viernes. 29.03.2024

330px-Azorin01Hoy,  27 de diciembre se cumple el 40º aniversario de la muerte del arquitecto y político socialista Francisco Azorín Izquierdo (1885-1975), considerado como uno de los turolenses de mayor relevancia internacional que, al igual que su paisano Luis Buñuel, tuvieron que exiliarse en México al término de nuestra guerra civil. Su figura, hasta hace bien poco totalmente desconocida en Aragón, ha sido recuperada (y dignificada), además de por el citado Del Cueto, por el historiador Serafín Aldecoa, el arquitecto Antonio Pérez y por diversos artículos de Francisco J. Millán publicados en Diario de Teruel.

Francisco Azorín, “el turolense errante” como lo definió Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes, investigador mexicano y profundo conocedor de la vida y la obra de Azorín, había nacido en Monforte de Moyuela, en la comarca del Jiloca, al pie de la sierra de Oriche, hijo de un guardia civil de Alicante y de una turolense de Aliaga. Tras unos años de residir en la ciudad de Teruel donde estudió el Bachillerato, en 1902, y con tan sólo 17 años, fue becado por la Diputación Provincial para estudiar Arquitectura en Madrid.

Llegado a la capital de España se establece  en el Pensión Canalejas (C/ Montera, 20, 2º izda.), regentada por el también turolense Victoriano Tió Calvo (de Cuevas Labradas), un histórico de los primeros días del PSOE y la UGT. Dicha pensión era lugar habitual de encuentro de dirigentes socialistas, entre ellos, Pablo Iglesias, con quien pese a los 35 años de edad que los separaban, se estableció entre ellos una profunda amistad personal y política, convirtiéndose Azorín en una de las personas de la máxima confianza del entorno de Iglesias.  Serafín Aldecoa se hace eco de un interesante documento conservador en el Archivo documental de la Fundación Pablo Iglesias (referencia AH-23-8) en el que se alude a este hecho en los siguientes términos:

“Es una de las captaciones [la de Azorín] más interesantes de las que con razón debía ufanarse el Abuelo […] Su juventud fue ganada por el socialismo en aquella época de apostolado y ejemplaridad en la que unos hombres, fundamentalmente honestos y de infinita bondad, contagiados de la fe de Iglesias, difundían la doctrina socialista en noble emulación con el Maestro”.

La amistad entre ambos y el dominio de idiomas por parte de Azorín (hablaba francés, inglés, alemán y esperanto), le convirtieron en acompañante habitual de Iglesias en varios congresos de la Internacional Socialista y ello hizo que viajase junto con el fundador del PSOE por Francia, Inglaterra, Escocia, Alemania, Bélgica, Dinamarca o Suecia. Recordemos igualmente que Azorín fue el arquitecto que, junto al escultor Emiliano Barral, fueron los autores del mausoleo de Pablo Iglesias inaugurado en 1930.

Azorín, afiliado al PSOE desde 1902, bien pronto tuvo claras sus prioridades políticas: la formación y organización de la clase obrera, la preocupación por el acceso a la vivienda por parte de los sectores sociales más desfavorecidos. A estos temas dedicó durante toda su vida su intensa actividad política y profesional.

Destinado como arquitecto a Córdoba (1912), fiel a sus ideales socialistas, como señala Aldecoa, impulsó “la construcción  de viviendas sociales a precios asequibles para los trabajadores  como reconocimiento del derecho a disponer de una vivienda digna”. Ya en marzo francisco-azorínde 1919 escribió en el semanario Andalucía un artículo en el que defendía el derecho a la vivienda obrera en condiciones dignas, que garantizasen la higiene, “que aleje las enfermedades” de los trabajadores, viviendas que, según Azorín, despierten “la alegría de vivir”, lo que hoy diríamos que permitan disfrutar de una aceptable calidad de vida. En consecuencia, el modelo de vivienda obrera que propugnaba Azorín era el de la Ciudad Jardín, viviendas individuales, con su pequeña parcela de terreno, rechazando de este modo el hacinamiento en bloques de viviendas. De este modo fue el creador, entre otros,  del proyecto de la Ciudad Jardín de Córdoba o de la construcción de viviendas para obreros en la cuenca minera de Peñarroya. Años después, Azorín sería uno de los principales impulsores de la Cooperativa de Casas Baratas “Pablo Iglesias”, la cual llegó a construir  58.000 viviendas, por todo lo cual Francisco J. Millán no duda en definirlo como “el arquitecto de la clase obrera”.

Su  actividad política fue también intensa: fue el principal concejal socialista que tuvo la capital cordobesa (1918) y más tarde llegó a ser presidente de la Agrupación Socialista  y también de la Federación Provincial del PSOE, además de destacado dirigente de la UGT. Por todo ello se considera a Azorín como el político más importante de Córdoba durante las primeras décadas del siglo XX.

