viernes. 29.03.2024
cuervos

El inquilino de la Casa Blanca se ha mostrado, como es habitual, inconsistente en sus comentarios y condenas. Acompaña palabras de compasión y aparente firmeza contra la violencia con tuits que alientan, incitan o justifican todo lo contrario

El fantasma de la violencia ultraderechista asoma de nuevo en las sociedades occidentales, cada vez con mayor presencia y tonos más amenazadoras. Los sucesos de este verano en Alemania, algunos incidentes con población inmigrante en Italia, episodios inquietantes en Brasil, a lomos de una campaña virulentamente envalentonada del exitoso militar filo golpista Bolsonaro; y, ahora, los últimos actos de violencia y terrorismo en Estados Unidos así lo indican.

TRUMP, O EL ODIO COMO RECURSO

Empecemos por el último caso. La matanza de feligreses judíos en una sinagoga de Pittsburgh remató una oleada de envíos de bombas artesanales a políticos, medios y otras personas de notoriedad social, críticos con Trump.

El inquilino de la Casa Blanca se ha mostrado, como es habitual, inconsistente en sus comentarios y condenas. Acompaña palabras de compasión y aparente firmeza contra la violencia con tuits que alientan, incitan o justifican todo lo contrario. Y peor que eso, anuncia decisiones plagadas de intolerancia, prejuicios y racismo.

Algunos expertos consultados por el corresponsal del diario británico THE GUARDIAN, denuncia que Trump ha alentado esta violencia esta violencia racista con sus proclamas irresponsables (1). De poco importa que su yerno sea judío (y su hija, por voluntad de consorte), porque discrimina a los miembros de esa comunidad por la simpatía que demuestran hacia él.

En parecidos términos se han expresado los editorialistas de los principales diarios norteamericanos (2). Casi todos ellos resaltan la hipocresía de la presencia de Trump en Pittsburgh para homenajear a las victimas del supremacista blanco autor del odio atentado en la sinagoga. Se ha recordado profusamente estos días cómo el lenguaraz presidente igualó a manifestantes antirracistas y violentos militantes supremacistas tras los luctuosos incidentes del pasado año en Carolina del Norte.

Y mientras se desata la verborrea presidencial, sigue creciendo la violencia racista, que se ha cobrado en Estados Unidos un numero similar de victimas (alrededor del centenar) al de los extremistas islámicos desde el 11 de septiembre. De ahí que proceda hablar de terrorismo de ultraderecha (3)

Más ultrajante ha sido su decisión de enviar a más de cinco mil soldados a la frontera con México ante la eventual llegada de la caravana de migrantes procedentes de los países centroamericanos. Esta medida, a todas luces desproporcionada y carente de la mínima lógica en términos de seguridad, refuerza el relato trumpiano de que la caravana ha sido infiltrada por supuestos individuos naturales de Oriente Medio, agentes del yihadismo, que tendrían la intención de atentar en el país (4).

Trump completó la semana el cuadro anunciando una orden ejecutiva que modificaría el derecho automático a la ciudadanía norteamericana que asiste a cualquier persona que nazca en territorio nacional. Lo que equivaldría, según algunos expertos jurídicos, a una vulneración de la decimocuarta enmienda de la Constitución (5).

Estos disparates políticos y legales abonarían la tesis de que Trump no está capacitado para ejercer la primera responsabilidad ejecutiva del país, si no fuera porque, en realidad, sus decisiones, declaraciones y conductas responden, según ciertas estimaciones, a un plan político meditado, por perverso que resulte.

EL IMPULSO DE LA VANIDAD

Con Trump casi nada está claro. Es evidente que él no es un estratega de la extrema derecha nacionalista, pero sus proclamas tipo America first resultan gratas y convenientes a esos grupos. Algunos asesores del inarticulado presidente acreditan un historial poco dudoso, como Stephen Miller, autor de discursos e inspirador de mensajes presidenciales, tras la despedida no suficiente explicada de Steve Bannon.

