante los trabajos de organismos intenacionales, autoridades judiciales y policiales, que estas personas son tratadas, traficadas, secuestradas, abusadas, violadas, etc. No existe para ellas la libertad que se les supone pues, aún cuando manifiesten ser libres para este ejercicio, lo cierto es que en sus países o lugares de origen tienen familiares o bienes que “responden” ante las mafias de que cumplan con sus exigencias e, incluso, esto ocurre en los países de residencia.

En lo que se refiere al comprador observamos como él si tiene libertad para realizar la transacción económica, tener relaciones sexuales previo pago. Tiene, además, otras libertades que suele permitir el mercado de cualquier producto en el mundo occidental: elige color de piel, raza, edad, nacionalidad, especialización en juegos sexuales, compra una o varias, elige hora, lugar, etc., etc. Como hace cualquiera cuando se compra una camiseta o una mascota o cualquier otra mercancía. De lo único que ha de preocuparse es de no tener sexo en las calles de algunas ciudades españolas para evitar una sanción a causa de las ordenanzas municipales.

En lo que hace al mercado este se comporta como cualquier otro –excepción hecha de las frecuentes situaciones ilegales que se producen en la actividad de los promotores de la actividad y facilitadores de la mercancía- ya que existe en primer lugar una mercancía o servicio, un precio a pagar, una competencia comercial, incluso técnicas de gestión del mercado como estudios de mercado, segmentación del mismo. Así conocemos "mercados específicos" si las características del producto son homogéneas (hemos oído hablar de las orientales, las africanas, las del telón de acero, las marroquíes, las sudamericanas y las españolas).

Y, no obstante, todo lo dicho hasta aquí sobre este mercado del sexo resulta falso y superficial porque esconde durísimas realidades personales y comerciales y se limita a una mirada a vuela pluma que tranquilice la conciencia de todos para no ver los aspectos clave del problema: los hombres que son los mantenedores de este mercado como colaboradores imprescindibles en su existencia, las prostitutas que son las víctimas cuya realidad personal está oculta bajo el paternalismo y la moral social y el mercado del sexo donde ocurren todo tipo de tropelías en la adquisición del material comercial y en el ejercicio de la actividad. Y cada uno de ellos con sus problemas y características.

En primer lugar las prostitutas. Su problema es que se conculcan su Derechos Humanos Fundamentales protegidos en nuestra Constitución y en las de los países de nuestro entorno y en los Tratados Internacionales sobre Derechos de las Personas. Citemos por ejemplo: la libertad y seguridad personal, la imparcialidad y objetividad de los poderes públicos, la intimidad personal y familiar, el honor, libre tránsito, reunión y asociación. Para cada uno de ellos pueden ponerse ejemplos de conculcación que ocurren a diario.

En segundo lugar los clientes. Hay pocos datos publicados sobre los compradores de sexo pero en los últimos tiempos noticias en prensa han reflejado que son cada vez más jóvenes y que compran sexo por librarse de inconvenientes de tipo personal y económico. Mantener relaciones sexuales regulares fuera de la prostitución exige salir, conocer gente, seducir, ir a lugares públicos, consumir en definitiva; y no está asegurado el objetivo final.

Saïd Bouamama, investigador francés, realizó un trabajo en el que se pone de manifiesto que el consumidor de sexo pagado en Francia tiene una edad entre 35-50 años y la mitad de ellos tienen hijos. Entre las razones apuntadas para consumir sexo están la abstinencia, soledad, desconfianza y temor que les inspira la mujer, la necesidad de sexo sin afectos, la no obligatoriedad de cortejo y seducción, la adicción al sexo, etc. Aunque, paradójicamente, el 75% de ellos se declara insatisfecho por tener actividad sexual con prostitutas. (*)

Hay aquí una cuestión paradójica: los hombres no se sienten satisfechos con la actividad sexual comprada y las mujeres son consideradas como un objeto (como una camiseta o una hamburguesa) sin derechos humanos. ¿Por qué entonces se lleva a cabo esta actividad o transacción económica?

