viernes. 29.03.2024

Primogénita entre ocho hermanos, Clementina fue hija del abogado David Black y del ama de casa Clara Maria Patten, fallecida en 1875 tras caerse mientras levantaba a su esposo, quien, poco tiempo antes, había quedado impedido. Después de la muerte de su madre, Clementina cuidó de su padre y de sus hermanos (entre ellos, Arthur y Constance Black, futuros matemático y primera traductora al inglés de Tolstoi y Dostoievski), a quienes mantuvo económicamente con su salario de maestra.

Años más tarde, en Married Women's Work (1915), Black propugnó aumentos salariales para las obreras casadas, que cobraban menos dinero que las solteras por realizar idéntico trabajo (además, fue pionera del movimiento sufragista: según su biógrafa, Janet E. Grenier, Clementina comprendió que, sin derecho a voto, las mujeres no podían hacer cambiar su situación)

En 1880, después del fallecimiento de su padre, Clementina se mudó a Londres con sus hermanas. Tenía veintisiete años y una firme vocación literaria (en 1877 se había publicado A Sussex Idyll, su primera novela); sin embargo destacó como líder sindical y militante feminista, antes que como escritora: en 1886, representando a la Women’s Trade Union League, Black recorrió Inglaterra incitando a las obreras a sindicarse, y en 1888 impulsó una moción por la igualdad salarial entre ambos sexos.

Aquel año, Clementina Black también participó en la famosa huelga de cerilleras encabezada por Annie Bessant, así como en el boicot a los fabricantes de fósforos Bryant & May —a quienes se acusaba de explotar a sus empleadas—; y en la década siguiente, en 1896, inició una campaña por el establecimiento de un sueldo mínimo tanto para las asistentas domésticas como para las obreras del sector textil de Londres, causas que, un decenio después, también defendió por escrito en el informe Sweated Industry and the Minimum Wage (1907).

Años más tarde, en Married Women's Work (1915), Black propugnó aumentos salariales para las obreras casadas, que cobraban menos dinero que las solteras por realizar idéntico trabajo (además, fue pionera del movimiento sufragista: según su biógrafa, Janet E. Grenier, «Clementina comprendió que, sin derecho a voto, las mujeres no podían hacer cambiar su situación»).

Clementina, en paralelo a su actividad sindical, continuó escribiendo y publicando novelas, y trabó amistad con las jóvenes intelectuales que se reunían en la sala de lectura del Museo Británico: la traductora y militante socialista Eleanor Marx (1855-1898), la novelista Olive Schreiner (1855-1920), la poeta Dollie Radford (1858-1920), la economista Beatrice Webb (1858-1943), la periodista y activista social Margaret Harkness (1854-1923), la autora de cuentos infantiles Beatrix Potter (1866-1943), y la novelista y poeta Amy Levy (1861-1889). Todas ellas —incluida, por supuesto, Clementina— eran New women: las «nuevas» mujeres que, a finales del periodo victoriano, desempeñaban trabajos y roles considerados masculinos.

Clementina Black y Amy Levy fueron muy afines: viajaron juntas por Europa, y Levy, para escribir su novela Historia de una tienda (Chamán Ediciones: 2019), se basó en las hermanas Black y en su apartamento londinense, adonde solían acudir activistas. Clementina estuvo con Levy casi hasta el trágico final de esta, y fue su albacea. No compartió sin embargo su condición homosexual, y quiso permanecer soltera. En sus últimos años cuidó de su sobrina Gertrude, cuyo padre, Arthur Black, había asesinado a su esposa y a su hijo antes de suicidarse.

Clementina murió, casi ciega, el 19 de diciembre de 1922. Dejaba publicadas siete novelas, todas inéditas en lengua española hasta la aparición de Revolucionario («crónica verosímil del movimiento obrero inglés», según Eleanor Marx), recién editada por Chamán Ediciones. No en vano, An agitator —su título original— se publicó en Londres en 1894, cuando Black era una experimentada activista capaz de ficcionar la lucha obrera, así como sus principales dilemas: elección entre protesta o desarrollo para conseguir mejoras laborales, relación entre trabajadores manuales e intelectuales, duración idónea de una huelga…

Revolucionario, asimismo, refleja la sociedad inglesa del último tercio del siglo XIX: obreros, empresarios, religiosos, burgueses, periodistas y diputados (liberales y conservadores copaban el Parlamento británico hasta la fundación del partido Laborista, en 1900) pueblan sus páginas. La acción transcurre hacia la década de 1880, época de expansión económica y de auge del proletariado, fenómeno este último que capta la atención de los partidos políticos, tradicionalmente ajenos a las míseras condiciones de vida de los trabajadores.

Mejorar dichas condiciones es, precisamente, la obsesión del protagonista, Kit Brand, un «desclasado» singularmente moderno: Brand es un «extranjero» concebido cuarenta años antes que el Meursault de Albert Camus, además de un visionario («uno de esos hombres que mueren ninguneados y a quienes, después, erigen estatuas en su honor», según su compañero Stanford). Brand es un revolucionario «que no puede dejar de ser coherente» y que representa la política ideal frente a la realpolitik de Sir John Warwick.

Revolucionario es, en definitiva, una rara avis de la novela inglesa de finales del siglo XIX, y su rescate, la prueba de que otras autoras —como había sido el caso de Clementina Black— pueden seguir estando olvidadas pese a haber escrito obras  reveladoras sobre la condición humana.

Clementina Black, defensora de la igualdad entre hombres y mujeres