sábado. 20.04.2024
yankis

Entre la música de los Beatles, de la Nueva Ola, la magia de los bailes al ritmo de la música alegre y divertida que traducida del inglés por Chucho Avellanet, Lucecita Benítez, Lissette Álvarez de Puerto Rico, mas las creaciones  Leo Dan y Palito Ortega  de argentina, junto a Mirla Castellanos de Venezuela y de México Angélica María, Alberto Vásquez, Manolo Muñoz y varios grupos de la época, transcurría la vida de los que éramos Teenager en 1965.

No debemos dejar de mencionar que en el cancionero dominicano se escuchaban  Aníbal de Peña, Niní Caffaro, Nelson Muñoz y Milton Peláez - este último hacia música de la nueva Ola.

Claro que las responsabilidades de la escuela, la iglesia y la lectura de todo cuanto nos callera en las manos era lo cotidiano. Después de la muerte de Trujillo la política era cosa de los adultos. Aprenderse las letras de la música de John Lennnon y Paul McCartney, eran tareas para presumir de que estábamos en la onda.

Las vacaciones de semana Santa de ese año, fue como siempre: ir a la misa, hacer el viacrucis, escuchar la proclama de la iglesia del año mariano, o año de María la virgen y disfrutar de las habichuelas con dulces que son parte del menú de la  ocasión religiosa-católica por demás.

Cuando termino la semana Santa, hubo clases, pero se advertía algo sombrío. Los profesores hablaban por lo bajo, en los barrios se hablaba de que algo iba a pasar, pero era difícil detenerse a escuchar a los adultos cuando las amigas nos llamaban para escuchar la última canción del "Hit Parade". Para la época, en la Semana Santa las emisoras no tocaban música mundana o popular, había que escuchar música sacra hasta el domingo de resurrección.

Esa fue la última semana de clase, porque el sábado 24 de abril estallo en la noche serena la sirena de la libertad, como bien escribió Aníbal de Peña, en el himno a la Revolución. Con la vibrante voz del doctor José Francisco Peña Gómez y la consigna de "pueblo lánzate a las calles" ciertamente el pueblo lo escucho y lo hizo en todo el país.

Recuerdo perfectamente a mi padre y mis tíos que fueron a la fortaleza Duarte-SFM- donde le enterregarían las armas que resultaron ser colines, no fusiles como se esperaba. El que le dieron a mi papa duro muchos años como trofeo en mi casa.

No obstante, los jóvenes de mi pueblo si se alistaron subieron en camiones para luchar por el retorno de la Constitución del año 1963. Los que llegaron a la capital se enrolaron en los comandos, participaron en la batalla del Puente Duarte, en la Fortaleza Ozama, algunos no volvieron pero los sobrevivientes fueron suficientes para contarnos cinco meses después como había sido todo.

En el ínterin, vivíamos de los rumores: que los hombres ranas estaban acabando con los del CEFA, que Caamaño tenía ganada la revolución y la ilusión de que todo iba a ser distinto se nublo a los cuatro días cuando fue llamado  el refuerzo para impedir el triunfo del pueblo que se había levantado por el respeto a su Constitución.

El 28 de abril, nuestros sentimientos cambiaron, ya no había la alegría por la  música, la era de Teenager la cambiamos por una adolescencia que sentía por primera vez lo que era la dignidad de la patria herida y todo ese ímpetu se volvió compromiso.

Cuando recuerdo los motivos de la revolución entendí que en la esencia de este pueblo late un principio: la Constitución no puede  ni debe ser un comodín.

En abril del ’65 nació el país que tenemos