Entre las causas están: 1) la vieja Sociedad Patriarcal de la que aún no hemos salido mantiene una jerarquía -no por menos visible menos real- del varón sobre la mujer a pesar de los avances logrados en los últimos años. 2) Según esta concepción social, el hombre necesita satisfacer “ciertas necesidades” ya que su sexualidad es activa, genitalizada, deseante generando la necesidad de mercancía a su disposición en cualquier momento. 3) Como contrapartida se propone un modelo de sexualidad de la mujer que es pasivo y no deseante solo deseable, lo cual la convierte en posible mercancía cuando se den las condiciones políticas y sociales que hagan florecer el mercado del sexo. Me refiero, claro, a las condiciones de exclusión económica y social que afectan principalmente a las mujeres lo que las hace vulnerables ante las redes y los patronos del mercado del sexo. Resulta, así, más fácil su reclutamiento. O su secuestro. En definitiva, su tráfico con fines de explotación sexual.

El tercer aspecto es el mercado, los promotores de la actividad que proveen de las mercancías. No hay nada que añadir a los informes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, hay también webs en las que resulta fácil profundizar en esta materia, como www.apramp.org. La cuestión clave ahora resulta darnos cuenta de la gran presión social que están desplegando para lograr la regularización del ejercicio de la prostitución. En tiempos de dura crisis económica circula incluso una propuesta de 10 medidas para superarla en la que figura la legalización de este mercado.

Porque este es el gran debate: regularización sí o no. Entiendo que NO. Y ello porque se ha visto en países donde se ha llevado a cabo (Alemania) que la prostitución ha aumentado y la diversificación del mercado también. Un ejemplo: traer niñas desde países pobres, traer mujeres con ablación de clítoris, de este color o del otro, de esta característica o de otra. Como si no hubiese límite alguno al capricho del comprador, al igual que no lo hay cuando compra una camiseta y busca o pide aquella que se ajusta a su exquisito gusto. Siempre hay un fabricante cazando tendencias y sirviendo el producto de inmediato.

Obviamente, para satisfacer estos caprichos del mercado las chicas no pueden llegar de una forma legal sino a través de redes como expliqué anteriormente. No se puede fabricar un ser humano a demanda en tan poco tiempo ni asegurar que se va a dedicar a esta actividad, por eso hay que subvertir la legalidad: comprarla a sus familias, engañarla, violentarla, traficarla, tratarla -todas estas actividades son delitos normalmente cometidos por las redes en los países de origen- y al llegar aquí de nuevo es preciso delinquir mediante la introducción ilegal en Europa, quitándoles el pasaporte, secuestrándolas en pisos y locales sin ningún derecho fundamental y a merced total de los esbirros de las redes.

La mujer en este mercado no está en pie de igualdad sino que es la víctima, a la que hay que proteger y asegurar unas condiciones de vida decentes que lleven al abandono de esta actividad y le permitan ser ella misma, realizar el proyecto de persona que alguna vez tuvo. Porque todas las personas hemos albergado un proyecto de vida, solo que el de estas mujeres se ha truncado de modo involuntario.

En cuanto a los clientes se hace preciso desarrollar acciones de difusión en redes y medios sociales para concienciarles de todos estos aspectos, estimulando las relaciones sociales con mujeres de forma que resulte interesante plantear una actividad sexual fuera del ámbito de la prostitución, de las mafias y el delito. Hacer crecer su autoestima por mantener sexo con mujeres no traficadas subvirtiendo la creencia actual de que es más hombre por tener sexo pagado. Porque la sexualidad es una parte fundamental de nuestra condición humana y vivirla de un modo violento -la trata, el sexo no voluntario, la prostitución son una forma de violencia- en el que la víctima casi nada puede hacer para salir del círculo infernal en el que se encuentra tiene consecuencias y muy serias en nuestra salud psíquica.

(*) "El hombre en cuestión. El proceso de devenir cliente de la prostitución", citado por Juan Carlos Volnovich en "Psicología del cliente en la prostitución".