viernes. 29.03.2024
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Tras 40 años de elecciones democráticas al Parlamento Europeo, más de 400 millones de personas fueron llamadas a las urnas en mayo de 2019 para elegir su composición. Esta cámara aprobará la nueva Comisión y será quien ayude a dirigir los designios de la Unión Europea el próximo quinquenio.

Con una participación de las más altas en este siglo XXI (50,95%), nunca antes en la historia democrática de Europa se había dado una Cámara tan fragmentada y diversa, incluyendo actores totalmente contrarios a la misma.

Sin embargo, en la última década, las opiniones sobre la pertenencia o no a la Unión, así como sobre proceso de integración y unificación son dispares en los diferentes países y entre los diferentes grupos sociales.

Las sucesivas ampliaciones del club comunitario y los problemas económicos de los Estados miembros han provocado que la UE sea vista, en ocasiones, como un mero garante de estabilidad económica.

Ante esta situación, diferentes voces han surgido oponiéndose a la estructura de la Unión Europea. Estas difieren mucho dependiendo de dónde vengan y del objetivo final.

Por ello, desde que se empezara a acuñar, el término euroescepticismo ha inducido al error, tanto en medios de comunicación como en círculos académicos, cuando se utiliza para hablar del sentimiento de desafección y lejanía de las instituciones europeas, debido a su carácter heterogéneo y complejo.

Un concepto que induce a error

Así, ha sido definido como la idea de oposición cualificada o contingente a la Unión Europea. Pero también como la incorporación de una contundente y no cualificada oposición al proceso de integración europea. Estos discursos, a día de hoy, poseen una gran incidencia en la agenda política, con mayor relevancia desde el referéndum del Brexit. Desde entonces han ido surgiendo propuestas como el Frexit (Francia) o el Italexit (Italia).

De cara a los comicios de 2019, diferentes encuestas predecían un crecimiento de los partidos euroescépticos. Cabía la posibilidad de que coparan más de un tercio del total de la cámara y, en consecuencia, se encendieron todas las alarmas.

Sin embargo, los resultados electorales, una vez que el recuento es definitivo, han arrojado otra imagen matizada.

Distribución del Parlamento Europeo tras las elecciones de mayo. Parlamento Europeo

Tomando en consideración cada grupo político como si fueran partidos políticos, entre 2014 y 2019 ha tenido lugar un aumento de la heterogeneidad. En este quinquenio se ha pasado de 5,6 a 6,6 partidos parlamentarios efectivos. Es decir, hay un nuevo actor con peso significativo en el Parlamento. Una parte del crecimiento lo explica la evolución de los actores euroescépticos.

Los dos principales grupos políticos comunitarios son los Populares Europeos (PPE) y los Socialdemócratas (S&D), que no podrán reeditar la tradicional mayoría parlamentaria, al disponer de 335 eurodiputados de los 376 necesarios. De esta forma, se abre la posibilidad de entrada del grupo liberal (antes ALDE, hoy Renew Europe) –con quien sumarían 443 miembros- o la entrada de los Verdes –una mayoría de 410-.

En cuanto a los partidos euroescépticos, en el Parlamento saliente estos se encontraban principalmente en varios grupos concretos. Por un lado, la Europa de la Libertad y la Democracia Directa (EFDD). Por el otro, los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE).

También encontramos de estos partidos en la Alianza de Izquierda (GUE/NGL), aunque con posiciones más matizadas. Y, finalmente, la Europa de las Naciones y la Libertad (ENF) donde se hallaba el grueso de estos partidos.

Sin embargo, no todos los partidos en estos grupos son euroescépticos. Pero sí que existen en su interior actores de gran relevancia para la consolidación de dichos discursos. En la legislatura anterior entre los cuatro grupos sumaban en torno a 200 representantes, y en la actualidad han aumentado en 21.

Los Euro-contrarios

Así, las dos principales corrientes contrarias al proyecto comunitario en el actual parlamento se corresponden con Identidad y Democracia (ID), tras la conversión del ENF en ésta, y el EFDD.

En el caso del primero, ha sido el quinto grupo parlamentario, con 73 representantes. Está integrado por las principales formaciones euroescépticas de tendencia conservadoras. Entre las fuerzas representadas se encuentran el FPÖ de Austria o Vlaars Belang de Bélgica, entre otros.

En este grupo también se encuentran los miembros más conocidos (y activos) del club euroesceptico como la Lega italiana, la Alternativa por Alemania y el partido francés de Marine Le Pen, ahora llamado Reagrupación Nacional.

En cuanto al EFDD, el italiano Movimiento 5 Estrellas y el británico Brexit Party son los únicos integrantes, aunque suman el 6% de la representación. Frente a las otras dos familias más heterogéneas, estas dos han cerrado filas sobre el discurso contrario al proyecto de la Unión.

Partidos de corte euroescéptico con presencia en el PE. Elaboración propia

¿Y qué ha pasado en España? ¿Cuál ha sido el aporte español a la ola euroescéptica? Las encuestas predecían que VOX -en favor de la recuperación de la soberanía nacional- obtendría 4 o 5 diputados.

No obstante, el apoyo se quedó en el 6% del voto y 3 representantes de un total de 54. Como actor nuevo en el escenario comunitario, se desconocía en qué grupo parlamentario quedaría integrado. La decisión final ha sido su integración en el CRE, junto a los conservadores británicos o el Ley y Justicia polaco.

Con todo esto, puede decirse que, a pesar de la subida de los partidos de corte euroescéptico, estos no han conseguido el número suficiente de escaños para lograr controlar ni siquiera un tercio de la cámara.

Con 171 representantes de los 751 que conforman el Parlamento Europeo, su consiguiente influencia se verá mermada en las políticas de la UE durante el próximo quinquenio. Importantes y presentes sí, pero dispersos y con limitada capacidad de acción.The Conversation

Sergio Pérez Castaños, Profesor e investigador en Ciencia Política, Universidad de Burgos y Jonatan García Rabadán, Profesor Ayudante doctor. Dpto. Sociología y Trabajo, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

El pinchazo de los partidos antieuropeos