viernes. 29.03.2024
La presidenta de Liberia y Nobel de la Paz 2011, Ellen Johnson Sirleaf, posa con su medalla y diploma durante la ceremonia de entrega celebrada en Oslo (Noruega).
La presidenta de Liberia y Nobel de la Paz 2011, Ellen Johnson Sirleaf, posa con su medalla y diploma durante la ceremonia de entrega celebrada en Oslo (Noruega).

La presidenta de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf, y su compatriota Roberta Gbowee, reivindicaron los movimientos de mujeres de África y Asia y recordaron a todas las que han obtenido antes el Nobel de la Paz, con especial atención a la keniana Wangari Maathai, la primera africana que lo obtuvo -en 2004- y que falleció este año.

Sin dejar de destacar la lucha de las mujeres, la yemení Tawakkol Karman, la última de las tres en hablar en el Ayuntamiento de Oslo, centró su intervención en defender las revueltas del mundo árabe.

Las tres fueron distinguidas con el centenario galardón por el Comité Nobel noruego "por su lucha no violenta por la seguridad de las mujeres y sus derechos a una participación plena en el trabajo de construcción de la paz".

En sus discursos estuvieron muy presentes las mujeres, también "aquellas que con su lucha privada y silenciosa ayudaron a formar nuestro mundo", en palabras de Johnson Sirleaf.

"No tengáis miedo de condenar la injusticia, aunque estéis en minoría. No tengáis miedo de buscar la paz, aunque habléis con una voz débil. No tengáis miedo de exigir la paz", dijo a sus "hermanas" de todo el mundo Johnson Sirleaf, de 72 años, que en 2005 se convirtió en la primera presidenta africana elegida de forma democrática.

Su compatriota Gbowee, de 39 años, comenzó recordando los inicios del movimiento pacifista y multiétnico Women of Liberia Mass Action for Peace, que impulsó en 2002 con otras seis mujeres, "nuestras propias convicciones y diez dólares", y que luego contribuyó a poner fin a la segunda guerra civil en su país.

"Usamos nuestro dolor, nuestros cuerpos destruidos y nuestros sentimientos heridos para confrontar la injusticia y el terror en nuestro país. Éramos conscientes de que sólo a través de la no violencia podríamos acabar con la guerra", dijo Gbowee, recordando que las mujeres fueron "juguetes de guerra" en el conflicto.

Gbowee opinó que la elección de las premiadas llega en el mejor momento, cuando "mujeres que antes eran víctimas silenciosas y objetos del poder de los hombres, derriban los muros de las tradiciones opresoras con la fuerza invencible de la no violencia".

También al poder de la resistencia no violenta apeló Karman, de 32 años y la más joven de las galardonadas, por su papel central en la lucha por los derechos de las mujeres y la democracia en Yemen.

Vestida con el hiyab y dirigiéndose a la audiencia en árabe, Karman aceptó el premio "en nombre de la juventud revolucionaria de Yemen y otros países árabes", que luchan contra "la guerra conducida por líderes despóticos que oprimen a su propia gente".

Esa "revolución juvenil" es pacífica, popular, cuenta con la participación de miles de mujeres y tiene "exigencias justas y objetivos legítimos", según Karman, que la comparó con los procesos políticos surgidos en Europa del Este tras la caída de la URSS.

"La conciencia humana no puede estar tranquila viendo cómo la juventud árabe, que está floreciendo, es segada por la máquina de muerte que los tiranos sueltan contra ella", dijo la activista yemení, reclamando el apoyo del mundo "democrático".

Karman defendió que los procesos en el mundo árabe deben de incluir obligatoriamente la deposición de los dictadores, de sus cuerpos de seguridad y de su "red de nepotismo"; la creación de instituciones para una fase de transición y la creación de un estado "moderno, civil y democrático".

El discurso de Karman cerró la ceremonia, que duró casi dos horas, contó con la asistencia de la familia real y el Gobierno noruegos y tuvo un variado repertorio musical, como la liberiana Miatta Fahnbulleh, la beninesa Angelique Kidjo y el egipcio Ahmed Fahti.

El Nobel de la Paz homenajea la lucha de las mujeres y la "Primavera Árabe"