viernes. 19.04.2024
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La crisis sanitaria ha sacudido Rusia con menos intensidad en términos cuantitativos: unos 1.500 muertos hasta la semana pasada. Una densidad de población menor que la de otros países y la dispersión habitacional lo explican en parte.

Sin embargo, la debilidad del sistema sanitario ruso, una economía bajo presión por el efecto de las sanciones internacionales, el desfondamiento del precio del petróleo y un estilo de gobierno autoritario y escasamente empático son factores de inquietud.

LA AGENDA, ALTERADA

El confinamiento ha alterado -arruinado- una quincena de acontecimientos políticos de enorme potencial propagandístico. El 22 de abril se iba a celebrar una consulta nacional sobre los cambios constitucionales que eliminaban la limitación de mandatos presidenciales y, por tanto, la perpetuación de Putin en el Kremlin. El 9 de mayo se iba a conmemorar en la Plaza Roja, con un desfile a la vieja usanza, el 75º aniversario de la victoria contra la Alemania nazi.

El coronavirus lo ha barrido todo y el Zar y su círculo de fieles se han replegado detrás de los muros de la fortaleza moscovita

El coronavirus lo ha barrido todo y el Zar y su círculo de fieles se han replegado detrás de los muros de la fortaleza moscovita (1). Segundones tecnócratas aparecen al frente de la gestión de la enfermedad. La figura emergente de la política rusa, el alcalde de la capital, Sergei Sobyanin, fue encargado por el patrón de pilotar la respuesta del Estado a la pandemia. Le precede una imagen de gestor eficiente y riguroso, un técnico sin aparentes aspiraciones políticas (¿quién las tiene en la Rusia de hoy?). Un poco desplazado ha quedado el primer ministro, Mijáil Mishutin, que resultó afectado por la enfermedad. Su papel en el gobierno se reduce al de un contable con poderes, ya antes de la crisis sanitaria.

Este repliegue del líder ruso ha coincidido con un descenso de su popularidad de unos seis a siete puntos (del 70 al 63 por ciento), según una encuesta del Centro Levada. Analistas liberales en Moscú creen ver cierto desgaste del gran líder, pero admiten también la ausencia de alternativa política. La población rusa campea en su habitual escepticismo (2)

En su introspección, Putin prepara la reaparición. Se le supone calculando riesgos y afinando estrategias, internas y externas, inmediatas y a largo plazo. Las urgencias están claras: frenar la enfermedad e intentar que la salida del encierro, prevista para el 12 de mayo, no comporte sobresaltos. La tarea siguiente será aplicar el acuerdo con Arabia Saudí y EE.UU para lograr un repunte del precio del petróleo. El peligroso juego a la baja que el Kremlin practicó con la monarquía árabe para desgastar el rival, pero sobre todo para frenar la nueva fiebre oro negro norteamericano, se les fue de las manos. Rusia necesita que el precio del crudo no baje de 42,5 dólares el barril para sostener el presupuesto. No hay mucho margen de riesgo. Los expertos calculan que la crisis sanitaria provocará una caída del 6% en el PIB.

Estas cifras de catástrofe son similares a las de otros países, aunque el golpe puede resultar más severo por la debilidad estructural de la economía nacional. En compensación, Rusia tiene un cierto margen financiero de seguridad. Dispone de un fondo soberano equivalente al 10% de su PIB, lo que le permitiría aguantar al menos un par de año antes de acudir a préstamos internacionales, según el economista Serguei Guriev, radicado en la facultad de Ciencias políticas de la Sorbona parisina (3).

LA RECOMPOSICIÓN EXTERIOR

Estas incertidumbres económicas obligarán al dueño del Kremlin a replantearse ciertas operaciones exteriores (4). Ya se han operado cambios discretos en Siria y Libia, los dos conflictos más agudos (junto a Yemen) de la agitación árabe iniciada hace una década.

