martes. 16.04.2024
farmaceutica

Hablar de patentes en la industria farmacéutica es hablar de algo más que de una patente cualquiera, pues se supone que el principal objetivo de los fármacos es sanar a quienes enferman. Dicho principio nos indica que los intereses de las empresas no pueden estar por encima de las personas que necesitan el tratamiento más adecuado para recuperar la salud que perdieron. Pero la industria farmacéutica pretende ejercer sus beneficios por encima del derecho a la salud, y es ahí donde surge el conflicto que se perpetúa en el tiempo.  

Y si hablamos de patentes procede recordar a la empresa farmacéutica Novartis, cuando reclamó a la India sus intereses comerciales. Dicha empresa tiene la patente, desde 1993, de un medicamento contra el cáncer llamado Glivec, y pretendía seguir ejerciendo esa dispensa sin tener en cuenta otro argumento que no fuese el de sus propios intereses. No es la primera vez que una multinacional farmacéutica intenta hacer valer el derecho de su patente frente a iniciativas gubernamentales que pretenden preservar el derecho de los enfermos. En el año 2001, Novartis, al igual que otras 39 empresas farmacéuticas pusieron una demanda contra el Gobierno surafricano para defender sus patentes frente a los medicamentos genéricos. En dicha ocasión, hubo un gran movimiento social que abortó las pretensiones de las empresas farmacéuticas. Cuando las compañías se enfrentaron al Gobierno sudafricano, una combinación de antirretrovirales de marca para combatir el SIDA costaba más de 10.000 dólares por paciente y año. Actualmente, gracias a la competencia de los medicamentos genéricos, esa misma terapia ha bajado su precio a 500 dólares, aún así el genérico producido en un laboratorio indio la ofrece a 130 dólares por paciente y año. Las cifras hablan por sí solas y eso fue lo que movió al Gobierno indio a introducir modificaciones a una ley impuesta por La Organización Mundial de Comercio, en el año 2005, que beneficiaba el monopolio de las patentes: dichas patentes sólo ofrece exclusividad para la venta del producto, pero no produce mayor efectividad que los tratamientos realizados con genéricos.

Una vez más, la empresa Novartis entró en escena para reclamar al Gobierno indio el derecho sobre la patente del medicamento comercializado con el nombre de Glivec. Si la compañía conseguía su propósito, se condenaba a millones de personas a no recibir el tratamiento adecuado para combatir el cáncer, ya que India produce aproximadamente el 50% de los medicamentos genéricos: los consume y los exporta a los países en vías de desarrollo. “Parece que hayamos vuelto a Sudáfrica y al año 2001”, declaró el Dr. Tido von Schoen- Angerer, doctor que colaboró en la campaña contra la decisión de Novartis.

Con dicha modificación, India también pretendía frenar a las compañías que intentaban introducir nuevos medicamentos que no aportaban nada substancial a los ya conocidos. Mejorar los existentes es fundamental, ya que el cuerpo del enfermo desarrolla resistencia a los fármacos a los que ha sido sometido durante mucho tiempo. Por dicho motivo, los laboratorios suelen lanzar al mercado componentes nuevos de segunda línea que modifican el anterior y, con dicha argucia, pretenden dar continuidad a sus patentes más allá de los 20 años de vigencia que suelen tener las patentes. Es significativo el estudio que sobre el particular realizó la Oficina de Evaluación Tecnológica de Estados Unidos, en 1996; en él se aseguraba que el 97% de las medicinas nuevas lanzadas al mercado eran reproducciones de las existentes con mínimos cambios. En la misma línea, Médicos Sin Fronteras informó que según un estudio publicado en la revista, La Revue Precrire, el 68% de las medicinas que se aprobaron en Francia entre 1981 y 2004 eran meras copias de las anteriores.

Novartis siguió reclamando a India el derecho de patente sobre Glivec, argumentando que debía seguir investigando para mejorar el fármaco y con ello salvar vidas. Pero lo que no dijo es que desde que dicho compuesto se lanzó al mercado la compañía ha obtenido grandes beneficios: sólo en el año 2006 las ventas de dicho producto sobrepasaron los 2.500 millones de dólares. Dicha cifra deja bien claro por dónde van las intenciones de la compañía. Tampoco dicen que suele ser el sector público el que realiza la mayor parte de las investigaciones; en ese sentido, fue un investigador público, Brian Druke, quien realizó la principal prueba sobre el producto estrella de Novartis. Demasiadas omisiones.

