viernes. 19.04.2024
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Foto: EFE

Lejos de mejorar, la pandemia se está agravando a nivel mundial. Ya han muerto 3,2 millones de personas debido al coronavirus, con más de 155 millones de infectados, devastando las economías. Y continúa empeorando. El número de nuevos casos diarios de coronavirus en el mundo se ha doblado desde principios de marzo, alcanzando las dos últimas semanas el pico más alto registrado hasta ahora (el anterior se dio a principios de enero). Y lo que es incluso más preocupante es que la crisis aparece en lugares en los que se creía que se había superado la pandemia, como son los casos de la India y de Uruguay. La India actualmente acumula el 40% de todos los nuevos casos a nivel mundial, con una mortalidad de más de 3000 personas al día. Uruguay, que se había mostrado como un país ejemplar, tiene ahora la tasa de contagio más alta del mundo. Y en Europa una cuarta ola está paralizando el continente, lo que retrasa todavía más la tan necesaria recuperación económica.

¿Por qué está ocurriendo esto?

Para responder a esta pregunta, hay que entender qué está pasando con la pandemia. Y el primer elemento de la respuesta es saber que lo que está ocurriendo era previsible, pues importantes instituciones científicas ya lo habían estado anunciado desde hace tiempo. No se sabía cuándo ni dónde, pero se sabía cómo. Y así fue. El problema no es que no se conociera el peligro que conllevaba ignorar lo que se vaticinaba, sino el hecho de que las autoridades que lo sabían no informaran de ello a la población. Solo más tarde, cuando la pandemia apareció y explotó (y no hay otra manera de definirlo) surgieron las predecibles voces de los mecenas de siempre, personajes superricos y súper influyentes en los medios (como Bill Gates), que alertaron a los establishments mundiales de que estaba en peligro la supervivencia del orden económico actual, promoviendo soluciones que nunca alterarían este orden, al cual había y hay que salvaguardar por encima de todo.

Tales mecenas, voces del “sentido común” y de lo “razonable” promueven soluciones que respetan siempre las coordenadas del orden establecido, que está siendo cuestionado por un creciente enfado popular. El último ejemplo de ello es la movilización de Bill Gates alertando a los establishments políticos internacionales de la necesidad y urgencia de responder a los problemas creados por la pandemia, apareciendo en los principales fórums mediáticos donde la sabiduría convencional se reproduce pidiendo que se movilicen recursos para parar la pandemia, a la vez que se opone a la suspensión de las patentes de las empresas productoras de las vacunas anti covid-19 (lo cual permitiría que pudieran producirse en todas las partes del mundo, facilitando el control de la pandemia). Esta última medida, que es de enorme importancia y relevancia (al permitir la vacunación masiva y elevada inmunización de la población mundial) se topa con la oposición de la poderosa industria farmacéutica productora de las vacunas anti covid-19 y a la que Bill Gates, el gran mecenas, es próximo. Uno de los centros de investigación financiado por el Sr. Gates, el Institute for Health Metrics and Evaluation, mantiene importantes relaciones empresariales con compañías farmacéuticas tales como Pfizer, Merck, Novo Nordisk, Gilead, Glaxo Smitkline, Novartis y otras, lo cual explica su oposición a la suspensión de las patentes, causando con ello que la pandemia no se resuelva (ver Are Bill Gates’s Billions Distorting Public Health Data?, The Nation 12.03.21).

Evitando la resolución del problema

El gran error de aquellos que se oponen a suspender provisionalmente dichas patentes es que no tienen en cuenta que la pandemia no se resolverá en una parte del mundo si no se resuelve en el resto. Y esto es lo que oculta el Sr. Gates. La solución para contener la pandemia requiere no solo la vacunación de los ciudadanos de EEUU, del Reino Unido o de la UE, sino también la vacunación masiva del resto del mundo. La “ayuda” a los países pobres (que es lo que aconseja Gates, enviándoles cantidades de vacunas que son claramente insuficientes) esgrimiendo razones humanitarias (estimulando a la vez la supuesta responsabilidad social del mundo empresarial) es dramáticamente insuficiente, pues la vida de la población de los países ricos depende de la vida de todos los demás.

