sábado. 20.04.2024

Felicidades: Gobierno y oposición han sumado fuerzas en una Proposición No de Ley (PNL) para dar un mayor pedigrí democrático a la posición de España en el próximo Consejo Europeo de 27 y 28 de junio. Considerando la trascendencia de la cita, las objeciones de CiU, PNV, UpyD o Izquierda Unida han dado la impresión más de pataleta -producto de las altas expectativas basadas en encuestas- que de una cuestión de fondo. La pretensión de “dejar solos” a PP y PSOE resulta bastante inoportuna, pues la PNL busca logros en asuntos vitales para España y muy concretos como la recapitalización directa de nuestros bancos, el flujo del crédito, o el empleo. También su diatriba anti-bipartidista resulta algo ilusoria: la realidad es que ambos partidos aún suman hoy por hoy una mayoría abrumadora de más de dos tercios del Congreso de Diputados. En fin: la PNL se someterá a votación en el Congreso dos días antes del Consejo; sería de esperar que las fuerzas minoritarias recapaciten, y se adhieran al acuerdo.

La iniciativa de pacto de Rubalcaba era tan arriesgada como imprescindible. Es el momento para hacer valer en la UE una posición española sólida. Gobierno y oposición han entendido que no se podía esperar más, y que el momento de unirse es ahora. Que la política de austeridad nos ha sumido en la recesión y ha destruido miles de empresas. Con un 26% de desempleo, España no puede permitirse ni un minuto más apretarse el cinturón si no quiere estrangularse y morir por asfixia. Que una política europea errónea impuesta desde Berlín no ha hecho sino empeorar la situación heredada del endeudamiento privado y la burbuja inmobiliaria. Incluso el Presidente Rajoy se ha sumado recientemente al clamor universal: ¡no hay crédito!. O que la elevada y fluctuante prima de riesgo española y las dudas externas sobre el futuro del euro se deben en último término a la ausencia de un Banco Central Europeo (BCE) de similar contundencia que la Reserva Federal de EEUU, o a la reticencia alemana a los eurobonos. Bienvenidos pues al consenso.

Estamos en un momento propicio para un cambio de rumbo. Está claro para casi todo el mundo que la debacle económica y social europea no se puede entender en términos exclusivamente nacionales. Incluso la economía alemana se tambalea y camina hacia el estancamiento, lo que podría propiciar un giro de su política económica en vísperas de las elecciones de septiembre. ¿Será verdad que cuanto peor para Alemania, mejor para Europa? Pero esto no pasa de ser una broma muy pesada.

España puede aprovechar el tímido cambio de rumbo de la Comisión Europea reflejado en su Informe reciente en el marco del Semestre Europeo, que nos otorga dos años más –hasta 2016– para alcanzar el objetivo de déficit del 3%. Otra cosa serán las contrapartidas de la Comisión en pensiones, reforma laboral y reforma fiscal, que se habrán de lidiar aparte. La reforma fiscal habrá de ser integral, de acuerdo a principios de equidad o eficacia; la reforma laboral debería evaluarse por un organismo internacional de prestigio, como es la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ; y la reforma del sistema público de pensiones debería atenerse al factor de sostenibilidad, tras un periodo deliberativo adecuado y a un consenso de las fuerzas parlamentarias y los interlocutores sociales en el marco del Pacto de Toledo.

¿Qué margen de éxito tiene la PNL de cara al encuentro en Bruselas el 27 y 28? No debería ser pequeño, si se tiene en cuenta que la PNL –un acuerdo de mínimos pero de enorme potencial- solo pide que la UE, a través del Consejo, respete sus propios acuerdos aprobados hace un año: el Plan de Crecimiento y Empleo, o el planteamiento para la Unión Bancaria.

