jueves. 28.03.2024
llamarada solar

El conocido doctor en física y divulgador, el estadounidense Michio Kaku, afirmó en una entrevista hace unos días que cuando, antes o después, nos termine impactando la próxima gran llamarada solar como la de 1859, se desatará “el infierno en la Tierra”.

¿Pero podría realmente un nuevo “Evento Carrington” desencadenar un “infierno en la Tierra”? La respuesta parece ser que claramente sí.

Y basta atender a una de las pocas estimaciones oficiales hasta la fecha para comprobarlo, el "Dictamen de la Comisión de Protección Civil, con proyecto de decreto que reforma los artículos 2o. y 82 de la Ley General de Protección Civil” de México de hace ahora 5 años. Uno de los primeros países del mundo en abordar toda esta cuestión e incorporarla de lleno dentro de su sistema nacional de Protección Civil, junto con Estados Unidos y Reino Unido, o Dinamarca, por citar algunos ejemplos.

Y es que efectivamente, conforme a dicho Dictamen de la Comisión de Protección Civil de México un “infierno en la Tierra” es lo que parece describir con toda claridad el informe, todo sumado y desencadenándose en cascada:

1. Posible incremento de la accidentalidad aérea. Afectación del tráfico aéreo, posible necesidad de elaborar protocolos para aterrizajes de emergencia reconocida por las autoridades de EEUU y Reino Unido.

2. Posible incremento de la accidentalidad de tráfico rodado y de medios de transporte por rieles (trenes, tranvías, pero también metros en grandes ciudades), por fallo de semáforos y señalizaciones eléctricas.

3. Posible desencadenamiento de distintos incendios de tipo eléctrico, como se verificó en el evento Carrington de 1859, con la dificultad añadida de la posible paralela afectación de los medios anti-incendio. La posibilidad de grandes incendios múltiples y simultáneos puede suponer grandes dificultades para una correcta evacuación ordenada de determinadas zonas (según el informe de la OCDE “Geomagnetic storms”).

4. Posible fallo general del suministro eléctrico industrial. Posible desencadenamiento de accidentes industriales, en refinerías, plantas químicas, etc., dependiendo de la adecuación de sus protocolos de apagado, reservas diésel de emergencia, etc.

5. Posible fallo general también del suministro eléctrico a domicilios: falla desde la iluminación eléctrica hasta la alimentación de los enchufes donde van los frigoríficos, las cocinas eléctricas, el microondas, el módem para Internet, la radio, computadoras, televisión. O los sistemas de aire acondicionado recomendables para población vulnerable en caso de altas temperaturas y olas de calor.

6. Posible afectación del funcionamiento de ascensores, montacargas y otros sistemas de elevación eléctricos; posible incremento de la accidentalidad y de la multiplicación de situaciones de personas atrapadas, precisadas de rescate, en el conjunto de las ciudades. Deben ser tomadas en consideración las posibles dificultades de evacuación del edificio para personas en cama o de movilidad reducida, en caso de verificarse el no funcionamiento de los ascensores.

7. Posible corte del suministro de agua potable por encima de la segunda planta de edificios al fallar el bombeo. En plantas bajas el suministro prexistente en red continuaría por puro efecto de la presión y la gravedad.

8. Imposibilidad de suministrar combustible desde los depósitos y estaciones de servicio, por fallo de las bombas eléctricas.

9. Posible caída inmediata de las redes de telefonía celular. Posiblemente en pocas horas terminaría de fallar todo el resto de telefonía y radio, dificultando enormemente la gestión para informar a la ciudadanía e intentar dar –después del evento– las recomendaciones que, lamentablemente, no se dieran antes del mismo. 

10. Imposibilidad de retirar efectivo en cajeros automáticos, posible desaparición de hecho de bases de datos electrónicas bancarias, financieras o tributarias.

satelitePanorama que se complicaría aún más por efectos acumulativos en las siguientes 72 horas.

