miércoles. 24.04.2024

¿Están nuestra inteligencia, carácter, personalidad y aficiones totalmente definidos por nuestros genes? ¿Es inevitable que lleguemos a ser como somos? ¿Cuánto se debe a los genes y cuánto al ambiente que nos rodea?

Un grupo de científicos alemanes encabezado por Julia Freund han diseñada y realizado un experimento destinado a responder estas preguntas.

En él situaron a cuarenta ratones genéticamente idénticos en el mismo ambiente para observar si sus comportamientos se desarrollaban de manera diferente.  Si efectivamente sus comportamientos eran diferentes indicaría que además de los genes y del ambiente existían otros factores que hacían variar la “individualidad”.

En el experimento definieron una magnitud a la que llamaron “entropía de desplazamiento”, y la midieron como la frecuencia con la que los individuos se mueven y la variación que tiene sus desplazamientos

Los ratones viven de veinte a treinta meses y en el experimento observaron qué hacían los ratones durante sus primeros tres meses de vida. Esta es una diferencia importante con respecto a estudios anteriores realizados con hermanos gemelos ya que tres meses es un  período apreciable de la vida de un ratón.

En el experimento situaron a los ratones en una superficie de algo más de tres metros cuadrados que contenía plataformas, cubículos y tubos para que pudieran desarrollar mejor sus actividades e ir de un lugar a otro sin la restricción de movimientos de las tradicionales cajas. Cada ratón tenía un dispositivo RFID (radio frecuencia) que transmitía su posición a una de las veinte antenas distribuidas por la zona.

Para estudiar las posibles diferencias de comportamiento definieron una magnitud a la que llamaron “entropía de desplazamiento” para medir la frecuencia con la que se movían y cómo variaban sus desplazamientos. Así si un individuo sólo se desplaza del lugar de la comida al de reposo se dice que su entropía es baja.  A aquéllos para los que es difícil que en caso de hundirse su casa les pille dentro se dicen que tienen una entropía alta.

En el experimento al principio no hubo grandes diferencias entre los ratones, pero según pasaban las semanas se produjo una divergencia en su comportamiento, con algunos ratones saliendo a explorar más que otros. Esa tendencia a explorar se desarrolla según pasa el tiempo y no está determinada únicamente por los genes o las condiciones ambientales.

Lo más interesante del experimento llegó cuando se analizaron los cambios en el cerebro de los ratones exploradores. Antes de finalizar el estudio se inyectó a los ratones un compuesto con el que se pueden ver las células que se están dividiendo. Como es sabido, la mayoría de las neuronas se producen al comienzo de la vida pero hay unas pocas áreas del cerebro donde las neuronas se siguen produciendo todo el tiempo, incluso en la edad adulta.

El estudio mostró que los ratones exploradores eran los que habían producido más neuronas. No se puede afirmar que exista una relación causa efecto entre una y otra cosa pero sí llama la atención. Aunque la mayoría de las neuronas crecen en las primeras fases del individuo hay potencial para que un número limitado de neuronas nuevas se desarrollen. La tesis de los autores del experimento es que estas nuevas células son las encargadas de aplicar ajustes y correcciones dependientes del contexto y la situación que se viva a las pautas más profundas de nuestro comportamiento. Es decir, que la manera en la que vivimos nuestra vida nos convierte en quienes somos.

¿Cómo se produce esto? Los autores reconocen que no lo saben, pero esto no es un demérito sino algo que podría esperarse dada la complejidad del tema. Podría suceder que algunos cambios (se les llama epigenéticos) donde la experiencia modifica la expresión de los genes originaran diferentes trayectorias vitales. También podría ser que individuos supuestamente idénticos por sus genes tuvieran algunas pequeñas diferencias que se fueran mostrando a lo largo del tiempo. Otra pregunta interesante es si estas diferencias observadas son similares a las que tendrían individuos que no tuvieran los mismos genes.

El artículo se publicó en la revista Science el día 10 de mayo y ha recibido algunas observaciones, como por ejemplo, que sería más útil hacer el mismo estudio pero en ambientes separados, de modo que unos ratones no pudieran aprender de otros.

La repercusión que está teniendo este experimento se debe a su aportación de que el cerebro se ve afectado por la manera en la que vivamos nuestra vida.

¿De dónde procede nuestra identidad?