jueves. 28.03.2024
1945
Antiguo cartel del Partido Laboralista.

En los años veinte, parecía muy interesante que confluyeran en el laborismo “obreros del cerebro” con “obreros manuales”

@Montagut5 | La entrada de personajes de la aristocracia británica en el laborismo en los años veinte, en la década en la que llegó al poder en dos ocasiones, y se convirtió en el nuevo pilar del bipartidismo, desbancando a las liberales, generó un debate en la opinión pública del Reino Unido, y que los socialistas españoles siguieron con interés desde las páginas de El Socialista. Creemos que la razón del mismo partía del hecho de que el Partido Laborista estaba alcanzando una dimensión muy grande, pero, además, que miembros de otras clases entraran en la formación se vinculaba con el debate ya añejo en el PSOE sobre el papel en el mismo de personas que no pertenecían a la clase obrera, como el que se sostuvo sobre los intelectuales.

Así pues, en el número del 16 de enero de 1927 del periódico obrero español se incluyó un largo artículo con el significativo título de ¿Por qué ingresan los aristócratas ingleses en el Labour Party?, y que, traducido al castellano, firmaba Arthur Pousonby. Se trataba de una carta que el político laborista dirigió al The Times. Pousonby fue un activo político, escritor y destacado pacifista británico. Hijo del secretario de la reina Victoria, educado en los centros de la élite, ingresaría en la carrera diplomática. En 1906 intentó sin éxito, dentro de las filas del Partido Liberal, ser elegido diputado, aunque lo conseguiría dos años después. Se manifestó completamente contrario a la participación en la Gran Guerra, militando en la Unión de Control Democrático. A comienzos de los años veinte salió elegido diputado ya dentro de las filas laboristas. Sirvió en el primer gobierno de Ramsay MacDonald de 1924 y luego en el de 1929. A finales de los años veinte se significó por la lucha pacifista. En 1928 publicó su más influyente obra donde señaló que la primera víctima de la guerra era la verdad. En la primera mitad de los años treinta estaría en la Cámara de los Lores hasta que salió del Partido Laborista.

Al parecer, el debate se había suscitado por la reciente elección del laborista Oswald Mosley, casado con una hija de Lord Curzon, para la Cámara de los Comunes en una elección parcial. Pousonby se consideraba autorizado a enviar esta carta al periódico en calidad de miembro de ese grupo aristocrático o de gente adinerada, alejado del mundo obrero, y que se estaba acercando al Partido Laborista.

La carta comenzaba, en realidad, comentando la estrategia laborista que había considerado ya hacía un tiempo que admitir exclusivamente en las filas del Partido a miembros de la clase obrera no era muy útil. Parecía muy interesante que confluyeran en el laborismo “obreros del cerebro” con “obreros manuales”, algo que nos recuerda lo que comentábamos al principio en relación con el caso español. El Partido, de ese modo, adquiría un papel verdaderamente representativo, algo que, por otra parte, se estaba demostrando en la práctica en los años veinte.

Pousonby relató su experiencia personal contando su ingreso en el Partido Laborista, contando que nadie se había preocupado de comprobar si tenía o no callos en las manos. Se le juzgó por su actividad política, convicciones y principios, aunque para ser admitido para presentarse a las elecciones sí pasó una especie de examen por parte del Comité local.

Pousonby relataba que no había sufrido ninguna calamidad en su vida, ni tenido que pasar por situaciones por las que los trabajadores sufrían en su vida. Había podido de disponer de todo, y había podido disfrutar de la seguridad y el bienestar que se negaba a la mayoría de los obreros, y por eso mismo, había decidido consagrar sus esfuerzos para que todos disfrutasen de dicho bienestar. No se trataba de nada heroico, sino de sentido común. La situación social no era nada providencial sino fruto de la mala organización que puede ser mejorada. El autor del texto huía del fatalismo y abogaba, como vemos, por el compromiso desde un evidente ejercicio de empatía. Consideraba que no era extraño ese paso que había dado, ya que, lo verdaderamente sorprendente era que los que habían nacido en sus mismas circunstancias se quedaban en las obras de caridad, manteniendo un estado social injusto.

Hemos consultado el número 5601 de El Socialista.

Cuando los aristócratas se hacían laboristas