viernes. 19.04.2024

El anuncio del presidente de Ecuador, Rafael Correa, de ofrecer asilo a Julian Assange fue una sorpresa para todos. Nadie se esperaba que un pequeño país de poco más de 15 millones de habitantes se enfrentara a las exigencias de dos países como Gran Bretaña y Suecia.

Es cierto que las medidas restrictivas impuestas a distintos medios de comunicación afectaron especialmente su popularidad y le valieron una etiqueta de censor, pero en este caso, queremos centrarnos en la reacción de los países de la región con respecto a la decisión soberana de brindar apoyo a Julian Assange. ¿Ha tenido el activista australiano un impacto en la unidad del continente sudamericano?

Tras una cumbre extraordinaria de la Organización de los Países Americanos (OPA), la gran mayoría de los países presentes expresaron su respaldo a Ecuador el 24 de agosto mediante una resolución de solidaridad.

Los únicos Estados en exponer sus reservas fueron Estados Unidos y Canadá: países ligados indirectamente a la trama de Assange y supuestamente interesados en la extradición del periodista para su posterior procesamiento.

Esta reacción consensuada de los países latinoamericanos representa un hito en la política regional. Por primera vez en esta década, la totalidad de los países hispanoamericanos logran ponerse de acuerdo y poner de lado sus diferencias ideológicas (materializadas en los grupos del ALBA y los tradicionales aliados de Estados Unidos).

La necesidad de exigir garantías diplomáticas ha hecho que países como Argentina, Colombia, Bolivia, Brasil, Honduras, Venezuela o México emitan un claro mensaje de unidad: rompiendo así la posibilidad de una intervención precipitada en la embajada ecuatoriana de Londres.

Si nos fijamos en las opiniones de la intelectualidad americana, descubriremos que la mayoría de los pensadores han respaldado la iniciativa de Correa. El escritor colombiano Daniel Samper Pizano, por ejemplo, expresó el 25 de agosto en el diario El Tiempo que “El problema no es Ecuador, que, con respaldo latinoamericano, ejerce el tradicional derecho de asilo, sino Gran Bretaña, que amenaza de manera arrogante con asaltar su embajada”.

Asimismo, y anteponiéndose a la concesión de asilo, los intelectuales Noam Chomsky y Naomy Wolf firmaron una carta –junto con 4000 otras personalidades y bajo el sello de la organización Just Foreign Policy– en la que reclamaban a Correa que hiciera lo que ya sabemos.

La única voz en contra ha sido la de Vargas Llosa quien, en un artículo publicado el 26 de agosto en distintos periódicos, calificó al periodista australiano de “vivillo y oportunista”. Además, fundamentó su opinión sobre el hecho de que Correa haya cerrado emisoras obviando la lógica diplomática detrás de la unidad latinoamericana.

El último desatino del Premio Nobel de literatura refleja un carácter temperamental y liberal –es cierto–, pero quizás también un distanciamiento de la realidad latinoamericana que, hay que reconocerlo, se mueve a gran velocidad y con gran realismo.

Julian Assange: ¿factor de unidad en Latinoamérica?