jueves. 28.03.2024
Sexualidad en la Edad Media
Sexualidad en la Edad Media

La Edad Media es el periodo histórico que se desarrolla entre el año 476, que es el fin del Imperio Romano, y el descubrimiento de América en el año 1492. La sexualidad en la Edad Media estuvo fuertemente reprimida.

Muchos historiadores definen la Edad Media en la Europa cristiana, como una época de retroceso y retraimiento cultural, social y económico. Mientras que en otras culturas como la musulmana alcanzaban un gran esplendor incluida la Córdoba califal.

La Edad Media en la Europa cristiana es la época donde se desarrolla el feudalismo, que da forma a las relaciones de poder y servidumbre entre los señores y sus vasallos.

En todas estas concepciones están presentes las doctrinas cristianas que inundan en aquellos momentos todos los ámbitos de la vida.

La Iglesia impone una visión teocéntrica del mundo, lo que le lleva a un control total de la vida cotidiana.

Marca una época muy retrógrada y en consecuencia represiva de todo lo que signifique sexualidad, de ahí que ésta tenga unas características muy particulares.

La sexualidad en el Medievo se veía como algo pecaminoso, reprobable y peligroso; pero, también, como lo más soñado, meditado y, secretamente, deseado.

El cristianismo separaba el sexo de dos formas, la primera en actos naturales y la segunda en actos contra la naturaleza.

El matrimonio en la Edad Media

La Iglesia impone a la sociedad medieval que el sexo sólo es posible dentro del matrimonio y éste debe tener una finalidad exclusivamente reproductiva.

Utilizan dos términos: “dialetio”, que es el amor honesto y comprometido en el matrimonio, y “honesta copulatio”, que es la práctica del sexo con el casto motivo de la reproducción.

El pensamiento medieval está influido como vemos por la Iglesia, que considera el deseo sexual como una especie de enfermedad.

Por ello, se fomenta la castidad, porque aporta un valor intrínseco y trascendente que nos guiará a salvar nuestras almas.

La virginidad era para la Iglesia el estado ideal para volver a la situación prelapsaria, es decir, antes del pecado original, por la que cuando no quería sexo ni pareja, era porque habían sido agraciados por Dios y habían transcendido su naturaleza pecadora.

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Por el contrario, la fornicación suponía la práctica del sexo fuera del matrimonio. Así entendían la sexualidad en el cristianismo de la época.

Para calmar el ansia sexual de los hombres, se les proponía que se practicaran sangrías en las venas superficiales de los muslos, y a las mujeres que estuvieran excitadas se les recomendaba lavativas de incienso en la vagina.

Los actos contra la naturaleza abarcan para la Iglesia todas las acciones sexuales que no tengan como objetivo la reproducción, destacando entre los más reprobados la zoofilia, la homosexualidad y la masturbación. También se condenaba el sexo entre los muslos, que se usaba como control de natalidad.

Se pensaba que el coitus interruptus podría provocar la ulceración del pene. Se creía que una de las posibles enfermedades del pene era acostarse con una mujer que tiene la matriz sucia, llena de veneno, es decir, la regla.

Si seguimos el libro De Secretis Mulierum” se asegura “que los actos sexuales reproductivos indebidos son causa de defectos de nacimiento, alguna monstruosidad es causada por una forma irregular de coito. Porque si un hombre yace de manera inusual cuando está teniendo sexo con una mujer, él crea un monstruo en la naturaleza”.

Alberto Magno consideraba que los gemelos era el resultado de una mujer que había disfrutado mucho en la copulación.

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El incesto era considerado grave, pero no se consideraba contra natura. El sexo tradicional realizado cuando ya tenía la menopausia la mujer no se consideraba un pecado, pues afirmaba que existía la posibilidad de que obrase el milagro de procrear.

A las mujeres medievales se las educaba para desempeñar papeles eminentemente pasivos: casamiento, sexualidad, gestación, parto y lactancia.

