jueves. 18.04.2024
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Foto: Europapress

Los últimos enfrentamientos raciales en Estados Unidos ponen en evidencia la falta de cultura democrática del poder y la escasez de oportunidades de los negros.

Resulta escandaloso ver actuar a la policía estadounidense por su agresividad y por su falta absoluta de respeto de los derechos humanos. En el país, que dice ser la primera democracia del mundo, deja mucho que desear la educación y formación que reciben los policías y militares en sus academias.

Así lo hemos visto reciente con la muerte del joven Freddie Gray en Baltimore (a 70 kilómetros de la Casa Blanca) pero que se está convirtiendo en habitual en numerosas ciudades americanas.

La asignatura de derechos humanos se les olvidó añadirla al catalogo de materias a tratar. No es incompatible ser una policía eficaz, con ser respetuoso con los detenidos, leerles sus derechos y no hincharles a patadas, romperles las vertebras cervicales, como ha ocurrido con el chico de Baltimore, o disparar por la espalda como hemos podido ver recientemente en televisión.

Vivir en un país democrático implica muchas más cosas que ir a votar cada cuatro años. La democracia es respeto, es considerar a las minorías ya sean raciales, religiosas o políticas. No hay que olvidar que en los últimos cuatro años, más de un centenar de personas han ganado un juicio contra la policía local de Baltimore por violencia o violación de los derechos civiles, según el Baltimore Sun.

Esta reflexión vale igual para el estado de Maryland, Texas o California. En realidad debería valer para cualquier país que se quiera colgar la etiqueta de demócrata.

Pero además de valores, la democracia también es igualdad de oportunidades y no creo que esto esté sucediendo en estos momentos en Estados Unidos. La crisis económica ha pasado factura a las clases sociales más débiles, al igual que en Europa, y los afroamericanos e hispanos están siendo los más afectados.

“Asistimos al hartazgo de los ciudadanos que no tienen poder ni oportunidades profesionales adecuadas con un salario decente” afirmaba recientemente Jonathan Holloway, historiador de la Universidad de Yale y experto en identidad afroamericana.

Baltimore sufre tal como explica Holloway una fractura radical entre los que tienen recursos y los que no los tienen. “Se trata de una ciudad de tamaño medio que ha padecido las consecuencias de la desindustrialización, donde hace tiempo que las escuelas públicas se encuentran en un estado deplorable”.

Por lo tanto es obvio que nos encontremos con unos ciudadanos que están hartos de no tener oportunidades profesionales, sin un salario decente, que no tienen apoyo suficiente de los poderes públicos para su formación y que además cuando llevan a cabo su derecho a la protesta, son tratados violentamente por una policía que tampoco ha recibido una formación adecuada.

La esperanza de vida en el barrio donde vivía Freddie Gray (Sandtown-Winchester) es inferior a la de Bangladesh. La esperanza de vida en Roland Park, cinco kilómetros al norte, es superior a la de España y similar a la de Japón. Se trata de una ciudad que vivió la desindustrialización, la epidemia del crack y los abusos de las hipotecas basura que golpearon a las minorías.

El hecho de que Estados Unidos haya elegido a un Presidente negro, aunque con escasa capacidad de maniobra parlamentaria o que la alcaldesa de Baltimore sea también afroamericana al igual que el jefe de la policía, no es suficiente. Es un hecho importante, pero no lo suficientemente definitivo como para cambiar una sociedad injusta en donde con la última crisis los ricos se han hecho más ricos y la clase media y la baja es cada día más pobre. Eso ha pasado en Estados Unidos pero también en Europa y especialmente en España.

Resulta muy chocante una encuesta publicada recientemente por el Washington Post, en la que se afirma que el 75% de los estadounidenses blancos no tiene en su red de amigos a ninguna persona negra o hispana. Claro que el porcentaje de afroamericanos que tienen amigos blancos, es idéntico.

Analizar esta encuesta hace que recordemos la importantísima lucha que los negros han llevado a cabo en Estados Unidos para que sus derechos fuesen respetados. No sé si Martin L King levantase la cabeza, se sentiría muy satisfecho con la situación. De hecho un movimiento nuevo está surgiendo Black Life matters (la vida de los negros cuenta) como reacción a tanta frustración.

Quizás ha llegado el momento de que los ciudadanos de Baltimore, sean negros, blancos o asiáticos, vuelvan a organizar un movimiento, como lo hicieron en los años ochenta , “por un salario decente”, inspirada en el reverendo Jackson.

De hecho movimientos como MoveOn Baltimore que trabajan para acabar con la violencia policial o Colors of Change para empoderar a los ciudadanos negros, comienzan a ser los protagonistas para que algo cambie.

Los colores de Baltimore