viernes. 19.04.2024
hanoi

Ni las operaciones de imagen en el exterior ni el invento artificial de emergencias de seguridad nacional podrán salvar la presidencia de Trump. Sólo un impulso irracional de un electorado confundido y confuso, frustrado y engañado, podría rescatarlo de la ignominia

Acto segundo de la farsa. Trump y Kim celebran su segunda cumbre. Se ha pasado de un escenario de “furia y fuego”, a un pastel de banderas en rojo y azul (colores de ambos países). Del apocalipsis al bromance (“enamoramiento”, en palabras del propio Trump).

El escenario, Hanoi, habría sido un lugar extravagante hace apenas un año y medio. La capital de Vietnam, país aun formalmente comunista y único que ha derrotado a la potencia militar más poderosa de la Historia, alberga una cumbre entre su enemigo fundacional y el régimen comunista más ortodoxo del planeta. 

Trump dijo escoger el lugar con supuesta intención: indicar a Corea del Norte en lo que puede convertirse (otro dragón de la economía asiática, como Vietnam), si se olvida de sus sueños nucleares y se abre al libre mercado (o así).

UNA NEGOCIACIÓN ESTANCADA 

Pero lo cierto es que las negociaciones sobre la desnuclearización de Corea del Norte, la normalización completa de las relaciones intercoreanas y el sofoco del último rescoldo de la Guerra Fría (ahora que se habla de su reaparición) se han estancado miserablemente. El acto primero de la farsa se representó en Singapur, con una exhibición más de la impredecibilidad y la inconsistencia del presidente-hotelero: concesiones a la ligera y resultados hipotéticos sin credibilidad, según los conocedores del dossier.

Desde Singapur acá, los hombres del Presidente han tratado de recomponer el daño. Un encargado especial de las negociaciones, el veterano diplomático Steve Biegun, trata de dar sentido a un cuadro caótico. Fue nombrado en agosto y hasta enero no pudo acceder a sus contrapartes norcoreanas. En estos dos meses escasos cree haber detectado compromisos más o menos solventes en Pyongyang, como para poder afirmar que la cumbre de Hanoi será algo más que una salva propagandística. Biegun confía en que el régimen norcoreano se comprometa, con garantías, a desmantelar sus plantas de enriquecimiento y reprocesamiento de uranio en todo el país. Algo es algo.

El problema no está en las promesas -más o menos confiables- de Kim, sino en las concesiones a la ligera que a Trump se le antoje desplegar. Ya en Singapur suspendió las maniobras militares conjuntas con Corea del Sur sin consultar con su aliado. Sus asesores temen que el presidente ceda a la tentación de “hacer Historia” y acepte suscribir una especie de final formal de la guerra e incluso una “declaración de paz”. Evidentemente, se trataría de un gesto simbólico, porque las dos Coreas ya han iniciado ese camino en sucesivas cumbres bilaterales (tres, en 2018). Pero en este conflicto los gestos cobran una dimensión de grandes proporciones, porque no sólo cimentarían un resultado más sólido, sino que legitimarían un régimen autoritario y represivo. 

Algunos analistas se han esforzado por ofrecer opciones que limiten un resultado frustrante (o, lo que es peor, inquietante) en Hanoi. El anterior responsable de Asia en el Consejo de Seguridad, Victor Cha, recomendaba hace unos días que el entorno del presidente volviera con las manos vacías de compromisos concretos en materia de desnuclearización efectiva, aunque admitieran declaraciones altisonantes de paz y normalización ( ). Por su parte, el experto de la Brookings Institution, Robert Einhorn, planteaba un Plan B, tabú para muchos, pero recurso práctico para no diluir Hanoi en una salva de fuegos artificiales ( ).

ATENCIÓN SUBSIDIARIA

A Trump no le importa demasiado Corea (o las Coreas), más allá de lo que pueda alimentar su vanidad personal. Como le ocurre con el resto de asuntos internacionales. En Hanoi busca amortiguar la tormenta interna que se cierne sobre él a medida que se acerca la hora de la conclusión del informe Mueller. Cada elemento que se filtra, cada aspecto lateral que se conoce incrementa la presión sobre el presidente-hotelero, lo aísla un poco más y lo empuja hacia una salida deshonrosa de la Historia

La cumbre de Hanoi coincide con dos acontecimientos internos demoledores. La Cámara de Representantes ha desautorizado su declaración de emergencia nacional para proveerse de fondos asignados a otros cometidos y emplearlos en la construcción del muro en la frontera con México. Un puñado de legisladores republicanos, escandalizados por el comportamiento de su supuesto líder político, se han unido en el rechazo a los demócratas, mayoritarios en la Cámara tras las elecciones de noviembre. En el Senado, tres republicanos ya han dicho que votarán como los demócratas, con lo que sólo falta uno más consumar la desautorización presidencial. Ciertamente, no parece posible que se llegue a los sesenta necesarios para neutralizar el veto presidencial, aunque no faltan ganas en el desconcertado partido conservador.

AIRES DE LOS SETENTA

Pero lo que verdaderamente preocupa al inquilino de la Casa Blanca son las derivas de la investigación del fiscal especial. Quedan días, según todas las fuentes, para que el informe Mueller sea entregado en el Departamento de Justicia. Aún no se sabe si todo el mundo podrá conocer su contenido. Por si acaso hubiera alguna tentación de reserva u ocultamiento, los demócratas ya han planteado citar a Mueller para que testifique ante el legislativo.

Pero en los márgenes de ese proceso, el más importante sin discusión de estos años, los “descubiertos” de “los hombres del Presidente” se están convirtiendo en factores de gangrenización de la Casa Blanca trumpiana

Su exabogado, Michael Cohen, ha escenificado una testificación demoledora en la Cámara baja, calificando a su antiguo cliente de “estafador” y “mentiroso” y ofreciendo supuestas evidencias de malas prácticas y engaños reiterados en su actividad empresarial pero también en su vida política. Cohen ha asegurado que Trump estaba al corriente de las filtraciones de su asesor Stone a Wikileaks, portal cooperador del Kremlin en las interferencias rusas durante la última campaña presidencial para perjudicar a Hillary.

Puede sospechar con razón que, tras la ruptura contractual y personal, Cohen quiere arrojar elementos políticos y jurídicos radiactivos sobre Trump para salvar su propio honor. Igual que mintió ante el Senado, admitido por él mismo, puede estar haciéndolo ahora. Pero el peso de las pruebas puede haberle acotado el espacio de la impostura. 

El problema para Trump es que muchos de sus operadores fraudulentos en su escalada política están siendo deconstruidos por la investigación. Cada semana que pasa, el aura de esta presidencia recuerda más y más a la de Nixon, aunque sus protagonistas y circunstancias sean absolutamente diferentes. 

Ni las operaciones de imagen en el exterior ni el invento artificial de emergencias de seguridad nacional podrán salvar la presidencia de Trump. Sólo un impulso irracional de un electorado confundido y confuso, frustrado y engañado, podría rescatarlo de la ignominia. 


NOTAS

(1) “What to expect at the second North Korea summit”.VICTOR CHA y KATRIN FRASER KATZ. FOREIGN AFFAIRS, 22 de febrero
(2) “On North Korea, press for complete desnuclearization, BUT HAVE A Plan B”. ROBERT EINHORN. BROOKINGS INSTITUTION, 14 de febrero.              

El 'bromance' de Hanoi, una cortina de humo