viernes. 29.03.2024
Estados Generales

La situación terminó decantándose hacia la guerra a partir del Tratado de Pillnitz  (27 de agosto de 1791) entre el emperador de Austria, el rey de Prusia y en el que participan los emigrados

@Montagut | En la época de la Asamblea Legislativa en los inicios de la Revolución Francesa se produjo una clara controversia entre los partidarios y los críticos de la guerra ante la presión de los emigrados contrarrevolucionarios y de las potencias contra Francia. Pero las dos grandes posturas fueron seguidas o defendidas por distintas razones. Intentemos abordar las causas que hicieron decantarse a algunos personajes y grupos políticos, bien distintos entre sí, hacia un lado u otro.

El primer partidario de la guerra fue el propio monarca Luis XVI. Le interesaba porque constituía el principal medio para librarse de los revolucionarios. Los monarcas –Luis XVI y María Antonienta- pensaban, no sin fundamento, que la potencia militar de los ejércitos europeos, especialmente la del prusiano, derrotaría sin grandes esfuerzos a las tropas revolucionarias, nada entrenadas para el combate. El rey había mantenido contactos secretos con los exiliados y con los soberanos europeos para fomentar y organizar la intervención. Es curioso destacar que, al principio, no respondieron con entusiasmo a los deseos de Luis XVI, ni tan siquiera José II de Austria, hermano de su esposa. Pero su sucesor Leopoldo II y el rey de Prusia Federico Guillermo terminaron por intervenir cuando se produjo la frustrada huida y el consiguiente arresto de los monarcas franceses.

Entre los revolucionarios había también decididos partidarios de la guerra. Los girondinos veían dos grandes beneficios en el conflicto

Entre los revolucionarios había también decididos partidarios de la guerra. Los girondinos veían dos grandes beneficios en el conflicto. En primer lugar, consideraban que un medio para establecer el crédito de los asignados era derrotar a los enemigos internos y externos de la Revolución. Pero no olvidemos que los girondinos eran los más genuinos representantes de la burguesía y que la guerra suponía un negocio redondo, ya que había que pertrechar a las tropas  y abastecer a los ejércitos.

Si los partidarios de la guerra lo eran por motivos distintos, la misma situación se daba entre los contrarios al estallido del conflicto. Los monárquicos constitucionalistas, es decir, los que seguían defendiendo la existencia de una Monarquía en Francia pero controlada y regulada a través de la Constitución, pensaban, al igual que el rey, que si había guerra se perdería claramente, por lo que regresaría la monarquía absoluta. Así pues, era mejor evitar las hostilidades.

Por su parte, los jacobinos pensaban que la guerra no se podía ganar si no se hacía una profunda depuración de la oficialidad que, a buen seguro era favorable a la causa monárquica. Además la guerra generaría una gran inestabilidad cuando la Revolución no estaba todavía consolidada. Robespierre temía la guerra. En todo caso, el modelo revolucionario se podría exportar en el futuro pero cuando estuviera bien asentada la Revolución en Francia.

La situación terminó decantándose hacia la guerra a partir del Tratado de Pillnitz  (27 de agosto de 1791) entre el emperador de Austria, el rey de Prusia y en el que participan los emigrados. Estos contrarrevolucionarios se dedicaron a divulgar machaconamente este acuerdo y se produjeron movimientos de tropas cerca de las fronteras donde los emigrados eran fuertes. Estos hechos hicieron que el rey acudiera a la Asamblea para solicitar la declaración de guerra que fue ampliamente respaldada. El 20 de abril de 1792 se declaró la guerra aunque no al rey de Prusia, y se invitaba al pueblo del emperador austriaco a que se sumase a los contrarrevolucionarios contra su propio monarca, en una suerte de invitación a la revolución. Luis XVI pensaba que la guerra sería corta por lo que hemos expuesto anteriormente. Por su parte, los girondinos tenían la misma convicción porque se iba a emprender una campaña rápida para evitar que el pueblo francés se desmoralizara. Pero ni las tropas francesas fueron derrotadas fulminantemente, aunque sufrieran no pocos reveses iniciales, ni hubo una campaña rápida victoriosa francesa contra el enemigo. La guerra se instaló en Francia y en Europa hasta 1815.

El debate sobre la Guerra: el caso de la Revolución Francesa