viernes. 29.03.2024
enrique velazquez
Enrique Velázquez

Querido amigo,

Te echo de menos. Desde que te fuiste he querido escribirte esta carta, pero hasta hoy no he podido. Estoy muy triste sin ti y no hago casi nada.

Se me amontonan en mi mente las escenas que viví contigo durante tantos años y no puedo expresarlas con claridad. Nos conocimos muy jóvenes luchando contra el franquismo junto a un nutrido grupo de amigas y amigos. Tendríamos poco más de 20 años. Tu destacabas a simple vista por tu altura, tu seguridad y tus dotes organizativas. Al tratarte, era tu inteligencia la que envolvía el ambiente. Compaginabas la política, la enseñanza de las matemáticas y la vida familiar como si estuvieras en un campo de trigo ondeado armónicamente por el viento. Era el arte de mezclar la pasión, la obligación y el amor. Así era nuestra vida y así fue creciendo nuestra amistad.

Después empezó tu inesperada faceta de poeta y te mostraste desde otro ángulo ante el mundo que te rodeaba. El viaje que hicimos a tu ciudad natal, Sevilla, donde me presentaste a tu familia, te desveló ante mis ojos como el hijo, hermano, primo y sobrino cariñoso que eras. Y nuestra amistad fue creciendo.

Nos convertimos en confidentes de problemas y mutuos asesores de proyectos de vida. Recuerdo, como si fuese hoy mismo, las interminables horas de charla que mantuvimos a lo largo de los años, hablando de nuestras dudas y de nuestras convicciones, de nuestros problemas y alegrías familiares, de nuestras enfermedades, de nuestras lecturas, de nuestras películas preferidas.

A mí tu familia me quería mucho; tu madre me conoció la primera vez que estuviste ingresado en el hospital por un desprendimiento de retina. Y mi madre te adoraba, porque cuando tuve el cáncer me llamabas cada día para saber cómo estaba y venías mucho a verme.

Nuestras vidas eran ríos paralelos. Tu tenías dos hijos y yo tenía otros dos. Tú te separaste de tu primera pareja después de hacerlo yo y te volviste a casar también unos años más tarde que yo. Pero estos cambios no influyeron para nada en nuestra amistad. Estábamos siempre en continuo contacto. Mi marido, Benjamín, y tú os queríais muchísimo y cuando yo discutía de política contigo de forma apasionada, él me recomendaba que no lo hiciera.

Incluso nuestra última etapa de escritores coincidió de alguna manera en el tiempo. Tu escribías a diario tus ingeniosas Spinelas y yo escribía sobre darwinismo. Hasta me seguiste en los problemas del corazón. Desde ese momento, a nuestras charlas de política, de libros, de cine y de familia, se añadieron nuestras visitas a los hospitales y nuestras conversaciones sobre nuestros temores a las arritmias y, sin darnos ni cuenta, una de ellas fue precisamente la que nos separó para siempre. Tu te fuiste y yo me quedé aquí sin tu amistad, desolada.

Margarita Hernández Laille. Investigadora y escritora de la enseñanza del darwinismo en España e Inglaterra.

Carta a mi querido amigo Enrique Velázquez