viernes. 19.04.2024
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La mayor de las monstruosidades que se padecían en Gusen tenía que ver con los castigos colectivos porque suponían irreversiblemente la muerte. Los condenados eran conducidos a un lugar que los presos bautizaron con el nombre de “piscina de la muerte”

El Socialista sacó un artículo en su número del 15 de junio de 1945 que recogía los relatos de los supervivientes socialistas que llegaron a Francia sobre lo que habían vivido y padecido en el Campo de Gusen. Se trata de un texto no muy conocido que resumimos en este artículo.

Los supervivientes hablaban agitadamente. Según la redacción del periódico socialista parecía que querían contarlo todo muy deprisa para terminar en seguida. No se les entrevistó, se les dejó hablar sin interrumpirles.

Muchos de ellos fueron detenidos en Dunkerque en agosto de 1940. En ese momento perdieron su condición de hombres para ser tratados como bestias a las que se podía apalear por cualquier motivo. Fueron trasladados a Bélgica, para ser inmediatamente reenviados a Holanda. Allí fueron concentrados, amontonados, realmente, en un puerto a la espera de ser embarcados con destino a Alemania, aunque allí no permanecerían, ya que pasaron por el país sin parar hasta llegar a Gusen. No sabían a ciencia cierta cuánto tiempo duró el viaje por Alemania, ya que muy pronto dejaron de llevar la cuenta de los días, embotados los cerebros por la extrema debilidad. En el viaje vivieron en un permanente estado de agitación, y que se traslucía en “actitudes absurdas y gestos intempestivos”, y todo envuelto en un silencio que “resultaba penosísimo”, que llenaba muchos períodos de tiempo. Medio insensibilizados fueron descargados en el Campo de Gusen.

Inmediatamente se les puso a trabajar en una verdadera ciudad subterránea destinada a la fabricación de material de guerra. La labor era agotadora, y más por la escasa alimentación que recibían. La mayor parte enfermó en los primeros días, devorados por la fiebre, pero no fueron relevados del trabajo, porque mientras se tuvieran en pie no se reconocía enfermedad alguna. Pero el desfallecimiento llegó a tal extremo que algunos cayeron encima de sus propias herramientas. Recogidos brutalmente por los capataces eran trasladados a una barraca de la que no se volvía a salir. En dicha barraca no se proporcionaba cuidado alguno. Allí se mataba a todo enfermo que entraba, por lo que fue bautizada como la “barraca de la eliminación”. Lo que ocurría dentro no era un secreto para nadie en el Campo, porque los propios capataces se cuidaban de divulgarlo. Ante esta perspectiva, los presos hacían esfuerzos inauditos para no desfallecer, pero eso no impidió que no hubiera ni un solo día en el que no se llevaran a alguien a la barraca de eliminación, provocando mayor zozobra entre los vivos.

Los supervivientes relataron que el trato inhumano aumentó considerablemente después de la visita de Serrano Suñer a Berlín. Al parecer, los guardianes explicaban a los presos españoles los pormenores de la visita del ministro español a Hitler. Entre carcajadas les contaron que Serrano Suñer había intercedido por ellos. Es más, cuando el abatimiento se cernía sobre los españoles, los guardianes les comentaban que podían escribir al ministro para contarle sus penas, que ya se encargaría él de trasladar las quejas a Hitler. En conclusión, escarnio y burla sobre el sufrimiento.

La mayor de las monstruosidades que se padecían en Gusen tenía que ver con los castigos colectivos porque suponían irreversiblemente la muerte. Los condenados eran conducidos a un lugar que los presos bautizaron con el nombre de “piscina de la muerte”, donde había dispuestos unos toneles llenos de agua. Alrededor de cada tonel se colocaba a tres deportados, y se les invitaba a que metieran la cabeza para lavarse. En ese momento se les daba un golpe en la nuca con una maza de hierro, que producía la muerte instantánea. Al principio, los verdugos eran alemanes, pero eso les debió aburrir y decidieron que fueran los propios españoles deportados los que ejecutaran a sus compatriotas. La inmensa mayoría de los designados para ser verdugos prefirieron morir antes que llevar a cabo esa misión, aunque eso no disminuyó las ejecuciones, porque los S.S. ejecutaban a unos y otros, a los designados como verdugos y a los condenados a morir. Solamente un centenar consiguieron sobrevivir.

            “¡Y para qué deciros toda la amargura y tristeza que llevamos con nosotros!

La fuente primaria de este artículo se encuentra en el número 5267 de El Socialista. Podemos consultar el artículo “Gusen, el matadero de Mauthausen” en la página web Deportados, el artículo de Carlos Hernández, “Los deportados españoles en Mauthausen y los datos que deberían estar en la Historia”, en eldiario.es (enero de 2015), y Republicanos españoles en Mauthausen (pdf) de Amical de Mauthausen.

El relato del horror de Gusen de los socialistas españoles