La mujer en el matrimonio nunca buscaba al hombre y era raro que se iniciara la relación con juegos eróticos o que la mujer respondiera de manera activa. La mujer medieval debía solo recibir y aceptar.

El adulterio era considerado un delito, pero dependía del sexo que lo provocase. Era considerado una deshonra de tipo religioso, puesto que atentaba contra la santa institución del matrimonio y alteraba el normal funcionamiento del orden social al aparecer la figura del bastardo.

El adulterio no era igual si lo realizaba el hombre que la mujer, siendo peor visto en la mujer. Si el adúltero era el hombre, se decía que habían caído en el amancebamiento, mientras que si lo realizaba la mujer eran directamente adúlteras.

El marido estaba facultado al principio de la Edad Media a matar a los adúlteros y para disponer de sus bienes como quisiera. Posteriormente, la figura del adulterio sería regulada por el Derecho Castellano antiguo.

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Si seguimos a Burcardo de Worms (965-1025) y su obra “Item de fornicationes nos permite conocer las penas impuestas por los pecados cometidos. Veamos:

“¿Has fornicado con un hombre contra las caderas, como hacen ciertos hombres, es decir, has situado el miembro viril entre las caderas de otro, y por tanto producido semen? Si lo has hecho, haz cuarenta días de penitencia con pan y agua.

¿Has fornicado como ciertos hombres están en el hábito de hacer, es decir, has tomado el pene de otro en tu mano y el tuyo en la suya, y por tanto frotado el otro pene en tus manos, y a través de este placer proyectar semen? Si lo has hecho, treinta días de penitencia.

¿Has fornicado como lo hacen los sodomitas, es decir has insertado tu pene en las nalgas y por lo tanto tenido sexo a la manera de los sodomitas? Si tienes esposa, e hiciste esto una o dos veces, diez años de penitencia. Si lo has hecho habitualmente doce años de penitencia”.

La barraganía era un contrato de amistad y compañía entre un soltero o clérigo con una mujer soltera y cuyas principales características se basaba en la permanencia y la fidelidad.

Se denomina barragana a la amiga o prostituta que vive con el hombre en casa. Si seguimos muchas crónicas, nos señalan la existencia de esta figura en muchos casos del clero, que vivían de forma secreta en la misma casa. Era una figura similar a la que conoceremos como la ama de cura del pueblo.

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La prostitución en la Edad Media

La prostitución era un pecado para la Iglesia, puesto que significaba la fornicación, pero acabó siendo reconocida por la Iglesia y por otros sectores como un mal necesario.

Se argumentaba que los hombres buscasen relaciones sexuales con prostitutas servía para proteger a las mujeres respetables de la seducción o de la violación.

El Gran Consejo de Venecia, en el año 1358, declaró que la prostitución era absolutamente imprescindible para el mundo, a pesar de que la Iglesia la calificó como una práctica moralmente equivocada.

Si seguimos a San Agustín, nos encontramos con la sorpresa cuando dice que “si se expulsa la prostitución de la sociedad, se trastorna todo a causa de las pasiones”.

Era habitual que los prostíbulos y las mancebías estuvieran situados en los extramuros de las ciudades.

Las autoridades los controlaban totalmente y se procuraba que un médico visitara cada ocho días a las prostitutas, para así conseguir evitar las enfermedades de transmisión sexual y se les recomendaban que nunca estuvieran con más de tres hombres en el mismo día.

En aquellos momentos históricos, había mucho miedo a la extensión de pandemias.

Algunas ciudades medievales regulaban que las prostitutas fueran vestidas con algún distintivo que las diferenciara del resto de mujeres, con prendas de ropa como mantillas cortas, faldas de púrpura, cintas rojas en la cabeza… En Florencia se les obligaba a llevar guantes y campanas en sus sombreros.

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Valencia disponía del prostíbulo más grande de toda Europa en la Edad Media. Era la segunda ciudad más grande de la Península Ibérica después de la Granada nazarí. Tenía entonces 75.000 habitantes.

