jueves. 28.03.2024
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Se han levantado algunas expectativas sobre las posibilidades económicas de la Unión Económica para hacer frente a un epidemia que afecta a los 27 países actuales que no son plausibles. Es verdad que países como Países Bajos, Alemania y algún otro septentrional más han demostrado que el sustrato moral en el que basan su capitalismo es el puro egoísmo y el odio hacia los meridionales que, otrora, les consideraban -les considerábamos- los bárbaros del norte, que era, en un principio, sinónimo de extranjeros. A lo largo de la historia se adquirió su carga peyorativa. Pero esto poco tiene poco que ver con las posibilidades de afrontar la UE los déficits e incrementos de deuda que van a adquirir todos los países y, especialmente, los meridionales por su dependencia del turismo. En esta ocasión los datos son decisivos: el presupuesto de la UE para el 2020 es de 168.700 euros, pero con unas posibilidades de gasto de 153.600 millones, con un PIB total de 15,2 billones europeos de los 27. Pensemos, además, que la mayor parte de estos gastos están comprometidos con las políticas de cohesión y con las políticas agrícolas comunes (PAC). En las últimas reuniones del Eurogrupo se ha hablado de ayudar a los países miembros con 1,5 billones de euros, parte de los cuales serían a fondo perdido (subvenciones) y parte créditos. La pregunta es: ¿de dónde va a sacar la UE el dinero a fondo perdido que se promete? Y la respuesta es que de ninguna parte. Sí podrá el BCE dar créditos a los Estados y comprar deuda de los Estados, pero ni “plan Marshall” intraeuropeo ni subvenciones a fondo perdido suficientes. Dicho de otra forma, para que la UE pudiera dar 1,5 billones a los Estados ¡tendría que multiplicar por 10 su presupuesto!

Por todo lo anterior solo se pueden atisbar tres posibles soluciones que son complementarias y no sustitutivas. La primera sería la del compromiso por parte de la UE -a través del MEDE u otra institución comunitaria- de que harían propia un porcentaje del incremento de deuda por parte de los Estados a partir de, por ejemplo, la fecha en la que la OMS declaró la pandemia hasta próxima fecha a determinar. Esta deuda sería a largo plazo para que la UE pueda absorber a lo largo del tiempo el brutal incremento de sus pasivos. La segunda manera más sencilla, viable institucionalmente y si los cálculos se hacen correctamente, es la de el otorgamiento de créditos del BCE a los Estados ¡con fuertes intereses negativos! La desventaja de este sistema es que los Estados estarían más al albur de los especuladores en su prima de riesgo. La última solo queda recurrir a China y que sea este país quien nos haga un nuevo “plan Marshall” -que podríamos llamar “plan dragón”- a cambio de un trato preferente para el desarrollo de su ruta de la seda y para sus inversiones financieras y reales en sectores que pueden llegar rápidamente a una situación sin salida por la caída de la demanda. El primer candidato quizá sería el automóvil, pero puede haber sorpresas inesperadas en otros que solo son viables con un mínimo de demanda cercana a la que había antes de la pandemia.

La UE es la segunda institución supranacional que más ha fracasado en la necesidad de resolver los problemas más acuciantes de sus miembros. La primera es desde luego la ONU: ¿qué hace este organismo en estas circunstancias? ¿Tiene algo que decir a los Trump, Bolsonaro, Orbán, etc.? La UE, con un presupuesto que apenas sobrepasa el 1% del PIB de sus asociados, es un gigante económico por su PIB pero un enano por su ineficacia. Esperemos que al menos el BCE y la Sra. Lagarde den la talla como la dio Mario Draghi desde el 2015 al frente del banco de la UE y riegue con créditos a sus miembros con ¡intereses negativos! Que los que sean creyentes recen y los que no lo somos confiar que los hados no nos sean esquivos.

Las posibilidades reales de la unión económica