viernes. 29.03.2024
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Lejos de depreciarse, los coches clásicos tienen cada vez más tirón y su valor se incrementa exponencialmente, máxime entre aquellos que salieron a la venta en un número determinado de unidades y ya no se fabricarán nunca más. Es cuestión de oferta y demanda: Mientras que los ejemplares siguen siendo los mismos, cada vez existen más potenciales compradores. Y es que durante la crisis el número de millonarios en España aumentó un 40%... Y este es un mercado muy apetitoso para los nuevos y viejos ricos.

Coches de este tipo no son baratos precisamente, se tiene constancia de que el coche clásico más caro jamás vendido fue un Bugatti 57 SC Atlantic, por el que se llegó a pagar (según las diversas fuentes) una cifra de entre 29 y 33 millones de euros. Estas joyas son, digamos, los clásicos de verdad, piezas sin un valor real de mercado. El precio se pone en función de las necesidades monetarias del vendedor ya que son piezas únicas que representan los vehículos más legendarios de la historia de la automoción.

Un escalón por debajo encontramos coches exclusivos también, pero que en general hubo una línea de producción más amplia. En casos como estos podemos encontrar clásicos como un Porche, un Ferrari, un Maserati, etc, por los que un coleccionista podría pagar una cifra de unos 100.000 euros.

Por último, los clásicos que han tenido una gran venta, como puede ser un Citröen 2 CV, un Mini Cooper o un VW Escarabajo. Coches interesantes y vistosos, pero con un valor que no superaría los 5.000 euros.

Sin embargo, desde “PiezasCochesOnline.es” nos advierten, el valor de estos coches (sobretodo de las grandes joyas) se reduce drásticamente si el coche no tiene todas y cada una de las piezas originales. Por esto mismo podríamos decir que Cuba es el paraíso de los coleccionistas de coches clásicos, pero no. No es así debido a que los coches clásicos en Cuba tienen, en general, pocas piezas originales, ya que el embargo acaecido en este país durante los últimos 50 años por parte de Estados Unidos ha impedido la importación de material original de estos maravillosos coches, aparte del bajo poder adquisitivo de los habitantes cubanos y la prohibición del Gobierno de comprar y exportar coches a la isla. A esto hay que unirle las últimas medidas tomadas por el Gobierno, en las que se permite la importación de vehículos nuevos y la compra por parte de sus ciudadanos de los últimos modelos de Renault, Citröen, Cadillac, etc.

Por ejemplo, un Chevy Bel Air 57’ podría rondar los 50.000 euros con todas sus piezas originales y en buen estado, pero el mismo modelo en Cuba puede costar unos 5.000 euros.

Este hecho contrasta con países como Suecia, país que presume de tener más coches clásicos americanos que el propio Estados Unidos. No sabemos si este hecho es cierto o no, pero este poco habitado país nórdico recibe cada año por mar unos 5.000 coches clásicos con el propósito de ser restaurados y puestos a punto por sus ciudadanos, los cuales cuentan entre sus hobbies con la restauración de cualquier objeto antiguo y convertirlo en máquinas maravillosas totalmente restauradas (ya sean barcos, coches, motos…).

Posteriormente, al más puro estilo americano, sus gentes se reúnen en encuentros, convenciones o desfiles de mayor a menor tamaño para mostrar al mundo sus tan preciados automóviles. Es parte de su cultura que recorran cientos de kilómetros y se reúnan en pueblos para deleite de sus habitantes y viajeros, como el que tiene lugar en la pequeña ciudad de Rattvik, uno de los mayores encuentros del país, donde la gente pasa un día en compañía de sus amigos conduciendo estos coches por las calles de la ciudad, mientras éstas están abarrotadas de gente bebiendo y comiendo, observando el majestuoso desfile.

Al igual que en Cuba, pero no tan exagerado, no es extraño ver coches antiguos en el día a día, sobretodo en verano. Ya que les encanta lucirlos, que para ello llevan todo el año mimándolos y poniéndolos a punto. Eso sí, en general distan de ser el mismo coche de un país a otro aunque por fuera parezcan iguales.

Coches de época: De la pasión a la necesidad