viernes. 19.04.2024

Durante el periodo en que ejerció como alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván promulgó una veintena de bandos. Desde el primero, hecho público el 31 de julio de 1979, año en el que las urnas le llevaron a ser el primer alcalde madrileño de la democracia, hasta el difundido el 8 de junio de 1985, meses antes de su muerte, el Viejo Profesor  trató de inculcar civismo y respeto a los ciudadanos de la Villa y Corte en relación con temas como la limpieza, el ruido o el uso del vehículo, sin dejar de 'tirar de las orejas' a quienes se comportaban con desidia en el cuidado de la ciudad.

Mediante un estilo literario plagado de arcaísmos pero también de buen humor, invitó a los conciudadanos a participar en diferentes eventos, desde las fiestas de Navidad o San Isidro a la manifestación tras el 23-F o el Día del Árbol.

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Ningún madrileño que viviese aquella época ha olvidado aquellos bandos que, impresos en grandes cartulinas blancas, poblaban las calles de la ciudad. Uno de los más curiosos se publicó coincidiendo con la celebración del carnaval de 1983. En él, Tierno Galván defendía la igualdad de la mujer y alertaba sobre la violencia machista que, treinta y cinco años después, sigue siendo, por desgracia, noticia.

En la primera parte, el alcalde recuerda la igualdad de la mujer y las situaciones de "roces, tientos, tocamientos y sobos" que "van más allá de lo que es lícito y tolerable":

          Madrileños: Aun contradiciendo al filósofo, en el segundo libro de las “Éticas”, hay que perder la vieja idea de que sea la mujer varón menguado. Puede ser contradicha sin ambages ni rebozos esta opinión con la larga experiencia que enseña que vale la mujer tanto como el hombre vale en cuanto atañe a las facultades de la inteligencia. Es también capacísima en los ejercicios que requieren esfuerzo y destreza física, a lo que hay que añadir vivaz imaginativa y natural aversión a la melancolía que hácela alegre y siempre dispuesta a cuanto requiere festivo humor.

          Por cuya razón el Alcalde cree que es en extremo conveniente dejar en desuso y sin fuerza alguna los antiguos preceptos que juzgaban contrario al femenil recato que fuesen las mujeres con el rostro cubierto y el cuerpo aderezado con el disimulo de extrañas y a veces risibles ropas, pues son tales las vecinas de Madrid, en cuanto a despiertas y avisadas, que mucho tiene que temer y si el caso llega padecer el varón que, ayudado por la maliciosa ignorancia, crea que con ocasión del disfraz halas de torcer la voluntad contrariando su firmeza y casto trato.

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          Pueden, pues, los madrileños, hombres y mujeres, de cualesquiera edad, divertir la voluntad según su natural inclinación durante los ya cercanos Carnavales, gozando de cuantos regocijos el Concejo desta coronada Villa, con generosidad, aunque sin derroche, ofrece.

          Habrá, además, aquellas novedades que el ingenio de cada cual provea, pues son de antiguo los vecinos de esta Corte gente pródiga en curiosos solaces e imprevistas invenciones en tiempos de Carnestolendas, en los que cualquier travesura es propia, como fingir fantasmas, pasear estafernos, menear tarascas, mover máquinas de cuantioso ruido y aparato, además de deformarse el bulto del cuerpo y rostro con fingidas jorobas, narices postizas, manos de mentira, grandes dientes falsos y otras ocurrencias de mucha risa y común contentamiento, que se acompañan de cantos, bailes, retozos y singulares cortejos en que se hermanan el arte más fino con el mejor donaire y más sutil y popular ingenio.

          Pero advierte también, con amargura, el Alcalde de esta antigua y noble Villa, que con harta frecuencia acaece que en los festejos públicos que con ocasión del Carnaval se ofrecen, no faltan quienes, con más osadía que vergüenza, se dan a roces, tientos, tocamientos y sobos a los que suelen ayudar con visajes, muecas, meneos y aspavientos que van más allá de lo que es lícito y tolerable, particularmente cuando con el desenfado propio del mucho atrevimiento hacen burla de meritísimos hombres públicos, contrahaciendo su imagen, a la que maltratan con vejigas y otros ridículos instrumentos, con daño grave para el respeto y decoro de quienes ostentan públicas dignidades. Encarecemos, por consiguiente, que se empleen estas y otras mañas y habilidades en más prudentes quehaceres y honestos gozos que no dañen el crédito y reputación de Consejeros, Regidores, Alguaciles, Privados, Ministros y otros cualesquiera de semejante lustre y pujos.

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Finalmente,​ advierte sobre el frecuente vandalismo que acompaña a las fiestas de carnaval:

          No es raro, por último, que en estas fiestas de Carnaval, no ya el pueblo llano, por lo común sufrido, sino currutacos, boquirrubios, lindos y pisaverdes, unidos a destrozonas, jayanes, bravos de germanía, propicios a la pelea y al destrozo, rompan sin razón bastante que, a juicio de esta Alcaldía, lo justifique, enseres de uso público que el Concejo cuida, como respaldares de bancos, papeleras, esportillas y cubos de la basura, ayudándose de los más insólitos instrumentos, cuya finalidad propia no es, mírese como se mire, la de quebrar y destrozar.

          De la buena crianza del pueblo de Madrid se espera que sin dejar el esparcimiento adulto y el juvenil retozo, contribuya a cortar abusos tan censurables, obra de muy pocos, que desdora a muchos.

          Téngase pues, antes de que la Cuaresma llegue, días de fiesta, algazara y abierta diversión, sin excesos, según conviene a pueblo tan alegre, discreto y a la vez bullicioso como el de Madrid, de manera que su comportamiento no venga a dar la razón a quienes en tristes tiempos pasados suprimieron estas antiguas e inocentes fiestas.

Fue el decimocuarto bando del alcalde y se publicó el 9 de febrero de 1983.

El bando de Tierno Galván contra la violencia machista y por la igualdad de la mujer