Fue el rey Jaume II en el año 1321 el que ordena constituir este barrio en los extramuros de la ciudad y cerca de la morería.

Valencia era una ciudad en esa época que se distinguía por su potente comercio y se daba la convivencia de distintas culturas, siendo conocido el siglo XV como el siglo de Oro de Valencia.

Era uno de los principales puertos del Mediterráneo y formaba parte del Reino de Aragón que era un Estado que se distinguía por su federalismo. Estaba en pleno proceso de expansión por el Mediterráneo, tanto de forma militar como comercial.

Se constituyó todo un barrio, en el año 1325, para asentarse en el toda la prostitución de la ciudad. Dicho barrio era conocido como “La Pobla de Bernat de Villa”, también se le llamaba como “la Pobla de les femmes pecadrius” y se encontraban todo tipo de prostíbulos, tabernas, hostales y tiendas.

Valencia alcanzó fama por sus prostitutas, que eran las más caras de la Península Ibérica y ganaban auténticas fortunas y en muchos casos provocaban las envidias de las damas de la alta sociedad valenciana.

El barrio estaba formado por casas, que eran alquiladas a las prostitutas junto a tabernas y hostales. Eran casas de un solo piso y sus exteriores estaban adornados de flores y de farolillos de colores.

Normalmente contaban en su interior con un patio y era el lugar donde se celebraban las fiestas más subidas de tono. Las prostitutas esperaban sentadas y bien vestidas y maquilladas a sus clientes.

En esta doble moral que desarrollaba la Iglesia, cambiaba en Semana Santa donde todas las prostitutas eran encerradas en el llamado convento de las Arrepentidas y se les intentaba convencer para que dejaran la profesión con evidente poco éxito.

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Los jurados de la ciudad eran los encargados de cumplir la ordenanza sanitaria por la que se intentaba por todos los medios evitar que surgieran enfermedades contagiosa.

Sigismundo Caval, que era embajador de Venecia, relata lo siguiente: “La ciudad les paga cuatro médicos… y cada sábado ordinariamente las deben visitar a todas y preocuparse de la salud de cada una y si encuentra alguna con algo malo, la ponen en cierto lugar aparte y la cuidan con grandísima diligencia”.

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Fernando el Católico, en el año 1488, dicta una Ordenanza que dice “Que las mujeres que vivan de ganancias vergonzosas no puedan permanecer ni habitar en ningún lugar de la ciudad, excepto en el lupanar. Y que ningún oficial pueda darles o concederles licencia bajo las penas impuestas aquí”.

A pesar de esto, la vida de las prostitutas no era sencilla y estaban totalmente expuestas. Si en la Edad Media la media de vida de la población rondaba los treinta y cinco años, el de las prostitutas era bastante más bajo.

Veamos tres textos que describían el lupanar de Valencia. El primero es del alemán H Munzer “Es también su costumbre el pasear por las calles, hasta bien entrada la noche, hombres y mujeres en tal cantidad que parece una feria. Y sin embargo, nadie es ofendido por otro. Si no lo hubiese visto con mis propios compañeros y en compañía de los ilustres mercaderes de Revenburg, difícilmente lo hubiera creído. Asimismo, las tiendas de comestibles están abiertas hasta media noche, de forma que en cualquier hora puedes comprar todo”.

El segundo texto es de Antoine de Laling, que era el cronista de Felipe el Hermoso y dice: “Después de cenar fueron los dos caballeros conducidos por algunos caballeros de la ciudad a ver el lugar de las mujeres públicas, el cual es grande como un pueblo pequeño y cerrado todo alrededor con muros y una sola puerta….. En este sitio hay tres o cuatro calles llenas de pequeñas casas en cada una de las cuales hay muchachas muy ricamente vestidas de terciopelo y de seda y habrá doscientas a trescientas mujeres. Tienen sus casitas adornadas y provistas de buena ropa. Allí hay tabernas y casas de comidas. Por el calor no se puede allí ver de día y hacen de la noche día: porque están sentadas en sus entradas con una hermosa lámpara colgada encima de ellas para verlas con más facilidad”.

