jueves. 28.03.2024
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Arabia Saudita hoy en día es uno de los grandes peligros que acechan a nuestras sociedades modernas, es un país que no solo financia el terrorismo internacional hecho de sobra conocido, incluso por sus propios aliados, sino que además es su sostén ideológico

A raíz del espantoso asesinato del periodista Jamal Khashoggi el 2 de octubre en el consulado de Arabia Saudita en Estambul y, su desmembramiento, según parece, y su posterior traslado en valijas diplomáticas a Riad, Arabia Saudita se ha convertido en la noticia más importante del momento. Es como si el asesinato de opositores fuese algo nuevo en este país. Pocos van más allá del hecho en sí. Pienso que ahora más que nunca conviene comprender la naturaleza del régimen saudita.

Es preciso comprender la forma con que la familia real saudita ejerce el poder en el país árabe. En ese sentido, el pensador egipcio Mustafá Hijazi, nos ofrece una línea explicativa de sumo interés. Hijazi considera que en el mundo árabe se dan dos formas de dominación. La primera es la negación y la segunda es la opresión. La primera significa la negación a la protección, a la dignidad o incluso a la existencia misma. Esto es “la pérdida del valor, del estatus y el peso social, lo que permite disponer de la persona sin límites”. En este caso la persona que sufre esta forma de dominación pierde su existencia, su identidad, su valor y su ser. En cuanto a la opresión como forma de poder, se diferencia de la primera porque “en este caso existe un reconocimiento de la entidad de la persona aun pretendiendo domar su voluntad llegando a someterle”. El Estado reconoce a la persona aunque le exige una obediencia ciega. 

Respecto a lo sucedido con Jamal Khashoggi, la reacción de los países occidentales resulta cuanto menos hipócrita. No es la primera vez que este régimen sanguinario actúa de este modo. La lista de los opositores del régimen asesinados de un modo brutal es muy larga. Estamos ante un régimen que es el único país del mundo que ha resucitado la práctica del asesinato espectáculo. Es donde se decapita a las mujeres por adulterio en la vía pública, exactamente como hacía el Estado Islámico en Siria e Irak, incluso te pueden cortar la mano por un hurto. Aun con ello todos los países occidentales han tenido negocios muy rentables con el Ál Saud. Hace poco, en un ejercicio de surrealismo sin precedentes el gobierno de Pedro Sánchez llegó a justificar la venta de armas a este mismo Estado, a la parecer las bombas eran inteligentes y de precisión y que es muy difícil que se equivoquen y maten a inocentes.

El régimen de Arabia Saudita no funciona como un Estado nacional al uso, su anatomía y estructura le llevan a actuar como una entidad promiscua, una comunidad de fieles que extiende sus fronteras más allá de su territorio natural. La indulgencia, durante años, de la comunidad internacional con la familia real saudita les ha llevado a concebirse por encima del bien y el mal, lo que le lleva a actuar con total impunidad incluso fuera de sus fronteras, llegando a vulnerar la soberanía de otros países. Su intervención sanguinaria en Yemen es de sobra conocida por todos.

El asesinato del periodista Jamal Khashoggi viene a demostrar a las claras que el régimen saudita es un régimen sanguinario que niega a su población la propia vida. El rey Salman Bin Abdelaziz y su hijo Mohamed Bin Salman, que por cierto ha sido bien recibido y agasajado en muchas capitales occidentales, se consideran a sí mismos legitimados para decidir sobre la vida y la muerte no solo de sus propios súbditos sino también de todo aquél que ellos mismos consideran un peligro para sus planes de extender su hegemonía sobre toda la región árabe.

Arabia Saudita hoy en día es uno de los grandes peligros que acechan a nuestras sociedades modernas, es un país que no solo financia el terrorismo internacional hecho de sobra conocido, incluso por sus propios aliados, sino que además es su sostén ideológico. No debemos olvidar que la ideología oficial del Estado es el Wahabismo una de las escuelas más retrogradas y destructoras del islam. De hecho el propio Estado Saudita no existiría sin la alianza entre los doctos de esta escuela y la familia reinante en el país.

Mientras no reconozcamos la realidad de que la familia de Ál Saud es un peligro y estemos dispuestos a tomar las decisiones oportunas y actuar contra un régimen que le niega el derecho a la vida a su propia población, seguiremos moviéndonos en el campo de la hipocresía más abyecta. Incluso los valores de la democracia que tanto nos ha costado concebir estarán bajo sospecha. 

El escándalo es Arabia Saudita