jueves. 28.03.2024
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Barcos en Sevilla. Wikimedia Commons

Terminaba la primera parte de este reportaje sobre los enigmas que en torno al Descubrimiento de América han ido planteándose, mencionando a un pueblo que en sí mismo constituye todo un enigma y que se supone llegó a las costas americanas 500 años antes que Colón. Cuando se estudia la hazaña colombina, a veces para bien, y otras para restarle mérito, se alude a aventureros que llegaron antes que el navegante genovés. Teorías que mantienen que, antes que Colón, descubrieron el nuevo continente otros pueblos, entre ellos, los Vikingos. También apuntábamos que pocas pruebas fehacientes hay de que fuera así, aunque no se descarta. Sirven de poco tales teorías que minusvaloran un hecho, que, si adquiere suma relevancia, no se debe tanto a la riqueza expoliada y a la hazaña, sino a algo mucho más importante que ha marcado la impronta de nuestra sociedad desde entonces. A partir del Descubrimiento, la concepción que el hombre tenía del mundo, cambió, y como consecuencia, la historia de la Humanidad. Con el Descubrimiento comenzó otra era y otra mentalidad, que acabó con la “oscuridad” de Edad Media, con el oscurantismo y el teocentrismo, para abrir la ventana a un mundo cuya medida eran el hombre y su creatividad, como perduración en el tiempo. Tal giro conceptual se debe a la obra de Colón.

Sea quien sea quien llegara primero, lo cierto es que pruebas fehacientes de tales descubrimientos no han quedado; solamente dan fe de la hazaña hechos comprobados y verificados como ocurre con el viaje colombino. El descubrimiento de América fue obra de Colón y unos locos aventureros que como él dieron el giro más importante de la Humanidad. Desde ese descubrimiento el planeta Tierra no es el mismo. El Descubrimiento de América marca un antes y un después en la historia. Pero hay sombras y luces en tales aventuras, la de Colón, que repasamos en la parte anterior, y la de los vikingos, un pueblo que trataremos de descubrir lejos de los prejuicios que por películas y novelas sin fundamento histórico nos han inculcado. Trataremos de descubrir quiénes eran los Vikingos y cómo llegaron a Sevilla, el primer puerto de América. Ciertamente remontaron el Guadalquivir y estuvieron un tiempo en Andalucía. España siempre ha sido atractiva. Tierra de invasiones e intercambios culturales y comerciales desde nuestros más remotos orígenes.

¿Cómo y cuándo aparecieron los vikingos?

Los romanos llamaban bárbaros a los pueblos que no pertenecían a su imperio. Tribus que a partir de la decadencia y división del imperio romano, a finales del s. IV, comenzaron a hostigarles como hicieran antes con ellos las legiones imperiales. Algunos acabaron formando parte del imperio, como los godos y visigodos, y se integraron hasta confundirse con su cultura y convertirse, incluso, al catolicismo. Pero hubo otras tribus que ante el avance de los ejércitos corrieron a refugiarse en la zona más septentrional del continente, en Escandinavia. Allí permanecieron tres siglos, disfrutando y cultivando la tierra en un clima más benigno que el actual. Pasado un tiempo, por causas desconocidas, que no dejan de ser teorías sin posibilidad de probar, como la situación climática, un aumento de la densidad demográfica, o expansión para acumular riquezas, se vieron obligados a abandonar su refugio, y salir buscando botines y sustento. Es uno de tantos enigmas, como el significado de “vikingo”, cuando se trata de indagar en la historia de este pueblo, del que algunos antropólogos dudan que existiera como tal pueblo. Para unos, tomando como raíz “vir” o “var”, podía significar “dios”, o tomando la raíz “vik”, sería “bahía”. Tampoco los etnólogos se ponen de acuerdo en las razones que les movieron a abandonar sus costas e invadir otros pueblos, pues las causas enumeradas no son convincentes, ni hay pruebas, y aluden a otras causas. ¿La productividad de sus tierras no era suficiente como para obligarles a emigrar? No se sabe.