Siguiendo a Antoine de Laling, dice: “Y delante de la puerta de entrada al barrio hay una horca para los malhechores que pudieran entrar dentro. En la puerta hay un hombre encargado de ellos. Quita los bastones de los que vayan a entrar dentro y les dice si les quieren entregar su dinero, si lo tienen, que se los devolverá a su salida, sin pérdida alguna. Por casualidad, si teniéndolo no lo entregan y se lo roban durante la noche, el portero no es responsable de ello”.

La homosexualidad en la Edad Media

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Santo Tomás de Aquino consideraba que el único acto sexual que no era sodomía, era el coito vaginal.

La homosexualidad podía ser castigada con la muerte y otras consecuencias podrían provocar mutilaciones o arder en la hoguera.

Si la homosexualidad se daba en el sacerdocio y eran descubiertos en el momento, eran colgados de una jaula suspendida y les hacían morir por hambre.

La homosexualidad tuvo cierta tolerancia en los siglos X a XII, pero la situación cambio radicalmente a partir de los inicios del siglo XIII.

Si seguimos a Elredo de Rieval (1110-1167) condena a los homosexuales y dice “es un crimen que detestar, por el cual un hombre se vuelve loco por otro hombre, o una mujer por otra mujer; debe juzgarse más dañino que todos los demás vicios".

Se condenó a morir ahogada en el año 1477 a Katherina Hetzeldorfer en el río Rin a su paso por la ciudad de Espira por ser declarada lesbiana.

La masturbación en la Edad Media

La masturbación siempre ha sido clasificada como uno de los pecados más graves y se considera como anti natura pues pensaban que se desperdiciaba la semilla procreadora.

En el libro de Ancrene Wisse del siglo XIII compara la masturbación con la lascivia “con otro o sin otro” y “tocándole en su dulce lugar, o a mi”.También existe la masturbación femenina, pero ésta procura ser ocultada y los traductores de textos omitían los pasajes que hacían referencia a la misma.

A pesar de esto, sí había un cierto morbo en conocer las relaciones lésbicas en los conventos. Las mujeres monásticas se escribían consejos entre ellas, aunque no se publicaron nunca por no ser consideradas de valor literario o teológico.

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La posición del misionero en la Edad Media

El poder de la Iglesia era tal en la Edad Media que imponía a sus feligreses como debían practicar el sexo.

La única posición natural para el sexo era la del misionero, en la que el hombre se situaba encima de la mujer.

Las otras posiciones sexuales como que la mujer se colocara arriba del hombre o la llamada coito a tergo, donde el hombre se sitúa detrás de la mujer, no era permitido, porque según ellos se altera el rol de la pareja.

Por supuesto, el coito anal y el sexo oral eran pecados porque su única finalidad era el placer y no la reproducción.

Los condones y los consoladores en la Edad Media

Los condones en la Edad Media eran de lino o de intestinos y vejigas de animales a los cuales se amarraban con un cordel y podían ser usados muchas veces.

Su finalidad no era tanto evitar los embarazos sino como forma de protección contra las enfermedades sexuales, fundamentalmente la sífilis, que hacía estragos en aquella época.

Como se puede observar en la foto, era frecuente el uso de consoladores para uso femenino, e incluso era usado por hombres cuando a estos les faltaba respuesta sexual en su relación con sus esposas.

Las mujeres, que utilizaran consoladores en forma de miembro viril, tendrían una penitencia de un año a pan y agua. Si era el hombre el que usaba un instrumento para la masturbación era condenado a cuarenta días de penitencia.

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Cinturón de castidad

La impotencia en la Edad Media

Cuando un hombre no podía cumplir con sus obligaciones matrimoniales, un grupo de médicos le examinaban el pene para evaluarlo y determinar sí será capaz de procrear.