Pese a su arraigo en Andalucía, no olvidó a su tierra natal y, de este modo, Azorín fue el promotor del primer sindicato socialista de Teruel, el de Oficios Varios (1919), más tarde Sociedad de Profesiones y Oficios Varios de UGT.

Con la llegada de la II República, fue elegido diputado del PSOE por Córdoba (1931) y en las Cortes republicanas trabajó en las comisiones de Hacienda, Presupuestos y Suplicatorios y en todas ellas, como señala Francisco J. Millán, dejó constancia de sus prioridades políticas: “la vivienda, el urbanismo o la educación así como el reconocimiento de los derechos de los trabajadores” además de su repulsa al caciquismo que tanto había sufrido en Andalucía como consecuencia de su compromiso político y sindical con el socialismo. Ese mismo caciquismo que ya le había detenido y desterrado en 1919 y que en 1934 le acusó de forma infundada de ser el dirigente del movimiento revolucionario en Córdoba y por lo que se le procesó por “rebelión militar”, procesamiento que, no obstante sería más tarde sobreseído.

Prietista convencido, criticó la radicalización del PSOE por parte de Largo Caballero y, al estallar la guerra, desempeñó un importante papel en defensa de la legalidad republicana ocupando, entre otros, los puestos de Jefe de la Subsecretaría de Obras de Armamento y Municiones, delegado en la Conferencia Internacional del Trabajo, cónsul en Tarbes (1938) y después en Toulouse, puestos desde los que ayudó a ponerse a salvo a muchos españoles perseguidos por el fascismo. Igualmente, participó como delegado del PSOE, junto con Manuel Cordero, en la Asamblea de la Internacional Obrera Socialista (octubre 1938) donde ambos reclamaron el apoyo de los partidos hermanos en la lucha contra el fascismo. De igual modo, realizó acciones diplomáticas ante Francia e Inglaterra a favor de la República “de forma discreta pero siempre en primera línea”.

Durante estos convulsos años, fue un decidido partidario de la unidad de la izquierda, “huyendo de diferencias”, para hacer frente al embate del fascismo, en el Congreso extraordinario del PSOE (Valencia, julio 1937) y en el que presentó una ponencia sobre “El problema internacional”, señalaba: “Hagamos por la unión de los trabajadores todos los esfuerzos y todos los sacrificios sin descansar hasta lograr una fórmula eficaz”.

Pero el imparable avance de la maquinaria de guerra franquista, con el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista, sin olvidar la inhibición de las democracias, sobre todo de Francia y Gran Bretaña, hizo inevitable la derrota de la República. Azorín fue uno de los millares de españoles que se vieron obligados a exiliarse y, en el caso de nuestro turolense,  halló en México una tierra de acogida. En ella desarrollaría una intensa labor profesional y política.

Durante su etapa mexicana, se mantuvo vinculado al PSOE,  colaboró con la prietista Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), retomó el proyecto de la Cooperativa Pablo Iglesias y ya en 1939 representó al Estado de Puebla en la Reunión de Casas Baratas y, fiel a sus ideas, siempre creyó que la vivienda y la educación eran las claves para el desarrollo y la emancipación personal.

En 1972, a sus 87 años, diseñó, junto a su hijo Ángel Azorín Poch y su nieto Telmo Azorín Bernárdez, ambos arquitectos también, el monumento erigido por el Centro Republicano Español de México en la capital azteca en honor al Presidente Lázaro Cárdenas, que tan bien acogió a miles de refugiados exiliados en muestra de gratitud por la acogida que éste brindó a miles de refugiados españoles que, tras la derrota republicana, hallaron allí una nueva patria donde rehacer sus vidas. Muchos ya nunca regresaron y Azorín murió en su México de adopción en 1975, casi al mismo tiempo en que se apagaba la vida de Franco en una cama de u  hospital madrileño tras décadas de una interminable dictadura.

Después de tantos años de injusto olvido, se ha ido haciendo justicia con Azorín, se ha ido recuperando su legado político y su importante labor como arquitecto. Recientemente, en su querida ciudad de Teruel, se ha inaugurado una exposición en su honor titulada “De vuelta a casa. Francisco Azorín, el turolense errante” organizada por la Fundación Amantes para divulgar la figura de nuestro eminente paisano. Una digna bienvenida a Teruel de aquel político socialista, del arquitecto de la clase obrera que, por méritos propios, merece ocupar un lugar destacado en nuestra memoria e historia colectiva.

Francisco Azorín Izquierdo, “el arquitecto de la clase obrera”