En Siria, el acuerdo con el autócrata Erdogan ha sido celebrado por los propagandistas rusos como una jugada maestra del Putin, porque ha permitido consolidar el debilitamiento de la OTAN en el flanco oriental y apuntalar al agente ruso en la región, el régimen de Assad. La guerra se ha congelado en la provincia noroccidental de Idlib, donde conviven grupos rebeldes de distinta significación, procedencia y patronazgo. En la franja kurda fronteriza con Turquía se mantiene un equilibrio tenso, con una reducida presencia norteamericana en el sector más oriental. Suena a pudrimiento, a crisis perpetua, a solución pendiente durante años. Moscú quiere ahora un parón, hasta ver qué ocurre en las elecciones norteamericanas de noviembre.

Putin y Erdogan, aparentes rivales en Libia como en Siria juegan a ser maestros del tablero, a condicionar movimientos y definir estrategias. A ejercer un doble condominio

En Libia, los rusos también se guardan las cartas. El apoyo activo y contundente que habían prestado al general Haftar en sus sucesivas intentonas de asalto a Trípoli se ha frenado. El militar con ínfulas de dictador se ha visto sacudido precisamente por el relevante apoyo militar que los turcos han brindado al débil gobierno mal llamado de unidad, a cambio de sustanciosas ventajas en el futuro del país. La guerra parece de nuevo estancada, sin previsión de movimiento significativos en las próximas semanas... o meses.

Putin y Erdogan, aparentes rivales en Libia como en Siria juegan a ser maestros del tablero, a condicionar movimientos y definir estrategias. A ejercer un doble condominio.

Con ese frente mediterráneo estancado y un esfuerzo militar aparentemente aplacado, Putin mira al Este para consolidar una alianza que le permita respirar económicamente y  mantener bazas de presión internacional. El acercamiento a China, cauteloso y plagado de contradicciones, puede abrirse a nuevas áreas de oportunidad debido al empeoramiento de las relaciones entre Washington y Pekín, a causa del coronavirus. El Secretario Pompeo sigue empeñado en culpabilizar a China y Trump amenaza con la reapertura de la guerra comercial, en esta ocasión como castigo.

rusia_chinaPutin, como es lógico, ha seguido un camino distinto. Aunque en canales más discretos de comunicación entre las burocracias de ambos países se habrían producido reproches rusos por la gestión inicial de la pandemia en Pekín, el aparato de propaganda ruso ha aireado otro relato. En abril, Putin habló por teléfono con Xi Jinping para felicitarle por haber ganado la “guerra contra el virus”.

Los grandes conglomerados económicos rusos cuentan con una pronta recuperación de la economía china para sus exportaciones de materias primas. El comercio bilateral en general aparece como un factor de sostenibilidad en esta etapa procelosa. En los primeros meses de este año calamitoso, mientras el comercio exterior chino cayó un 8,4%, el bilateral con Rusia aumentó un 3.4%. En los planes rusos de mejorar su infraestructural digital, los productos chinos aparecen como los principales proveedores, con el 5G de Huawei al frente. Los sistemas de vigilancia callejera y ciudadana aplicados por las autoridades china durante la crisis del coronavirus hacen las delicias del Kremlin (5). Putin se prepara para el mundo post-Covid 19.


NOTAS

(1) “Russia’s leaders are self-isolating from their people”. TATIANA STANOVAYA. CARNEGIE MOSCOW, 7 de abril.
(2) “Are Russians finally sick of Putin?”. ANDREI KOLESNIKOV. CARNEGIE MOSCOW, 7 de abril.
(3) “Au Kremlin, le coronavirus a tour gâché’”. SYLVIE KAUFFMANN. LE MONDE, 22 de abril.
(4) “The imperatives and limitations of Putin’s rational choices. PAVEL K. BAEV. BROOKINGS INSTITUTION, 28 de abril.
(5) “The Pandemic could tighten China’s grip on Eurasia”. ALEXANDER GABUEV. FOREIGN POLICY, 23 de abril.

Putin se autoconfina