El porqué de la urgencia de vacunas para todo el mundo

Me explicaré. Supongamos que toda la población de los países ricos esté ya prácticamente vacunada. Pues bien, ello no es suficiente para evitar que se produzcan contagios y muertes, pues el virus cambia constantemente, mutando a nuevas variantes más peligrosas, algunas de las cuales pueden ser resistentes a las vacunas conocidas. Y ahí es donde está el problema: a no ser que en todos los países estemos vacunados e inmunizados, ninguno conseguirá la plena inmunidad. Ya lo estamos viendo ahora en la India. La novedad preocupante en la India es que la nueva variante del virus parece estar atacando también a personas que ya habían sido vacunadas anteriormente. Si es cierto que esto está ocurriendo masivamente, nos encontramos ante el temido y previsto problema. Los supuestos protegidos no lo estamos tanto. Y es ahí donde radica el problema. Los estudios más fiables afirman que sin cambios sustanciales (como la vacunación masiva de toda la población mundial) en el sistema actual de producción y distribución de las vacunas, no se alcanzaría el necesario porcentaje de vacunación para alcanzar niveles de inmunidad en los países en vías de desarrollo en menos de tres años. Y es casi imposible que las mutaciones del virus que constantemente están teniendo lugar no produzcan virus resistentes a las vacunas existentes durante este periodo. Esto significaría que tendríamos que comenzar todo de nuevo, cronificando un problema gravísimo. La famosa inmunidad de rebaño no funciona cuando hay una disparidad tan grande en la inmunidad de la población mundial.

De ahí la enorme urgencia de vacunar a todo el mundo y cuanto antes, lo que podría hacerse en cuestión de meses y no en cuestión de años. Ello explica la presión de más de 100 países (dirigidos por la India y Sudáfrica), junto con la OMS y miles de personalidades y gobernantes de muchas sensibilidades políticas diferentes, que están promoviendo la suspensión provisional (durante el tiempo que dure la pandemia) de las patentes de las vacunas de conocida eficacia para que las puedan fabricar muchos países, tanto los desarrollados como los que están en vías de desarrollo, lo cual podría resolver esta situación en menos de un año. Sabemos que existe la capacidad intelectual y los medios para fabricar estas vacunas (como ya lo hacen ahora, produciendo genéricos más baratos de los productos farmacéuticos existentes, muchos de ellos desarrollados en los países ricos). Y es ahí donde el filántropo y mecenas Bill Gates, cuando indica que los países en vías de desarrollo no son competentes para hacerlo, está equivocado. En realidad, la India, que hoy está sufriendo una crisis enorme por la covid-19, tiene la mayor industria farmacéutica del mundo. Los que se oponen a suspender las patentes sugieren que, en lugar de facilitar la expansión de la producción de vacunas en varias partes del mundo, los países ricos donen vacunas a los países pobres, lo cual están haciendo a una velocidad e intensidad claramente insuficientes que no resuelven el problema.

¿Por qué no lo hacen?

La respuesta es, sencillamente, que no quieren (aunque sea provisionalmente) sentar un precedente: la propiedad intelectual debe respetarse por encima de todo, aun cuando sea a costa de todo lo demás, que es la vida de todos, incluyendo la de la población que está ya supuestamente inmunizada. Esa postura es resultado del enorme dominio de las derechas conservadoras y liberales en las instituciones de gobierno internacional (como las de la UE) que sostienen que el sistema actual ya funciona bien. Así lo indicaba nada menos que el Sr. Thierry Breton, Comisario Europeo del mercado interior de la UE y gran admirador del actual sistema de producción y distribución de las vacunas, que señaló que el sistema actual (supuestamente liderado por las empresas productoras de las vacunas) es el que nos ha permitido tener vacunas en unos meses cuando suelen tardar años. Tal personaje cree, por lo tanto, que son las empresas actuales las que pueden resolver el problema de falta de vacunas a nivel internacional, subrayando a la vez que el hecho de que todos los países pudieran tener acceso a las patentes de cada vacuna no resolvería el problema de la escasez de las mismas.

El error o falsedad de los que se oponen a la suspensión de las patentes

Pero tal argumento olvida, ignora u oculta varios hechos. Uno es que el descubrimiento de estas vacunas se hizo gracias a una enorme inversión pública, tanto en la investigación básica que permitió el desarrollo de la aplicación práctica del conocimiento como en la contratación billonaria (mil millones de millones) por parte de los Estados. Sin estos fondos públicos el desarrollo de las vacunas no habría sido posible. Por cierto, es importante señalar también que, como el economista Dean Baker ha mostrado, Microsoft, la empresa fundada por Gates, no hubiera sido posible sin la enorme cantidad de recursos públicos que se invirtieron para su creación. En realidad, las prioridades de la industria farmacéutica regida por las conocidas “leyes del mercado” van frecuentemente en la dirección opuesta a las necesidades de la ciudadanía. Es más, la competitividad entre las fábricas productoras de vacunas determina una confidencialidad, privacidad y secretismo en la labor investigadora que dificultan incluso el desarrollo científico, pues este requiere la transmisión de conocimiento entre las distintas instituciones investigadoras y empresas productoras de vacunas, traduciéndose en un retraso enorme en el desarrollo normal del conocimiento. La evidencia de ello es enorme.