1. Posible agotamiento de las reservas diésel de emergencia de las centrales nucleares, en el supuesto de que el propio evento solar no haya generado ya otros incidentes por afectación de transformadores o sistemas, como se constató tras las tormenta solar de Quebec. Posiblemente los reactores nucleares no podrían seguir refrigerando las varias semanas que siguen siendo necesarias tras un apagado de emergencia.

2. Posible agotamiento de las reservas diésel de emergencia de los hospitales, únicamente dotadas, por lo general, de autonomía para unos pocos días. A partir de ese momento posible:

a) ruptura de la cadena de frío de todas las vacunas.

b) posible fallo de los sistemas de diálisis y otros de asistencia vital dependientes de la electricidad.

c) posible fallo general de todo instrumental eléctrico que carezca de alimentación independiente, y hasta de la propia iluminación del edificio.

3. Posible colapso de los servicios de alcantarillados y tratamiento de residuos en grandes ciudades.

a) Posible salida de aguas fecales a superficie ya a partir de las 72 horas en algunas grandes ciudades, desencadenando nuevos riesgos asociados para la salud pública.

b) Posible proliferación de estercoleros improvisados, uso de ríos dando pié a otras posibles contaminaciones indebidas.

c) Posible cese del servicio público de recogida de basura. La creciente acumulación de basuras no hará sino redundar en un riesgo acumulativo para la salud pública conforme vayan pasando las semanas y servir de yesca muy combustible para nuevos incendios fortuitos.

4. Posible cese del abastecimiento a núcleos urbanos. Deja de llegar la flotilla cotidiana de cientos de camiones, aviones y grandes naves que mantienen abastecidas a nuestras ciudades. Agotamiento de stocks como agua mineral, alimentos, mantas, o linternas, en los comercios. Además las carreteras de entrada y salida de las ciudades pueden verse progresivamente colapsadas por los accidentes de tráfico y los vehículos que se han ido quedando sin combustible.

5. Posible fallo de gasoductos y líneas de distribución del suministro de gas.

6. Posibles problemas de seguridad pública, partiendo de la propia dificultad de coordinar fuerzas de seguridad y cuerpos de asistencia sin teléfonos ni medios eléctricos. Posibles intentos de saqueo y desencadenamiento de situaciones potenciales de desorden público en torno a grandes superficies comerciales y de alimentación a la búsqueda de agua mineral y alimentos. De llegarse a una situación de saqueos, posible seguimiento del esquema de “espiral de saqueo”, del centro de la ciudad a su periferia, irían pequeños comercios de barrio, casas temporalmente no ocupadas. En ausencia de comunicaciones de las autoridades el miedo, rumores de todo tipo, y el hecho de que realmente nadie sepa a ciencia cierta qué es lo que ha podido pasar en realidad, no hará sino propiciar todo ello con el trascurrir de los días.

7. Posibles fallos de seguridad en prisiones lo que agrava la inseguridad. Cierres eléctricos, cámaras de seguridad, y otros dispositivos fallan al agotarse las reservas diésel. Incluso donde esto no sea así la escasez de reservas alimentarias antes o después generan motines ante un personal desbordado y que no puede averiguar qué está pasando en sus propias casas.

8. Posible agotamiento progresivo del stock de alimentos y reservas de agua en residencias de adultos mayores, sanatorios, centros de internamiento de menores y albergues, dado el amplio número de personas a las que deben atender.

9. Posible presentación de síntomas iniciales leves de deshidratación por ausencia de agua potable por parte de los sectores más vulnerables. Tras el fallo de las grandes plantas depuradoras que abastecen a ciudades.

10. Posible incremento, progresivo, de los cursos hídricos al cesar su explotación industrial masiva y el bombeo a las ciudades. Determinadas zonas de rivera pueden verse progresivamente inundadas, las infraestructuras hídricas deberán hacer frente al progresivo incremento de los cauces mediante mecanismos no eléctricos o sistemas diésel.

