jueves. 18.04.2024
santos julia

Si hay un historiador español en activo cuyos análisis de la realidad del país que es el objeto de sus investigaciones merezcan la pena ser leídos ese es el ferrolano Santos Juliá. Alguien incluso a quien colegas de la categoría de José Álvarez Junco o Mercedes Cabrera y periodistas como Javier Pradera le dedicaron un elocuente homenaje libresco.

Juliá es un creador de opinión, un intelectual en el noble sentido de la palabra, y lo es en tanto que sociólogo devenido historiador y en tanto que escritor sin más. Y Marcial Pons, cuyo sello Historia ya debutara en 1999 precisamente con Juliá, le publicó en 2011 el enésimo libro en su magnífica producción, un volumen muy especial pues amén de ser un recorrido autobiográfico por su profesión como historiador, como autor, como escritor, es a la vez una indispensable reflexión sobre la Transición española a la democracia (él que es un auténtico especialista en la Segunda República española y, siguiendo ese hilo, de la Guerra Civil y del franquismo) y una nueva demostración de su ya célebre adagio “La memoria es una cosa y la Historia es otra”.

Este Elogio de Historia en tiempo de Memoria de que hablamos nos acerca a un artesano de los de verdad, orgulloso sin atavismos de su oficio de historiador, de los que renuncia a la posesión del derecho exclusivo a ocuparse del pasado y a cambio nos rinde la pleitesía de considerarse tan solo un recolector de testimonios para que sepamos enfrentarnos al pasado, a nuestro pasado.

santos julia 2Para Santos Juliá la Historia es, entre otras cosas, “la memoria colectiva de los pueblos”, y para Santos Juliá la Transición no se fundó en el miedo obsesivo o en la aversión al riesgo, antes bien lo hizo porque procedió a “pactar el futuro”, aprovechando una idea, la pactista, que ya venía siendo trabajada desde mediados de la década de 1950 por la oposición comunista. Y, para Santos Juliá, por último, y para quienes seguimos sus razonamientos profundamente historiográficos, los hechos y los actos anteriores a los acuerdos fundadores de nuestro nuevo Estado posfranquista “tienen que ser olvidados como condicionantes del presente y futuro, como factores políticos. Hay que asimilarlos y explicarlos como Historia”.

Retomando lo que el sociólogo y aun no ministro socialista José María Maravall había escrito ya en 1982, lo que ocurrió para nuestro autor tras la defunción del dictador Francisco Franco fue una “transición por transacción”, lograda gracias a que se produjeron “presiones desde abajo” pero también “acuerdos por arriba”, eso sí después de una “profunda transformación de la sociedad” durante el propio régimen franquista.

Aburrido de los inacabables debates “sobre la eterna cuestión del nombre de la rosa”, las discusiones “sin fin sobre puras abstracciones”, Juliá nos lega una lapidaria frase que a modo de guía nos reconforta ante los dimes y diretes de una disciplina evidentemente contradictoria pero no caprichosa: “la Historia cambia a medida que se transforma la experiencia del presente”. Y eso lo dice para aclararnos que el tan traído y llevado fracaso de España como moneda de cambio que explica todo lo que ocurre en su país, el mío, desde el 98, no es sino una falsa moneda más bien que hoy ya no cuela, aunque durante décadas sirviera a quien sirvió para explicar afortunadamente los males de un país guerracivilesco y presa de la megalomanía de un dictador bien aposentado.


Artículo publicado en la revista Anatomía de la Historia

Memoria e Historia: Santos Juliá, historiador