Pero el juicio de la compañía contra el Gobierno indio, además del medicamento en cuestión, parecía tener otros objetivos. La compañía, más allá de pelear por el mercado del país, que sabe no puede costearse fármacos tan caros, intentaba impedir que otros países pudieran importar los genéricos indios y, posiblemente, para que otros gobiernos copien la iniciativa. En India, los medicamentos genéricos se producen en cinco farmacéuticas y el anticacerígeno Glivec lo venden por 1.900 dólares, la décima parte del precio fijado por Novartis para el tratamiento de un mes con el producto. Algo que parecen olvidar las multinacionales farmacéuticas, o si no lo olvidan les importa poco, es que la salud pública es uno de los principales derechos humanos reconocido internacionalmente, que los gobiernos deben garantizar a la ciudadanía.

Médicos Sin Fronteras e Intermón- Oxfam recogieron 300.000 mil firmas para impedir que Novatis consiguiera su propósito

Médicos Sin Fronteras e Intermón- Oxfam recogieron 300.000 mil firmas para impedir que Novatis consiguiera su propósito. En 2007, el Tribunal Superior de India rechazó la sentencia de impugnación presentada por la compañía a la modificación de la ley sobre patentes, por no considerarse competente en la materia. La decisión del tribunal indio sobre el contencioso de Novartis fue solo una victoria parcial, ya que la compañía podía apelar la decisión, pero el gobierno se mantuvo firme en su decisión de ofrecer medicinas genéricas para los enfermos. En 2013 India asestó un nuevo golpe a las multinacionales farmacéuticas. El Tribunal Supremo del país asiático dictaminó en contra de conceder una prorroga a la patente al medicamento anticancerígeno de la compañía. Novartis afirmó que era un golpe a los derechos de propiedad intelectual, que además podía tener a largo plazo efectos negativos en la investigación y búsqueda de nuevos medicamentos. La ley india de patentes entró en vigor en enero de 2005, y permite patentar productos que suponen una innovación respecto a los productos lanzados después de 1995 -el año en el que India se unió a La Organización Mundial del Comercio- o para un medicamento renovado que ofrece mayor eficacia que su anterior versión. Novartis asegura que su última presentación de Glivec es más fácil de absorber por el organismo. Pero las compañías farmacéuticas indias y las ONG aseguran que el anticancerígeno de Novartis que presenta como renovado es el mismo lanzado antes de 1995 que, por otro lado, ya es un genérico en la India y se vende muy por debajo del precio que impone Novartis. La decisión permite a la India seguir ejerciendo de farmacia del mundo en desarrollo, además de ser un varapalo para una industria que tiene los ojos puestos en los mercados emergentes. El Supremo consideró que el mesilato de imatinib de la multinacional -comercializado como Glivec en Estados Unidos y en el resto del mundo- es una modificación de un producto anterior que no mejora su capacidad curativa. Una victoria de la multinacional suiza hubiese establecido un precedente legal que habría puesto en peligro la continuidad de la India como origen de medicamentos baratos para los países pobres. “Es el veredicto más importante de medicina en la India”, afirmó Leena Menghaney, de Médicos sin Fronteras, quien añadió que las leyes indias no impiden la concesión de patentes, sino que se abuse de su concesión. Su organización depende en un 80% de los medicamentos indios para el sida utilizados en el mundo en desarrollo.

El veredicto del tribunal afirmó que “el compuesto no satisface las pruebas de novedad e invención que requiere la legislación india”, en referencia al artículo 3d de la Ley de Patentes de la India, que establece que sólo se pueden patentar las innovaciones médicas con nuevas moléculas y nuevas sustancias que mejoren sustancialmente su eficacia. Los sucesivos tribunales del país asiático han rechazado el argumento de que el fármaco mejora en un 30% la absorción del compuesto por el organismo. No obstante, Novartis consIguió la patente para Glivec en 40 países, que generan millonarios beneficios en todo el mundo. Y en esto nos llegó el “Coronavirus”.

El peligro de las Patentes sobre los fármacos (Novartis o el derecho de los enfermos)