jueves. 28.03.2024

A partir del incendio en la falda de un monte, las cosas no volverán a ser de la misma manera en esa zona, ni en esos pueblos del entorno, ni en el planeta. La vida a partir de esa devastación será más complicada y difícil

Cuando arde un bosque, muere una parte del planeta, se acaba una época de nuestra vida. Cuando el bosque arde, se quema parte del presente y todo nuestro futuro; la vida se complicará, se hará más corta, si es que no termina por morir. Y el bosque no arde espontáneamente, ni por causas naturales, las de menor frecuencia. Los incendios los provoca el hombre; no conforme con depredar a diario, de cuando en cuando también, por imprudencia o mala voluntad, que de todo hay, provoca el fuego en la naturaleza. Así se verifica en un estudio que cada década realiza el Ministerio de Medio Ambiente al que hice referencia en el artículo anterior. Seis de cada diez incendios en los bosques son provocados. Son muchas y graves tales desgracias, porque la quema de multitud de árboles, aunque no haya que contabilizar pérdidas personales, constituye de por sí una desgracia que acarrea otras durante muchos años. A partir del incendio en la falda de un monte, las cosas no volverán a ser de la misma manera en esa zona, ni en esos pueblos del entorno, ni en el planeta. La vida a partir de esa devastación será más complicada y difícil.

Pero vayamos al análisis de los datos que ofrece sobre incendios forestales el Ministerio, para que aumente nuestra conciencia cívica del cuidado y precauciones que debemos tomar cuando estemos disfrutando de la naturaleza, rodeados de plantas y árboles, que, no lo debemos olvidar, son nuestro pulmón.

INCENDIOS PROVOCADOS

Según los datos que pasamos a analizar, el 60 por ciento de los incendios forestales son provocados por el ser humano. Solamente esta cifra debería bastar para extremar las precauciones y evitar que se sigan repitiendo, como suele suceder casi a diario en estas fechas de calor. Una simple botella de cristal rota, arrojada de cualquier manera entre la hojarasca de un monte, un gesto de por sí inocente e inofensivo, puede convertirse en un tremendo incendio de los calificados por la administración como GIF (Gran Incendio Forestal), cuya característica para ser clasificado de esta manera es que abarque más de 500 Ha., de masa forestal. Un nimio y simple gesto se convierte en una chispa inmensa de fatales consecuencias, y la razón es que ese cristal por efecto del sol se convierte en una lupa cuyos rayos los concentra hasta provocar la llama en la hoja seca. Hasta hace unos años, este simple gesto quizá tuviera menores consecuencias, entre otras cosas porque había menos desperdicios “urbanos” en el suelo, y en segundo lugar, porque los lugareños aprovechaban las ramas secas para la hornija del hogar y cada año realizaban una limpieza general en los terrenos poblados de árboles. Desgraciadamente esa labor comunitaria se ha desechado, y los bosques permanecen con el suelo cubierto de materiales secos que no se desechan ni aprovechan, y que tardan tiempo en convertirse en humus, o abono, por la acción de la podredumbre. Una de tantas desventajas de la diáspora de las zonas rurales.

Pero también las labores del campo tienen sus desventajas y pueden originar la chispa del incendio. En el apartado que el informe denomina “motivaciones”, se señala que la quema agrícola ilegal y abandonada ocasiona más del 42% de incendios, a la que sigue, como otro motivo de fuego, la quema para la regeneración de pastos, 25,69%, y otras como el vandalismo, la caza, e incluso venganzas personales o comunitarias, cuyo porcentaje no llega al 9%, pero también hay que tener en cuenta, pues se suman a las llamadas “motivaciones” de los incendios. La persistencia en el mundo rural del uso del fuego como herramienta es otra causa de los mismos, y aunque hay normativa al respecto, es preciso que el campesino tome conciencia de tal peligro.

Solamente un 16% de la masa arbolada tiene un plan de gestión adecuado y efectivo. El uso turístico del monte y las infraestructuras, como tendidos eléctricos, telefónicos, trazado de autopistas y carreteras y las urbanizaciones, aumentan los riesgos de incendios.

Resumiendo, la intencionalidad, voluntaria o accidental, sigue siendo en España, pese a que los incendios han descendido casi un 30% en estos últimos años, una de las más altas de Europa. A esta causa hay que sumar que ha descendido notablemente el porcentaje por intereses económicos, laborales y de recalificación de suelos que en años anteriores fue muy alto. De todos modos, este verano, debido a las altas temperaturas que estamos sufriendo, ya llevan ardidas más de 20.000 Ha., cifra preocupante que de seguir aumentando provocaría una cota alta de superficie quemada.

