viernes. 29.03.2024
obesidad

A las personas que tienen más riesgo de obesidad el estado les trata con una dejadez política criminal

Cada día tenemos como sociedad más conciencia sobre la importancia de la alimentación en nuestra salud, de forma paradójica, cada día la cifra de obesidad crece en nuestro país. Los problemas de salud derivados de la alimentación insana, suponen ya el 21% de las muertes evitables, esto es 90.000 personas al año que mueren prematuramente, y consume ya el 20% del presupuesto de todo el sistema sanitario.

Está claro, si usted  estar gordo o gorda, es un problema para usted y para nuestro sistema sanitario. Vaya, en dos palabras, esos kilos de más, nos complica la vida, y el mensaje que lanzan gobiernos y medios de comunicación es claro, sea usted responsable, y adelgace en beneficio de todos.  Algo muy parecido a los mensajes y campañas destinadas a dejar el tabaco, el alcohol, a no correr en la carretera, es decir todas apelan a su conducta individual, casi podríamos decir que conducir con un móvil en la mano es inmoral, como estar gordo.

Así que cuando vemos un anuncio de algún producto adelgazante, o alguno de los miles de artículos en la prensa de cómo cuidarse, como comer, etc. cada uno de nosotros nos miramos a nosotros mismos, y nos preguntamos si estamos en el grupo de los “normales” o nos estaremos deslizando al de los “gordos”, porque si es así, si fuera así, un sudor frío recorrería nuestra espalda, el mismo que se siente al asomarse a un abismo.

Y en cierto modo así es, se trata de un abismo social, de uno de los nuevos círculos del infierno, un lugar dónde si entra, ya sabe, abandone toda esperanza y sólo se encontrará diferentes grados de estigmatización y de exclusión social. Tener obesidad  es un problema enorme para las personas que lo sufren, porque probablemente seremos discriminados, socialmente, laboralmente, afectivamente, y sanitariamente, casi nada. No en vano la  OCDE dice en sus informes que las personas obesas son menos productivas, cogen  más bajas médicas,  cobran menos que sus compañeros, tienen más paro, y una vez fuera expulsado del mercado laboral les cuesta mucho más volver, de hecho es una de las formas “duras” de exclusión y más invisible.  

¿Y de verdad todo esto, por sólo tener unos kilos de más, por no cumplir con el patrón normativo y deseado de un físico, por tener problemas añadidos de salud…? Si además sabemos que con el paso de los años, todos acabaremos fallando de una manera u otra al sistema, siendo menos productivos y  más caros.

Pues no se explica bien, la verdad, a no ser que tengamos en cuenta, que no sólo la grasa se pega a nuestros cuerpos cuando engordamos, sino una especie de cartel luminoso enorme que dice “ Soy gordo y por tanto pobre”.

Ahora sí que reconocemos la causa verdadera de la discriminación. El problema no son sólo los problemas de salud asociados a la obesidad, si no la clase social a la que usted pertenezca, vaya una vieja conocida.

De esto no hay dudas, en las últimas décadas se ha constatado la evidencia de la existencia de una  vinculación directa entre la tasa de obesidad y la renta o clase social. En el Estado español, hasta el 22,37% de las personas de rentas bajas tiene obesidad, y en cambio la cifra baja al 9,29% en personas de rentas medias altas.

Una relación que tiene que ver con el aumento del precio de los alimentos frescos y saludables, y la inundación en nuestra dieta de productos procesados igual de insanos y baratos que rápidos de preparar.

Si no me cree, de usted una vuelta, y podrá comprobar como en los barrios del centro y los barrios bien de cualquier ciudad verá usted decenas de tiendas de comida saludable, eco, bio, restaurantes slow, y gente con su índice de masa corporal recomendado. Y después, cuando poco a poco vaya usted alejándose, se dará cuenta que se está adentrando en la periferia, porque esas tiendas verdes tan bien decoradas se irán desvaneciendo, una especie de “aparheid alimentario”.

Llegados a este punto, quiero explicar que no trato de hacer ninguna apología de la obesidad, pues se trata de un grave problema de salud, pero me pregunto si no tiene nada que ver el estado y las políticas públicas en todo esto, y si usted se pregunta cómo y qué está haciendo para protegernos.

La respuesta es, fundamentalmente, nada, de hecho a las personas que tienen más riesgo de obesidad el estado les trata con una dejadez política criminal. Pero no únicamente las deja desprotegidas, sino que ha además la administración sanitaria en numerosas ocasiones sirve de altavoz a las grandes corporaciones de la alimentación, un altavoz por dónde sólo se oye de forma repetitiva y machacona  unos cuantos versículos de la biblia capitalista, ya sabe, el de que si usted está gordo la culpa es “suya”, solamente suya, porque la culpa siempre es  propia, individual e intransferible. Es usted en definitiva culpable, y por supuesto, sus pecados tendrán su penitencia, discriminación, exclusión, convirtiendo un problema social y de salud pública en una cuestión moral.

Pero no sólo eso, además ya que estamos, el sistema se aprovechará de su circunstancia, y sin saberlo se habrá convertido en un gran negocio para todo un sector que lo va a asediar con dietas imposibles, medicamentos de todo tipo, infusiones, operaciones de reducción de estómago, libros, superalimentos milagrosos etc.

Olvidando el estado que las personas con obesidad  tienen los mismos derechos que cualquier otra, entre ellos, a no ser discriminados.

Olvidando que a las clases populares no se nos está facilitado el acceso a comida sana a un precio asequible, que no se está protegiendo a nuestros niños y niñas de la comida basura, de su publicidad, de su omnipresencia en los centros escolares, hospitales, etc… que ni siquiera los ha etiquetado claramente, que no nos permite tener horarios laborales que nos deje tiempo de cocinar y alimentarnos, etc..

Por tanto nuestro cuerpo, ese tan imperfecto y esos kilos de más se han convertido en un campo de batalla político.

Gordo, políticamente hablando