Todo esto explica que en situaciones excepcionales (como en estados de guerra) los Estados hayan intervenido exigiendo un cambio en la dinámica de trabajo, obligando a anteponer el bien común al interés particular de las empresas privadas. Por ejemplo, durante la II Guerra Mundial, el gobierno federal en EEUU forzó a todas las empresas farmacéuticas, además de dar prioridad a la producción de ciertos productos como antibióticos, a que compartieran todo el conocimiento del que disponían.

Otros ejemplos son la erradicación de la poliomielitis (conocida como polio), que fue posible gracias a la decisión de su descubridor, el doctor Jonas Salk, de no patentarla, no teniendo ninguna aspiración por privatizar el conocimiento derivado de su investigación. “Privatizar la investigación científica -decía él- es tan absurdo como intentar privatizar la luz solar.” Y un tanto igual ocurrió con el control de la viruela. Fue el presidente de EEUU, Ronald Reagan -el primero en promover del neoliberalismo, junto con Margaret Thatcher en el Reino Unido- el que inició este proceso de expansión del derecho de propiedad a bienes comunes, con los enormes costes que ello ha implicado.

¿Son los países en vías de desarrollo incompetentes para producir las vacunas ellos mismos?

Este argumento en contra de la suspensión de las patentes se topa con la realidad de que actualmente la mayoría de fármacos en el mundo (que son genéricos) se producen en países en vías de desarrollo. Son estos países los mayores productores de genéricos, es decir, de los mismos productos farmacéuticos comercializados una vez su patente ha expirado. Son prácticamente las mismas sustancias que se venden a precios mucho más económicos que el original. Ya lo están haciendo y no hay razón para que no pudieran producir las vacunas anti covid-19, llevando un período corto de entre seis y diez meses para comenzar a producirla. En realidad, como ya he indicado, la India, uno de los países más golpeado por la pandemia, es el país que tiene las productoras farmacéuticas más grandes en el mundo. Y un tanto igual en países llamados incorrectamente “pobres”. La gran mayoría de estos países tienen los recursos necesarios para salir de su pobreza. El hecho de que la mayoría de la población sea pobre se debe a que, por lo general, la mayoría no controla sus recursos. No hay duda de que permitir la máxima producción de las vacunas en varias partes del mundo no solo es posible, sino necesario y urgente. Como bien ha dicho el Director General de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom, la única solución a la pandemia es que los países ricos permitan producir las vacunas anti covid-19 que han mostrado su eficacia a los países en vías de desarrollo. Según él, “la solidaridad es la única forma de salir de este abismo”.

Esta solidaridad es urgente también para la resolución de la pandemia en los países ricos (como España), pues además de que estos también se beneficiarían de la producción masiva de vacunas derivada de la suspensión de las patentes, ello facilitaría la vacunación generalizada previniendo la aparición de variantes que fueran resistentes a las vacunas actuales (lo cual es más que probable que ocurra si se continúa sin una vacunación masiva a nivel mundial).

La oposición de los partidos conservadores, liberales y socioliberales a eliminar provisionalmente las patentes de las vacunas anti covid-19

Es preocupante que, debido a la gran influencia de economistas de sensibilidad neoliberal en el PSOE, que gobierna en España (en coalición con Unidas Podemos), este partido votara en el Parlamento Europeo (junto al PP, Vox y Ciudadanos), hace unos días, en contra de la propuesta del eurogrupo parlamentario de izquierda (The Left) (que incluye a Unidas Podemos y otros partidos a la izquierda del grupo socialista) de suspender las patentes de las vacunas anti covid-19 (provisionalmente durante la pandemia) en el Parlamento Europeo. El constante apoyo del PSOE al principio de propiedad y su resistencia a interferir en las políticas del mercado (así como el crónico subdesarrollo de la inversión social en su política industrial) explican el enorme problema de falta de mascarillas y ventiladores en el país al principio de la pandemia. La abundante y exitosa industria textil (con grandes magnates y mecenas como Amancio Ortega, que quiso mostrar su apoyo para resolver la pandemia donando 63 millones de euros en equipamiento a la sanidad) tendría que haber producido mascarillas de forma masiva, bien voluntariamente o forzadas por el Estado, en lugar de producir vestidos de alta costura fuera de España, buscando salarios más bajos fuera del país. Habría sido más patriótico y eficaz que, al menos provisionalmente, hiciera mascarillas y material sanitario, fabricándolos en España, creando empleo. Fue un error que el gobierno no aprendiera de ello y que no interviniera reorganizando la industria española para producir aquellos equipamientos y herramientas que han sido fundamentales para responder a la pandemia (como está haciendo la Administración Biden en EEUU, rompiendo con el trumpismo imperante en aquel país).

