jueves. 28.03.2024
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Los flujos migratorios seguirán debido a la pobreza y a la inestabilidad política instalada en la periferia de la Unión Europea y, sobre todo, como consecuencia de unas políticas económicas y comerciales que condenan a miles de personas a la pobreza, el verdadero origen de las crisis migratorias.

2015 ha sido el año de los refugiados. En el mundo su número superó los 20 millones por primera vez desde 1992. En Europa, con meridiana claridad, hemos asistido en los últimos meses a la inoperancia de las instituciones comunitarias ante la peor crisis de desplazados desde la II Guerra Mundial. En 2015 se han duplicado las peticiones de asilo respecto al año anterior. Un número creciente de personas sirias, kosovares, eritreas, afganas, somalíes o nigerianas huyen de la guerra, el terrorismo o la represión. En su intento de arribar a una tierra más amable al menos 2.800 personas han perecido este pasado año en el Mediterráneo. La fotografía del pequeño cadáver de Aylan Kurdi en una playa turca sacudió la adormecida conciencia europea que, durante demasiado tiempo, pese a la llegada cada vez más masiva de inmigrantes por el Mediterráneo (principalmente a Italia) permanecía ajena, ausente, insolidaria.

Ante tamaña crisis Bruselas, como ya es tradicional en los grandes acontecimientos, volvió a reaccionar de manera exasperadamente lenta y descoordinada. Cada país se ocupó de aplicar sus propias recetas o, según el caso, marear la perdiz. Mientras países como Alemania o Suecia respondían, al principio, con gran solidaridad (1,1 millones y 163.000 de refugiados acogidos, respectivamente), otros pronto echaron mano de sus militares, alambradas y perros.

La falta de una política común, en unos pocos meses nos ha permitido asistir a capítulos inolvidables de las políticas en Europa. Así vimos cómo los “países del Este” de modo lamentable pronto dejaron bien a las claras que el multiculturalismo occidental no iba con ellos. Sin embargo, el contrapunto fue la “beatificación” de la canciller alemana, Angela Merkel, a cargo de los refugiados por su mano tendida a quienes a  i. N millares caminaban desde Grecia, por Hungría o los Balcanes. Una iniciativa  recibida con mucho entusiasmo en la sociedad germana. Pero del “Refugees Welcome!”, en pocos meses, hemos comprobado cómo la xenofobia es un fenómeno muy asentado en las entrañas europeas, y que viene encontrando aliados en el terrorismo yihadista, en la dubitativa y cambiante política de acogida, y también en desgraciados casos como el de las agresiones en Colonia.

La solidaridad está agotada en algunos países que con razón ya no pueden ayudar mucho más a los refugiados mientras  la carga no se reparta más equitativamente entre los socios. En Bruselas se acordó acoger a 106.000 personas que llegaron por Italia y Grecia. Pero la penosa realidad al iniciar 2016 es que sólo 272 había sido acomodadas. En España sólo 18 de las 14.931 personas comprometidas han sido instaladas. Entretanto Bruselas asume que serán tres millones el total de refugiados que lleguen hasta 2017.

En el tema de los refugiados los países pasan olímpicamente de sus obligaciones comunitarias. En Europa las políticas nacionales se mantienen muy restrictivas para las nuevas acogidas, e incluso confiscatorias (Dinamarca, Suiza…). Se han levantado demasiados muros. Se trata de poner freno a la entrada masiva y descontrolada de refugiados. Schengen ha colapsado de forma estrepitosa por mucho que poner puertas al campo de esta inmigración sea una vergüenza para los valores europeístas. Todo son lamentaciones, reproches, rechinar de dientes, socios europeos seriamente enfrentados… Mientras la crisis de los refugiados sigue empeorando. 

Por irresponsabilidad, incompetencia, e insolidaridad la situación de los refugiados se ha enquistado. En esta coyuntura la xenofobia y los radicalismos nacionalistas y derechistas encuentran su justificación para arremeter contra nuestro modelo social.

Ya esta bien, de leyes para “desvalijar” a los refugiados de sus objetos de valor en Suecia, Alemania, Suiza, de aceptar “solo a los cristianos” de los checos o imponer “el cerdo en los menús” de las instituciones públicas danesas, de colgar el cartel “no se aceptan musulmanes” en Eslovaquia, de puertas pintadas de rojos y de pulseras obligatorias en Inglaterra, de las agresiones a menores en Holanda, de la falta de protección a los niños o de la represión brutal en la mayoría de los países europeos.

Ante esta trágica situación, la UE debe replantear radicalmente la política migratoria con una visión de largo alcance, sabiendo que asistimos a un fenómeno estructural de largo recorrido. Es fundamental un plan europeo de acogida e integración de los refugiados, el establecimiento de dispositivos de salvamento eficaces en el Mediterráneo, la creación de corredores humanitarios garantizados, la actuación en los países de origen…entre otras medidas urgentes.

En definitiva, los flujos migratorios seguirán debido a la pobreza y a la inestabilidad política instalada en la periferia de la Unión Europea y, sobre todo, como consecuencia de unas políticas económicas y comerciales que condenan a miles de personas a la pobreza, el verdadero origen de las crisis migratorias.


José Campos | Secretario de Relaciones Institucionales de CCOO

Ramón Górriz | Secretario de Acción Sindical de CCOO

Los refugiados, el verdadero naufragio europeo