martes. 16.04.2024

Hollande y Valls han acertado. Francia está en guerra y los atentados de París, son actos de guerra.

El país enemigo, el Estado Islámico, tiene el control efectivo sobre un extenso territorio  entre Afganistán e Irán, dispone de un numeroso ejercito, armas sofisticadas y miles de personas que se sienten ciudadanos de ese Estado y que viven y trabajan en Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica, Italia, España y otros países occidentales.

Tienen igualmente el apoyo de otros grupos armados en numerosos países árabes especialmente en Libia, Irak, Somalia, Sudán, Egipto o Malí.

Si Francia está en guerra, España está en guerra. Somos aliados y hemos participado o dado el apoyo directo o logístico en  numerosas operaciones (Libia por ejemplo).

Nos empeñamos en mirar a otro lado, mantener o elevar al máximo el “nivel de seguridad” y seguimos con  nuestras discusiones domésticas de distracción sobre imposibles independencias o guerras mediáticas puntuales sobre si es más corrupto el Partido Popular o Convergencia.

Han muerto 130 personas en París, hay cientos de heridos, pero los asesinos amenazan con seguir matando. Al mismo tiempo otro terrible atentado en Beirut masacra a 48 personas,  y en los frentes activos de Libia, Siria o Irak mueren todos los días civiles de todos los sectores musulmanes enfrentados. El pasado 30 de Octubre un avión ruso con 224 pasajeros se destruyó en pleno vuelo en un posible atentado,reivindicado por el ISIS, y todavía sin confirmar su autoría.

Analizar cuáles son las causas de la guerra debe ser el primer paso. Las interpretaciones sobre las causas serán tan dispares como las soluciones que se ofrezcan.

La más simple es la escuchada y leída en este trágico fin de semana en debates y editoriales. Los asesinos de Paris quieren destruir nuestro modo de vida, nuestra civilización, y por tanto la única solución es la guerra abierta por tierra, mar y aire, el cierre de fronteras,  la prohibición y clausura de mezquitas y la conclusión de que no hay nada que dialogar, ni nada que acordar con el Estado Islámico.

Esa interpretación y sus consecuencias están claras. Más violencia, más atentados y más muertos. En ese sentido es interesante la lectura del artículo de la BBC sobre la situación militar sobre el terreno, después de seis meses de bombardeos en los territorios controlados por el ISIS , de un tamaño aproximado a la mitad de la Península Ibérica.

Sin entrar en temas ya conocidos, y aceptados incluso por los propios Estados Unidos, del origen de grupos como Al Quaeda, ISIS, etc., la realidad actual es que siguen ganando terreno, ampliando su apoyo y su ejército y amenazando con la ocupación de ciudades importantes. La escalada de atentados en Francia en el presente año confirma igualmente la existencia de ciudadanos europeos dispuestos a matar y morir por odio, fe ciega y necesidad de venganza por los islamistas muertos en el campo de batalla y en los bombardeos.

Los miles de “combatientes” “terroristas”, “soldados” del ISIS, como se les quiera llamar, que están asentados en los países europeos son bombas potenciales que van a ir explotando en el momento que les interese, y probablemente cada vez con mayor intensidad.

Cuesta pensar sinceramente que ningún dirigente de la Unión Europea o de Estados Unidos piense que se ha actuado correctamente en los procesos de desestabilización de Libia, Siria, Afganistán, Irak o Egipto. No es necesario, ni es este el lugar, de recordar los gobiernos legalmente elegidos, como el de Egipto, derrocados mediante golpes de Estado, o el apoyo a los rebeldes libios para expulsar a Gadafi, o la decisión firme de expulsar a Bachar el Assad de Siria. Es difícil encontrar un país donde la estrategia política de Occidente en los últimos años haya dado resultados positivos, salvo por ahora, el caso de Túnez.

Sobre las fuentes históricas e ideológicas en las que bebe la idea de la creación de un Gran Estado Árabe durante las primeras décadas del siglo XX y después de la segunda guerra mundial en los antiguos territorios orientales del imperio otomano hay suficiente literatura y misticismo acumulado como para servir de banderín de enganche a muchos fanáticos y muchos mercenarios dispuestos a luchar por la causa que mejor les pague.

¿Cuántos muertos se llevan contabilizados en los países árabes en conflicto en los últimos 5 años? Las cifras son muy elevadas. Fuentes de la ONU hablan de 50.000 en Libia, más el millón de desplazados a los países subsaharianos, 50.000 en Siria más los cientos de miles de desplazados hacia países limítrofes y Europa por todas las vías imaginables. ¿Cuántos en Egipto? ¿Cuántos en Afganistán? ¿Cuántos en Irak?

La inestabilidad en extensos territorios cercanos a Europa continúa provocando un éxodo masivo que irrumpe con fuerza en los países del sur como Grecia e Italia, y que está todavía lejos de resolverse.

Las últimas noticias informan queFrancia ya ha atacado el domingo 15 de Noviembre la ciudad de Raqqa, considerada la capital del Estado Islámico. 10 cazas han lanzado 20 bombas sobre la ciudad. El número de muertos y heridos se desconoce.

Desde finales del año pasado, los aviones franceses Rafale y Mirage 2000 ya operaban con más de 700 efectivos contra el grupo terrorista en Irak. Actualmente han ampliado sus bombardeos a territorio Sirio.

Cabe preguntarse si además de lamentar lo ocurrido, detener y encarcelar a los culpables, y tratar de evitar que esto siga sucediendo, hay alguna vía más que la exclusivamente militar para abordar el problema. Probablemente no basta con que los países occidentales envíen tropas terrestres y sigan bombardeando el califato islámico. Alcanzar acuerdos con países directamente involucrados como Rusia, Irán o Turquía para tratar de salir del peligroso laberinto y de la espiral de violencia que sin duda se va a desatar, no sería una vía a descartar.

Reforzar las políticas armamentísticas, de guerra abierta y total, en vez de seguir explorando las vías diplomáticas, políticas y de acuerdo entre todos los países afectados, es una mala salida que sólo supondrá más odio y reacciones desesperadas. Ese no es el camino a recorrer.

Los atentados de París y sus respuestas