jueves. 28.03.2024

madrid@Montagut5 | Los ensanches constituyen una de los medios fundamentales en la reordenación urbana en el siglo XIX. Los ensanches pretendían dar una solución a la escasez de suelo urbanizable en el momento en que las ciudades comenzaban a crecer por el crecimiento de la inmigración rural. Pero, además, había que hacerlo de forma organizada a través de un plano geométrico. Por fin, los ensanches consolidaron la especialización socioeconómica de las ciudades, ya que segregaban la población en distintos espacios según su clase social.

El modelo de ensanche de las ciudades occidentales decimonónicas fue, sin lugar a dudas, el establecido por el barón Haussman en el París del Segundo Imperio, aunque existieron otros modelos, como el vienés, por citar alguno. En España el principal ensanche fue elaborado por el ingeniero Ildefonso Cerdà para Barcelona, impuesto en 1860 por el gobierno frente al proyecto aprobado por el Ayuntamiento barcelonés. El ensanche de Cerdà es una extensa red cuadrangular, formada por una trama de manzanas en cuadrícula y grandes avenidas perpendiculares y diagonales.

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Proyecto original del Plan Cerdá

En Madrid, en el año 1860 se aprobó el plan de ensanche de la capital, elaborado por el ingeniero Carlos María de Castro. La Administración quería crear una ciudad moderna que sirviera como símbolo del Estado liberal. En este caso se conectaba más con el espíritu de los cambios urbanísticos parisinos. La parte más conocida del ensanche madrileño sería el barrio que promovió el marqués de Salamanca.

Otras ciudades que aprobaron ensanches fueron: Bilbao (1863), San Sebastián (1864), Valencia (1865) o Zaragoza (1894). Frente a este auge de algunas ciudades que tuvieron que aprobar ensanches, otras quedaron muy rezagadas, dentro de sus antiguas murallas y cascos históricos.

Los ensanches generaron un fortísimo negocio inmobiliario, fomentando la creación de grandes fortunas al revalorizarse el valor del suelo. El auge de la construcción favoreció también el mercado laboral, absorbiendo mucha mano de obra.

Los planteamientos teóricos de los ingenieros, arquitectos y planificadores, algunos de ellos muy novedosos, no fueron respetados en muchas ocasiones y sufrieron cambios. La especulación modificó los diseños originales, limitando equipamientos, espacios verdes y libres, elevando las alturas de los edificios, etc…, en beneficio del negocio de la construcción, y en detrimento de otras cuestiones relativas a la higiene, la estética y, en general con aquellas relacionadas con lo que hoy llamaríamos calidad de vida. Aún así, algunas de las realizaciones finales, como la de Barcelona, han pasado a la Historia del urbanismo y son estudiadas en todo el mundo.

Ensanches en la España del XIX