Si el informe era negativo por encontrarse algún defecto y en consecuencia no podía consumar el matrimonio, la pareja podía separarse legalmente.

El cinturón de castidad en la Edad Media

El cinturón de castidad en la Edad Media era una especie de calzón de hierro que se cerraba con llave. Era colocado a mujeres para evitar caer en tentaciones de infidelidad.

A veces también se usaba por padres para mantener vírgenes a sus hijas antes de casarse, pues cuando se cerraba el candado era imposible que el hombre pudiera realizar el acto sexual.

Se dice que el cinturón de castidad tenía dos llaves, una la tenía el padre o el marido y la segunda un sacerdote, por si acaso le pasaba algo al marido o padre, la abriría el sacerdote.

Debemos decir que sobre el cinturón de castidad hay grandes leyendas, pero era un instrumento que impedía llevar una vida normal, pues impedía andar y no se podía sentar.

Además los metales producían con el tiempo heridas profundas en la epidermis de la mujer que provocaba infecciones vaginales y anales, las cuales podían provocar septicemias.

Además, desde el punto de vista higiénico resultaba muy complicado. Se piensa que algunas veces se utilizaron como defensa de la mujer para que no pudieran ser violadas.

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El derecho de pernada

El derecho de pernada es el derecho de los señores a tomar a sus siervas el día en que se casaban.

La vigencia de esta ley no escrita estuvo presente en España durante la Edad Media.

Era una práctica que no estaba recogida en ningún código legal, pero estaba socialmente admitida, siendo una forma de imponer su poder a las familias que eran dependientes de ellos.

Aunque se desconoce su origen, diversos estudios estiman que el derecho de pernada es una tradición de origen germánico, donde el señor se reservaba el desflorar a la novia.

En la Península Ibérica, la Prima Nocte tiene su origen en la época goda, convirtiéndose en habitual en la época de la reconquista.

Alfonso II incluyó en sus Fueros una ley por la que estipulaba que las siervas se encontraban fuera del derecho del señor.

Alfonso X aprobó igualmente una multa de 500 sueldos y la privación de cargos a quien osara a desflorar a la novia antes del casamiento.

Existen teorías que indican que el derecho de pernada era algo simbólico, pero lo que no se puede negar es que el abuso sexual sobre mujeres de escalas inferiores en la sociedad era algo común.

Este abuso no se daba únicamente en la noche de bodas, sino que podía ser un abuso continuado, ante el cual los súbditos miraban hacia otro lado debido a la superioridad del señor y al temor hacia el mismo.

Había casos en el que los padres o maridos ponían a disposición de su señor a su mujer o hija con el objetivo de conseguir algo a cambio.

En otros casos, los siervos no tenían manera alguna de denunciar el abuso y la mujer debía convivir con la deshonra.

La situación se degradó hasta el punto en el que los soldados de las fortalezas, apoyados en el poder de su posición y la representación del señor que ostentaban, violaban a las mujeres con total impunidad.

Uno de los factores que provocaban la ambigüedad legal del derecho de pernada fue que la unión entre siervos no estuvo reconocida hasta el siglo XII, basándose esas uniones en la conformidad de los padres y de la sociedad.

La importancia del matrimonio radica en que éste es bendecido por Dios, tomando conciencia de su significado los siervos, a la vez que un halo de dignidad nacía en ellos.

Esa dignidad hizo que se fueran oponiendo poco a poco a los que abusaban de ellos. Algunas de estas rebeliones campesinas fueron de gran importancia, como la de los Campesinos de Remesa en Cataluña en el siglo XV o en Castilla en el XIV.

Como vemos, el papel de la Iglesia ha sido totalmente represor con la sexualidad, siendo una forma de control social por el temor a Dios y de paso, servir bien a las elites gobernantes, fundamentalmente reyes y nobleza, dándose una simbiosis perfecta entre poder e Iglesia.

Sexualidad y Edad Media