El significado de los cambios en EEUU para España

No hay plena conciencia en España de lo que está pasando en EEUU, donde ha habido una protesta sin precedentes frente al trumpismo (que era la expresión extrema del neoliberalismo iniciado por el presidente Reagan, el autor del famoso eslogan “El gobierno no es la solución, sino el problema”), que ha cambiado profundamente la orientación de las políticas federales de EEUU. El trumpismo fue la máxima expresión de la revolución neoliberal, adoptada también, a través de la tercera vía, por la socialdemocracia europea, que pasó de socialdemócrata a socioliberal. Esta revolución suponía el triunfo del mundo empresarial y sobre todo del especulativo y financiero sobre el capital productivo y el mundo del trabajo. La primera medida tomada por el presidente Reagan fue derrotar al mundo sindical en la huelga de controladores aéreos. El grado de extremismo a favor del mundo empresarial que encarnó Trump aparece con toda claridad en su negacionismo, anteponiendo los intereses del mundo empresarial a todo lo demás. El binomio Vox-PP de Ayuso es la versión española de este trumpismo.

Pero lo que no se ha explicado bien en España es la intensidad de la protesta que tuvo lugar en EEUU frente al trumpismo, que se tradujo en la considerable fuerza que tuvieron las izquierdas durante las primarias del Partido Demócrata. Tal influencia derivó en un pacto entre Biden y Bernie Sanders, el candidato socialista, lo que explica el cambio de 180 grados de las políticas federales. Como ha señalado The New York Times, estas suponen la reactivación del New Deal, con una dimensión muy importante: redefinir el significado de política industrial, anteponiendo los productos sociales a la producción de bienes de consumo de carácter mercantil. No es justo ni eficiente para un país producir tanto automóvil, cuando hay tan pocos ventiladores en los hospitales, como tampoco lo es diseñar y confeccionar tantos vestidos de alta costura cuando lo que faltan son batas de protección y mascarillas, o no considerar la atención a los infantes y a las personas dependientes -incluyendo a los ancianos- como un elemento fundamental para garantizar la calidad de vida y bienestar de la población, objetivo que debería ser prioritario para cualquier gobierno que se defina como democrático.

El enorme fracaso del neoliberalismo y su máxima expresión, el trumpismo, explica que, resultado de una movilización popular, se considere que “el gobierno no es un problema sino es parte de la solución”, como afirmó el presidente Biden en su discurso al Congreso, prometiendo en la campaña electoral frente a Trump, apoyar la eliminación de las patentes –tal como había promovido Bernie Sanders-, lo cual acaba de cumplir. No es cierto, por lo tanto, que fuera una sorpresa como han indicado varios medios en España, lo que refleja un conocimiento muy limitado de la realidad estadounidense. Está habiendo un cambio muy notable en el que es interesante subrayar que el The New York Times también apoye la propuesta, así como la máxima dirigente del Partido Demócrata, la Sra. Nancy Pelosi. Ello es un ejemplo más de la importancia de recuperar el New Deal en EEUU, de tal manera que nunca antes ha habido una mayor propuesta de inversión pública -incluyendo la inversión social- que ahora. Lo que es importante de destacar es que, según la encuesta de la cadena NBC, la gran mayoría de la población estadounidense está a favor de estas medidas, incluyendo a la mayoría de votantes republicanos, lo cual ha puesto al Partido Republicano, controlado por los trumpistas, en una situación difícil. La mayoría de la población está a favor de la solidaridad nacional e internacional.

La importante noticia de que el gobierno español acaba de declarar su apoyo a la suspensión provisional de las patentes anti covid-19

Acaba de salir la noticia importante de que el gobierno español ha decidido apoyar la suspensión provisional de las patentes de las vacunas. Sin lugar a dudas, ello se debe a la declaración del presidente Biden de suspenderlas, pues hasta ahora lo sucedido en el Parlamento Europeo iba en sentido contrario. Sería muy positivo que el partido gobernante, el PSOE, recuperara su vocación transformadora y fuera más atrevido para enfrentarse a los enormes lobbies económicos, financieros y farmacéuticos que están interfiriendo en la aplicación de políticas públicas necesarias para mejorar el bienestar de la población española. Es imposible que en España puedan resolverse los graves problemas existentes, magnificados por la pandemia, sin un cambio muy notable de sus políticas públicas, con un mayor intervencionismo del sector público en cubrir los enormes déficits sociales (en sanidad, en salud pública, en educación, en servicios sociales, en vivienda, y en la creación de empleo estable y de calidad). Tales déficits han creado una gran polarización social que dificulta la cohesión del país. No sería justo ni eficiente que, en un momento en el que la solidaridad es tan necesaria para resolver la crisis sanitaria y social, todavía se mantuvieran posturas como la oposición a la suspensión provisional de las patentes a nivel nacional e internacional para resolver y anular la pandemia y recuperar así la actividad económica y el bienestar de la población.


Vicenç Navarro
Profesor de Health & Public Policy, The Johns Hopkins University, y Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, Universitat Pompeu Fabra

La solidaridad es la única forma de salir del abismo de la pandemia