Y hay más, señalan las autoridades mexicanas: "El problema se retroalimenta. El posible colapso previo, ya apuntado, de los sistemas urbanos de alcantarillado puede dificultar, igualmente, la evacuación de fuertes lluvias, añadiendo un riesgo asociado de inundaciones en determinados lugares y la entrada en contacto de aguas limpias con aguas sucias, contaminando las primeras".

La conclusiones de la Comisión de Protección Civil en México se basaron en la información elaborada por la AEPCCE, Asociación Española de Protección Civil para el Clima Espacial y el EMP, que la elaboró originariamente tres años antes, en diciembre de 2011, tal y como publicó Nuevatribuna.

Y algo parecido está sucediendo ahora con su petición a la Comisión Mixta Congreso-Senado de Seguridad Nacional para que nuestro país se adelantase y comenzase a elaborar una “estrategia nacional ante el clima espacial y el EMP”, pero que terminó siendo enviada por un error de dicho órgano a la “Comisión de Agricultura”. Mientras que, finalmente, esa misma propuesta y documentación adjunta haya terminado siendo ahora admitida a trámite por el Parlamento Europeo tras una nueva presentación.

Según explica un portavoz de la AEPCCE, "en España la primera amenaza asociada al clima espacial antes que ninguna tormenta geomagnética es la propia ignorancia. El mal funcionamiento de las instituciones públicas de un lado y también una suerte de estado de opinión tóxico, distorsionado, hacia este riesgo natural, que viene obstaculizando gravemente la intervención preventiva”. 

La organización de protección civil recuerda que desde hace años distintos estudios e informes oficiales vienen reconociendo este riesgo en un 12% de probabilidad de desencadenamiento. En Reino Unido se habla incluso de un 50% de probabilidad según los informes reiterados del National Risk Register of Civil Emergencies, en 2012, 2013, 2015 y 2017.

“Hace tiempo que la propia NASA reconoció públicamente la gran catástrofe global que estuvo a punto de desencadenarse en julio de 2012 y de la que la gran mayoría de la población desconoce hasta que sucedió. En definitiva, distintos organismos nacionales e internacionales, científicos, técnicos, de protección civil, vienen reconociendo todo esto, hasta el punto de que al Parlamento Europeo hemos remitido casi medio centenar de informes y documentos de toda solvencia”, señalan.

Pese a ello -se lamentan- persiste la “pura ignorancia de quienes nunca se han formado en protección civil pero siguen pronunciándose sobre la relevancia o su peligrosidad real como riesgo natural, o sobre si corresponde o no adoptar unas u otras medidas en su gestión, etc, etc. Confundiendo además conceptos básicos y elementales a cada frase, con el único resultado de arrastrar en su confusión a muchos otros, enmarañándolo más todo”, denuncian.

“Al final es un muro de prejuicios e insensatez el que ha venido dificultando, durante años, que toda esa información, dictámenes, documentos, hayan podido llegar a más público sin problema”, afirman. "Esa es una de las explicaciones a que, por ejemplo, la estimación española que finalmente aprobó la Protección Civil de México en 2014, fuera elaborada y dada a conocer en España desde mucho antes, desde finales de 2011, pero, en aquel momento, hace ocho años, todo esto resultaba también “muy divertido” y se hicieron todo tipo de bromas y mucha gente que pudo haber quedado informada desde entonces no lo fue. Y así con cada paso".

La AEPCCE concluye advirtiendo de que "los trolls y otro tipo de negacionistas sin ningún tipo de formación en protección civil son personas que simplemente están interfiriendo con el trabajo de protección civil y contribuyendo a poner en peligro la vida y seguridad de población civil inocente ante la realidad de este riesgo natural. Todo muy divertido, en efecto”, ironizan.

Así será el "infierno solar" de Michio Kaku