martes. 23.04.2024
ciencia

logo-triptolemosLa ciencia interpreta realidades desconocidas y sus diferentes especializaciones las convierten en útiles para la sociedad.

¿Y cómo podemos saber que una interpretación de la realidad es ciencia y no “pseudociencia”? Hay una manera conceptualmente sencilla, que se aplica en el mundo científico: “cualquier hecho debe poder ser descrito de tal forma, que pueda ser reproducido por cualquiera (por supuesto, cualquiera que disponga de los medios de preparación), y con una certeza estadística mínima de un 95%. Puesto que todo descubrimiento está limitado por el equipo de que se dispone, y este 5% de margen representa en cierto modo lo que queda por conocer.

Resulta evidente, que no todos podemos repetir las nuevas realidades y avances que casi cada día nos muestra la ciencia, por su dificultad de preparación, por los medios y tiempo requeridos. Debemos pues confiar en la confianza que nos ofrecen los medios formadores de opinión. Y aquí, hay un riesgo, y es grande. Hay que integrar en nuestro mundo el método científico, no repitiendo el experimento (que puede resultar difícil como hemos expuesto), sino explorando en un amplio entorno, si el hecho ofrece un consejo positivo significativo del mundo científico (avalado por universidades, centros de investigación nacionales e internacionales…).

Con cierto sentido humorístico podemos adoptar el siguiente criterio frente a una interpretación novedosa diferente de la que ofrece la ciencia desarrollada hasta el momento, y podemos pensar que solo pueden suceder dos cosas: a) que la interpretación sea un fraude científico o b) que estemos a punto de optar a un nuevo premio Nobel. En ambos casos, es absolutamente necesario revisarlo, sobre todo, si nosotros podemos ser víctimas de la primera situación.

Y frente a esta problemática de creencia, y en una sociedad de base cada vez más emocional que racional, se observa un curioso comportamiento: la sociedad cree en la información científica en ciertos casos, mientras que en otros se deja llevar por la “pseudociencia”, las teorías conspirativas y el retorno al paleolítico.

Creemos en la física en todos sus aspectos (fotónica, cuántica, elemental, partículas, astrofísica…..) en la química base, en las matemáticas…..en general, en todo lo que nos parece que es externo a nosotros.

Pero cuando tenemos conciencia de que la realidad descrita nos afecta, empiezan a aparecer opiniones personales o de grupo dando su propia interpretación a los hechos. Y ello es todavía más importante cuando afecta a la salud y a la alimentación. Y aquí también se presenta un comportamiento bipolar.

En salud es evidente que los avances de la medicina, tanto en fármacos, técnicas inmunitarias o técnicas quirúrgicas, han aumentando la esperanza de vida de una forma espectacular. Recordemos que la esperanza de vida de los españoles se ha duplicado en apenas cuatro generaciones. España se ha convertido en el país de la Unión Europea (UE) con la esperanza de vida más alta (82,4), solo dos países europeos, no miembros de la UE, superan a España, Islandia (83 años) y Suiza (82,5). Y la ciencia y la alimentación algo tiene que ver. Y en general, estas tecnologías son aceptadas, si bien aparecen grupos que las cuestionan, especialmente en lo referente a los avances inmunológicos que protegen no solo al individuo, sino a la sociedad de las pandemias que han sido azote de la humanidad durante siglos. Y sus argumentos de defensa, no superarían el más simple criterio de comprobación que hemos apuntado.

También en el tema de los alimentos y de la alimentación, nos podemos referir a tres 3 áreas donde la abundancia de criterios “off-científicos” hacen mella en la población: la primera referida a la producción primaria, que se ve demonizada por los avances de las técnicas genéticas en la producción; avances, todos ellos validados y avalados por los más estrictos criterios de evaluación científica y los respectivos comités de bioética. Ello, a la larga, puede producir desajustes económicos y por tanto sociales. Ya ha sucedido en repetidas ocasiones a lo largo de la historia, e incluso alguna vez se han hecho dudosas interpretaciones de los avances científicos demostrados, como cortina de humo de problemas sociales a los que la sociedad tiene que dar respuesta.

Otra área es la referida a la transformación y elaboración de alimentos, que se mantiene cuestionada en alguna ocasión por situaciones ya superadas y científicamente probadas varias veces. Podemos referirnos por ejemplo, al uso de glutamato sódico (aminoácido presente en la leche humana). La siembra de sospechas infundadas (comprobación por método científico) o dudas en el uso de tecnologías probadas o ingredientes aprobados, pueden también hacer pensar en una manipulación u otras actitudes poco transparentes sino pueden ser avaladas.

Y nos podemos referir como tercer área, a la presión mediática por las dietas milagrosas de todo tipo.

Bien, todo ello, puede tener un remedio significativo: el nivel de formación e información avalada sobre el tema. La base científica que se explica al ciudadano pero distinguiendo claramente la parte comprobada de la hipótesis. Y aquí el riesgo puede ser que se pase de la hipótesis (todavía por comprobar) a la “pseudociencia”. Y todo ello la ciudadanía debe conocerlo. Reto difícil, muy difícil porque a la vez hay que preparar un mensaje claro e ilusionante y hacer frente a las fuerzas conspirativas y “pseudocientíficas” para las que la formación solida es su agente corrosivo. Y ello es difícil en una sociedad básicamente emocional. Todo un reto para la divulgación de todos los logros de la ciencia y los avances más punteros de hoy. Como dato positivo del camino a recorrer, nuestro país figura en los primeros rankings más prestigiosos a nivel mundial en cuanto a publicaciones.

Por Yvonne Colomer | Directora de la Fundación Triptolemos 

La confianza en la ciencia: ¿Es total o parcial?