Existen así mismo otras causas que, en menor cuantía, también hay que contabilizar, tales como para bajar el precio de la madera, que al quemarse y poder dedicar más a la carpinterías y aserraderos, desciende. No faltan tampoco las causas por motivos sectarios o ritos seudo-religiosos, incluso de acciones de delincuentes para distraer las labores de investigación de la policía; y ¡cómo no!, en este país, inventor de la picaresca, una acción que se puso desgraciadamente de moda en los últimos años en connivencia con la política urbanística, y que asoló montes hasta que entró en vigor una legislación que impedía su recalificación para construir viviendas: la modificación de uso del suelo, de rural a urbano, frecuente hasta hace poco tiempo en las cercanías de grandes urbes, como Madrid y Barcelona para montar complejos turísticos, residencias de verano o urbanizaciones de vacaciones.

Es decir que por uno u otro motivo, entre las causas de los incendios, siempre está el hombre por medio, guiado por su inconsciencia, su ignorancia y su afán desmesurado de dinero.

Según dicho informe, por rayos y otras causas naturales o meteorológicas no se llega al 10%, igual que el porcentaje de locos pirómanos que pretenden hacer algo grande en su vida.

Dentro del alto porcentaje de intencionalidad, alrededor del 23% se origina por negligencia o accidente. y como hemos apuntado, los meses de agosto, seguido de julio, septiembre y marzo, son los más proclives a que se produzca el fuego.

COMUNIDADES MÁS AFECTADAS

Por la sequía sufrida en nuestro país entre los años 1978 a 1984, la década de los ochenta a los noventa, fue la de mayor cantidad de incendios y mayor superficie quemada. En 1978 se marcó la segunda cantidad máxima, 153 incendios GIF, 108 más que la media de la década de los 70, que fueron 45 GIF por año. En 1985, 159 GIF/año. A partir de esa década, comenzó un descenso notable, pero repuntó en 1994, donde hubo 93 GIF en ese año, con un 77% de superficie devastada.

De 2001 a 2010 la tendencia al descenso se mantiene y la media es de 32 GIF/año. En 2008 descendió a 6 GIF.

Por Comunidades Autónomas afectadas en esta última década, la primera es Galicia, con 72.423 conatos de incendio, que se convirtieron en 68 GIF. Le siguen Castilla-León con 65, y Extremadura con 30. No sufrieron ningún incendio grande, la Rioja, aunque tuvo 965 conatos, y las islas Baleares donde no hubo ningún GIF, aunque tuvo 1215 conatos; la última  fue Ceuta, que solamente tuvo 6 conatos de incendio.

Entre la superficie afectada, destacan Andalucía con el 58%, Extremadura con el 50%, Castilla-León con el 35%, y Galicia con el 27%.

La intencionalidad de los grandes incendios forestales destaca en Galicia, y Castilla-León.

EXTINCION DE INCENDIOS

La colaboración ciudadana, tanto para evitarlos como para detectarlos, es importante; sin ella los sistemas de vigilancia y alerta de los dispositivos no serían lo suficientemente efectivos, aunque han aumentado un 40% en esta última década. Cuenta el servicio de extinción de incendios forestales con unas 20.000 personas y 300 aeronaves, además de otras maquinarias y personal ajeno y voluntario. El aparato logístico interviene en los primeros 15 minutos de haber sido detectado, con un porcentaje del 43% de las veces. En los primeros 45 minutos, el porcentaje de intervención es del 85,55%, tratándose de zonas de orografía abrupta o de difícil acceso, por lo que es preciso abrir vías y traslado de cargas de agua. Dicho personal, que se juega la vida como se ha comprobado en varias ocasiones, merece nuestro elogio y reconocimiento. (Y por cierto, también el de la administración que debiera revisar los sueldos de quienes realizan una labor que no se paga con dinero, y por si no fuera bastante ignominia, encima tienden a la baja, como suele hacer con todos los empleados, menos con sus directores políticos, que ordenan y mandan desde despachos con sueldos que no se merecen, a veces creando confusión en lugar de orden).

Todo esto no sirve de nada si el ciudadano sale al campo y no es consciente del riesgo de encender una cerilla, apagar mal un cigarro, tirar la colilla del coche, o hacerse una barbacoa. Debe respetar las señales y usar para tales menesteres de ocio y disfrute, las zonas acotadas por la administración, con responsabilidad y civismo. Esperamos que este verano, que mal empieza con más de 20.000 Ha., quemadas ya, se note mayormente este descenso. En nuestras manos está.

No podemos recurrir a la leyenda urbana del presidente norteamericano señor Busch, diciendo que para evitar incendios forestales, la mejor solución es talar los árboles. Desgraciadamente sabemos por experiencia que a menudo la sociedad está en manos de dirigentes mediocres y fatuos, cuando no locos.   

Cuando arde el bosque