Pero no conviene confundirse. No es la nebulosa extremista quien mece la cuna del irresponsable comportamiento presidencial. No pocos dirigentes del Partido Republicano alientan a Trump a comportarse de esta manera, con la intención velada, pero transparente a su pesar, de influir en las legislativas de la semana próxima (midterm electrions), en las que se augura un triunfo bastante contundente de los demócratas, e incluso una presencia inusitada de representantes de ala izquierda del partido en la Cámara de Representantes.

También esta versión esta sujeta a cuestionamiento. Hace unos días, el NEW YORK TIMES, crítico habitual con esta Casa Blanca, apuntaba una aparente colaboración entre el jefe del ejecutivo y los demócratas para sacar adelante ciertas propuestas electorales de Trump, en particular el programa de infraestructuras (6). No sería necesariamente maquiavélico este escenario. Trump ha demostrado no tener espíritu partidario alguno, pero no porque combata el sectarismo, sino porque no le importa otra cosa que sus intereses y su imagen. No es por ideología, sino por vanidad.

Por tanto, no es descartable una exhibición errática de Trump, tras el 6 de noviembre, gobernando, o más bien alardeando, a derecha e izquierda, en función exclusivamente de sus cálculos electorales de 2020.

En esa labor a Trump no le importa criar cuervos, o porque cree que pueden ser controlables, o por pura irresponsabilidad. El advenedizo político cree sintonizar con un espíritu intolerante arraigado en numerosos sectores de la población americana donde todavía no se han cerrado las heridas de la guerra de secesión y con otras más recientes de odio y violencia que afloraron en los sesenta del siglo pasado.

EPÓNIMOS POR DOQUIER

Estos peligros de aliento instrumental de la extrema derecha cobran dimensión de alarma en Brasil con la victoria de Jair Bolsonaro, que ha hecho del oportunismo el mejor aliado de su fanatismo cultural e ideológico. La fórmula de mano dura contra la violencia en favelas y calles, la persecución de chivos expiatorios y la agresión a las mayorías pobres y/o empobrecidas desconcertadas o debilitadas ha obtenido el apoyo de la mitad holgada de la población. En fin, un programa de gobierno divisivo y desequilibrado, que podría generar tumultos sociales, en cuanto se empiecen a manifiestar las consecuencias reales y no sólo retóricas o engañosas de su discurso.

También ha criado cuervos la derecha institucional alemana, inconforme con el discurso compasivo de Angela Merkel. Los últimos reveses electorales en Baviera y Hesse han obligado a la canciller a arrojar la toalla con retardo. Ella misma se ha posicionado como “pato cojo” de la política alemana y europea, cansada o quizás irritada por la “traición” de sus propios correligionarios, que han cuestionado su liderazgo desde aquel “verano de los refugiados”, en 2015. Ya nada será igual en Alemania, contaminada por el virus nacional-populista, siempre expuestos a los peores fantasma de la historia autóctona. La socialdemocracia se diluye en una creciente irrelevancia y la derecha nacionalista corre el riesgo también de criar cuervos con su discurso xenófobo. En fin, no estamos en los años treinta del siglo XX, pero se entiende que la preocupación vaya en aumento.


NOTAS

  1. “Donald Trump’s rhetoric has stoked antisemitism and hatred, experts warn”. DAVID SMITH. THE GUARDIAN, 30 de octubre.
  2. Trump embraces ‘wag the dog’ politics”. ADAM TAYLOR. THE WASHINGTON POST, 31 de octubre.
  3. Tesis defendida por dos especialistas en terrorismo islámico: PETER BERGER, en “The real terrorist threat in America. It’s no longer jihadist groups”. FOREIGN AFFAIRS, 30 de octubre; y por  DANIEL BYMAN, en “When to call a terrorist a terrorist”, en FOREIGN POLICY, 29 de octubre.
  4. “How Trump-fed conspiracy theories about migrant caravan intersect with deadly hatred. JEREMY W, PETERS. THE NEW YORK TIMES, 29 de octubre.
  5. “The fourteenth amendment can be revoked by executive order”. GARRET EPPS. THE ATLANTIC, 31 de octubre.
  6. “How a democratic House can work with Trump”. THE NEW YORK TIMES, 26 de octubre.

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