Sea como sea, el caso es que remontaron sus costas para adentrarse más al sur. Inglaterra y sus monasterios fueron los primeros saqueos (Lindisfarne en el año 793). Siguieron otros por Escocia, Irlanda, Países Bajos... Su violencia y crueldad aterrorizaron a los monjes y poblados del norte de Gran Bretaña, y pronto se extendió su mala fama por toda la isla y partes norteñas de Europa. Así ha permanecido hasta nuestros días, en que los imaginamos como demonios, con cascos de cuernos y cubiertos de pieles y hachas amenazantes. Sus invasiones están repletas de relatos aterradores, llegada por sorpresa, devastación, asesinatos y huida con el botín, desde alimentos a orfebrería. Parece que la crueldad es su única característica, según cuentan las crónicas que hablan de los vikingos como sumamente crueles, y temidos por donde pasaban, arrasando cosechas, casas, familias, animales y todo lo que encontraban en busca de botín. Solo eso cuentan. Parece ser que su crueldad y sembrar el terror en los pueblos que invadían, era su principal objetivo. Lógicamente no es historia escrita por ellos, sino por sus enemigos o sus víctimas. Poco más se sabe de estos pobladores nórdicos.

¿Quiénes eran?

Eran tribus que habitaban lo que actualmente serían las naciones de Noruega, Suecia e Islandia, y que nunca llegaron a configurarse como pueblo-nación. Por eso es más grande su leyenda que su historia, que parece de leyenda. Un pueblo que tan pronto como apareció por Europa, desapareció. No se menciona nunca ningún pueblo, según el historiador, antropólogo, y etnógrafo noruego Thor Heyerdhal, conocido como tal. Incluso, como he apuntado, hay dudas sobre el origen y el significado del nombre. “Jamás ha existido grupo étnico alguno que fuera denominado con el término vikingo”, asegura este científico. Hasta su nombre, pues, es un enigma más de tantos como existieron en la Edad Media.

Los vikingos se lanzaron a la expansión, en busca de tierras no tanto para conquistar o colonizar, pues no solían asentarse, al menos no hay pruebas fehacientes de que lo hicieran, a partir del siglo VIII. Quizá una de las principales razones sea, como diríamos actualmente, el abrir nuevos mercados, siendo como era un pueblo costero con una avanzada navegación, cuya expansión naturalmente era a través de los mares. La teoría más aceptada por los investigadores sobre el abandono de su tierra, es la que considera como factor más importante el declive de las antiguas rutas comerciales abiertas durante el imperio romano. Su inactividad pueden haber sido un factor decisivo. Desde la caída del Imperio Romano en el 476, los intercambios comerciales en Europa disminuyeron considerablemente, y la unidad política y de mercado se rompió. Esa interrupción comercial fue aprovechada por los vikingos, donde, con visión comercial, tuvieron la idea de navegar para intercambiar alimentos, pieles, alfarería, orfebrería y esclavos de su tierra por plata y especias.

Se sabe, pese al silencio en otros aspectos, que eran buenos navegantes, cuyos barcos, entre 20 y 30 metros de eslora, construidos de madera de roble, poco permeable, resistente al agua, duradera, y muy flexible, les llevaron hasta las Indias 500 años antes de que llegara Colón. Navegar por ese mar de las Tormentas, lleno de enigmas y desgracias naturales y sobrenaturales, no era moco de pavo, había que saber mucho para correr ese riesgo. Y tener mucho valor. A quién no le estremece que a punto de subir en esas cáscaras de nuez, le cuenten que en esa mar misteriosa y temible, por la que ningún navegante se atrevía, había enormes pájaros de potentísimas garras y picos fuertes, que cogían las embarcaciones por las velas, y las subían hasta lo más alto para desde arriba lanzarlas al agua. O que de las olas surgían monstruos como dragones y serpientes gigantes que con sus lomos de puntas en sierra, semejantes a dinosaurios, volcaban la nave y se comían a sus tripulantes. Ante estas y otras leyendas que en la Edad Media corrían de boca en boca, no es extraño que nadie se atreviera a surcar sus aguas. Junto al valor tampoco se les puede negar conocimientos de navegación, de astronomía, incluso de nutrición para no perecer de hambre. Luego no eran solamente bárbaros ignorantes que arrasaban pueblos y tribus, como muchas veces los ha pintado también el cine.