Sobre la mesa del Consejo estarán iniciativas apoyadas por la PNL, como la Iniciativa por el Empleo Juvenil, con su Garantía Joven para menores de 25 años, o el Erasmus de formación profesional. Podrían utilizarse los 6.000 millones previstos para formación y empleo juvenil hasta 2017; o movilizar 16.000 millones de fondos de cohesión bloqueados desde hace meses y destinarlos al empleo juvenil, la innovación y la educación. Todo ello está muy en la línea de la reciente propuesta conjunta de Francia y Alemania presentada el pasado 29 de mayo -France and Germany, Together for a stronger Europe of Stability and Growth- sobre empleo de los jóvenes y reactivación de crédito a PYMES, a las que se podría fácilmente sumar España. Cabe poner en marcha por parte del Banco Europeo de Inversiones (BEI) todos los instrumentos financieros para aumentar el crédito bancario a las Pymes, incluidas garantías y avales, capital-riesgo, bonos de proyectos, así como la movilización de fondos estructurales de la Comisión Europea. Un aumento de capital del BEI de los 10.000 millones previstos a 30.000 permitiría mediante apalancamiento disponer de 180.000 millones para la financiación de las empresas, el empleo, y la I+D+i. Respecto a la Unión Bancaria, Europa está ya tocando con los dedos un supervisor único que le permitiría recapitalizar bancos directamente; un mecanismo único de Resolución, y un fondo de Garantía de Depósitos. Las Directivas sobre estas dos últimas, deberían estar aprobadas por el Consejo antes del fin de junio y ratificadas por el Parlamento Europeo lo antes posible. Con todo, el flanco más débil de la cita del 27 de junio se halla en la parte de protección social –y ahí hay que rescatar de la Estrategia 2020 un Fondo Solidario para compensar a los perdedores de la crisis- la sanidad o la educación.

Nadie quiere hablar de frentes anti-Merkel. Llevamos semanas de mucho movimiento, donde los países diversifican sus opciones y juegan todas sus cartas. Así, por un lado, Rubalcaba se ha encontrado en París el fin de semana pasado con el primer secretario del Partido Socialista francés Harlem Désir, el portugués Antonio José Seguro, el griego Evangelos Venizelos, y el alemán Martin Schulz, para lanzar un nuevo mensaje conjunto por el crecimiento. No es para menos: sólo el PIB de España, Francia e Italia representa en su conjunto el 49% del total de la eurozona, un peso muy superior, por ejemplo al del grupo de Alemania, Países Bajos, Austria, y Finlandia cuyo PIB conjunto solo alcanza el 39,5%; por lo que los tres del sur deberían elevar su perfil político en los Consejos Europeos.

Sin embargo, no hay que olvidar que antes, a fínales de mayo, el propio Hollande sellaba con Merkel el mencionado acuerdo franco-alemán. Dicho acuerdo, si bien supone un avance importante en áreas como el empleo y la financiación, al mismo tiempo marca realmente los límites de lo posible en Europa, al menos hasta después de las elecciones alemanas. Por un lado, reserva para Francia su espacio de “soberanía”, política o de mercado interior; por otro lado, no aborda para Alemania su necesario cambio de política económica en la dirección de un incremento de la demanda interna  -lo cual ayudaría a reducir los desequilibrios dentro de la UE- ni contempla la opción de un BCE más robusto en sus políticas de estímulo.

Lo novedoso reside en el hecho de que la PNL española apunta a la construcción de un gran consenso básico europeo, semejante al que permitió gobernar Europa durante décadas, si bien ahora con un contexto y unos instrumentos muy diferentes. En el horizonte de este pacto español está la esperanza de llegar a un acuerdo en la gran familia europea. Ese es su sentido último y un valor sobre el que trabajar a partir de ahora. Es muy importante que los conservadores recuperen la cordura y renuncien a seguir por la senda del debilitamiento del proyecto europeo. Tan importante como que los progresistas europeos diseñen fórmulas imaginativas para elevar la competitividad y apuntalar el modelo social que tanta admiración causa fuera del continente.

No es hora de juegos tácticos de vuelo corto; aunque legítima, la cuestión principal ahora no es si el pacto beneficiará más al PP o al PSOE, o qué intenciones electoralistas lo animan. Lo relevante es que el Gobierno está girando hacia postulados defendidos hace tiempo por los socialistas españoles y europeos de apoyo a los estímulo al crecimiento y que han sido propugnados incluso por el FMI. Sería deseable que este pacto refuerce la posición de España en Bruselas y, a la postre, de los europeos que se han quedado sin futuro. En este sentido, el pacto será juzgado en gran medida por sus resultados. Si España consigue arrancar en el Consejo una recapitalización directa a los bancos españoles por el MEDE, o un acelerón a la Unión Bancaria, o un compromiso activo por el empleo juvenil, éste habrá sido un gran pacto. PP y PSOE no deben quedarse ahí, sino empujar para que el Partido Popular Europeo y el Partido Socialista Europeo retornen a un gran pacto e inviten a hacerlo a otras fuerzas políticas, a empresarios y a sindicatos de todo el continente. Sería una prueba de que un bipartidismo bien llevado (que no funcione como un rodillo en el parlamento o a espaldas de la ciudadanía) puede resultar positivo para la democracia nacional y europea: la punta de lanza para avanzar hacia una unión política federal de Europa.


Blog Alternativas en El País

La alternativa: Un gran pacto europeo