jueves. 28.03.2024

Ana Mato está comportándose como una buena mujer del Partido Popular. Una mujer de las de antes: casada y con hijos (luego separada por obra y gracia de la Red Gürtel), cumplidora del método Ongino para satisfacer el derecho del varón a poseerla

Que el Partido Popular es un partido ultraconservador, lo sabe todo el mundo; que el Partido Popular tiene un código moral cercano al nacionalcatolicismo de la época franquista es algo que se da por supuesto; que en algunos aspectos el partido genovés tiene una mentalidad rayana a lo medieval, también es obvio. Por eso no debe sorprender que la ministra de Sanidad, Ana Mato, o Mrs. Jaguar, esté tratando de implementar una serie de medidas que son un atentado contra los derechos de la mujer, derechos que tanto han costado ganar en un país tan machista como España gracias a la educación impartida durante siglos desde los altares o desde aquellos que durante 40 años detentaron el poder y que postergaron a la mujer al rincón más oscuro. Es lo mismo que si estuviésemos en un país regido por la Sharia, y eso es lo que ocurre cuando se legisla pensando en la moralidad o en la ética de dichas leyes y si dichas leyes van en contra de creencias absurdas o de mandatos cardenalicios.

Ana Mato está comportándose como una buena mujer del Partido Popular. Una mujer de las de antes: casada y con hijos (luego separada por obra y gracia de la Red Gürtel), cumplidora del método Ongino para satisfacer el derecho del varón a poseerla, eso sí, en la postura del misionero porque todo lo demás es para furcias; mujer de misa diaria y, por supuesto, machista, porque para mujeres como ella el hombre siempre estará por encima de la mujer en todo. Además, cumple el mandamiento principal de una mujer como dios manda: no saber nada de lo que su marido hace o deshace, es decir, una mujer florero que no se sorprende si aparecen coches de lujo en su garaje o si los amigos de su hombre le pagan las fiestas y comuniones de sus hijos, además de maravillosos viajes a Eurodisney.

Esta mujer, que bien podría hallarse como un ejemplar único en las excavaciones de Atapuerca, es la responsable de que los derechos de la mujer sean respetados y del avance hacia la igualdad. Nuevamente, demostramos que somos un país que desde que Antonio Machado escribió aquello de la España de charanga y pandereta / cerrado y sacristía / devota de Frascuelo y de María / de espíritu burlón y de alma quieta / ha de tener su mármol y su día / su infalible mañana y su poeta,  no hemos evolucionado. Colocar a una mujer retrógrada y machista a dirigir el ministerio de Sanidad es como aupar a Adolf Hitler como Gran Rabino de Jerusalén.

Los atentados de Ana Mato contra las mujeres son constantes y en asuntos tan graves como la violencia de género, al querer cambiar el sistema de registrar los casos de terrorismo machista al incluir en las estadísticas a las mujeres que pasan más de 24 horas ingresadas en un hospital. Esto es un apoyo del Partido Popular a los maltratadores. Es lógico, teniendo en cuenta la visión de superioridad del hombre sobre la mujer y la justificación de la violencia. Esta medida es un insulto y una provocación. Quiero recordar que en el mes de junio hubo un repunte de casos de terrorismo machista y la ministra no lo condenó. ¿Por qué? Porque su silencio justifica dicha violencia machista. Será que ella misma es una mujer machista.

Otro atentado contra los derechos de la mujer es la retirada de la cobertura del Sistema Nacional de Salud de los anticonceptivos más modernos, de las píldoras que garantizan a la mujer tener una sexualidad libre sin miedos a un embarazo no deseado. Pero claro, Ana Mato es defensora a ultranza del Método Ongino. Sólo se folla cuando la mujer está en su época no fértil dentro del ciclo de ovulación. A esta eliminación de los anticonceptivos protegidos por el SNS se une la prohibición del derecho a abortar de las mujeres que su compañero de Ejecutivo, el troglodita Ruiz Gallardón, tiene preparada. Se sigue la lógica nacionalcatólica para las mujeres que practican y disfrutan libremente de su sexualidad, dentro o fuera de una pareja estable: si follas y te preñan, te jodes y te aguantas, haber practicado la santa castidad.

Lo último es la medida para que la Seguridad Social cubra los tratamientos de reproducción asistida a las mujeres que convivan en pareja heterosexual, dejando fuera a aquellas mujeres que libremente deciden ser madres independientemente de si son heterosexuales, solteras o lesbianas. ¿Quién coño es Ana Mato para decidir qué mujeres pueden tener acceso a su maternidad? ¿Qué tiene que ver su situación afectiva o su orientación sexual para negar el acceso a la maternidad? La ministra ha dicho que la falta de varón no es un problema médico. Es decir, que a partir de ahora, las mujeres que quieran se madres tendrán que pasar por el catre, quieran o no quieran. Dentro de la mentalidad nacionalcatólica de Ana Mato ya los tratamientos de reproducción asistida son un atentado a la naturaleza. Para ella deberían estar prohibidos porque no ha sido Dios quien ha obrado el milagro de la procreación. Sin embargo, eliminar el acceso a solteras y lesbianas a los tratamientos de reproducción asistida, es una contradicción a su propio modo ya que niegan la creación de nonatos, de esas células que tienen más derechos que las mujeres.

Todas estas medidas o reformas no están elaboradas desde un punto de vista legal, sino que es pura ideología ultracatólica. Si todas estas medidas hubieran estado plasmadas en una Pastoral del ultra Rouco Varela o en una Encíclica del Papa polaco o en un discurso de Kiko Argüello no nos sorprendería. Lo que sorprende es que quien es responsable de velar por las políticas de igualdad sea una mujer machista y, como bien se sabe, ser mujer y ser machista es una combinación muy peligrosa para el resto de mujeres.

Ana Mato debe dimitir por sus medidas contra las mujeres y, para ser consecuente con su ideología ultraconservadora y ultracatólica, ha de ingresar en un convento. Allí encontrará la paz y las mujeres estarán tranquilas porque sus derechos estarán garantizados.

Machismo en femenino o el retorno al mundo en diferido