Vikingos en Andalucía

La primera expedición vikinga al Mediterráneo data del año 840. Cuentan crónicas de esa época que 4000 vikingos en 54 naves remontaron el río Gualdalquivir sembrando el terror en la zona. Según cifras sacadas de la Wikipedia: “En el año 844 otra expedición arrasa la ciudad de Gijón, y sigue la costa atlántica hasta llegar a Lisboa... Después tomaron Cádiz y subieron por el Gualdalquivir, saqueando minuciosamente Sevilla durante 7 días, donde destruyeron la mezquita e hicieron prisioneros a numerosos sevillanos... Quemaron Isbiliya, y Córdoba antes de ser derrotados por Abd al-Rahmán II en la batalla de Tablada, donde murieron más de 1000 vikingos (llamados “majus”) y fueron ejecutados 400 prisioneros. El resto de la expedición huyó perdiendo 30 navíos”. (Para más datos y batallas, remito al lector a cualquier enciclopedia de historia, o bien a esta página de Internet).

Doce años después otra expedición de más de 62 barcos saquea las costas del Levante ibérico, llegando hasta Italia.

No solamente eran buenos navegantes, y crueles hordas en busca de fortuna. También eran buenos mercaderes. Eso y la búsqueda de botines, les llevaba a ir de costa en costa para intercambiar mercancías, llegando a adquirir una amalgama de culturas que cambiaron su forma de vida belicosa, por la de auténticos comerciantes y artesanos. Así sucedió cuando remontaron el Guadalquivir y se instalaron en Al-Andalus, donde sus quesos y otros productos derivados de la leche, como los yogures, adquirieron entre los árabes buena fama.

Vikingos en América antes de Colón

Es uno de los enigmas que levanta más controversias: si llegaron a América antes que Colón. Parece que sí. Hace poco se han descubierto restos de su estancia en las costas del noreste de Canadá, una granja alargada con techo de hierba, típica construcción donde vivían, y restos de escorias que dan a entender que hubo ahí un horno donde fundir y moldear metales para utensilios y armas. Poco más. En 1960 se descubrió este poblado en L'Anse aux Meadaus que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Según la historia/leyenda, cinco siglos antes de Colón, un vikingo llamado Leif Ericson, hijo del famoso Eric el Rojo, llegó a las costas del otro lado del “Mar de las Tinieblas”. Y esas tierras, conocidas como la isla de Terranova, fueron bautizadas por él como Viland, Tierra de Vino. Esta denominación es otro enigma a sumar, pues no hay rastros de viñas, ni antes, ni ahora.

Hay otras muestras que podían dar fe de su llegada, un mapa y una inscripción rúnica en una piedra: Pero tanto el mapa, donde figura un país denominado Viland o Vilandia, como las inscripciones en la piedra con signos rúnicos, hallados recientemente, se ha descubierto que eran falsificaciones.

Ni los vikingos, ni los Templarios, ni Colón...

Como colofón a todo lo expuesto hay quien dice, entre ellos el ex presidente francés Jacques Chirac, que ni Colón ni los vikingos descubrieron América. El continente fue descubierto por grupos de cazadores recolectores siberianos que cruzaron el estrecho de Bering en la Prehistoria, con cuyos descendientes se toparon tanto los vikingos como los conquistadores españoles. Claro que lo dice un francés. Y ya sabemos cómo las gastan los franceses con algo relacionado con los españoles.

Los viajes americanos de los vikingos, incapaces de sobrevivir en las nuevas tierras, no tuvieron ningún impacto histórico. Ni ninguna otra repercusión considerable. La llegada de Colón, el Descubrimiento del Nuevo Mundo, supuso, por el contrario, un cambio radical, como he apuntado líneas atrás, en la concepción del mundo. Tampoco hay que olvidar que casi 500 millones de personas hablan castellano en el planeta, como consecuencia y legado de esa aventura, todavía hoy cargada de misterio. Y fascinación.

Los Vikingos, de Sevilla a América