viernes. 29.03.2024
OTRA LECTURA DE LA CUMBRE DE MONTAUBAN

Los cambios de dinámicas en las relaciones bilaterales desde la transición

El análisis de las relaciones franco-españolas de los últimos cuarenta años sirve para ofrecer más importancia a la situación bilateral actual y también a la política exterior de España.
cumbre montauban
Cumbre Montauban. (Imagen: La Moncloa)

En las últimas semanas, el debate político español ha estado monopolizado por las mociones de censura de Murcia y Castilla y León y por la convocatoria de elecciones en Madrid. Eso ha provocado que el resto de cuestiones gubernamentales, sobre todo las relacionadas con la actividad exterior española, hayan quedado en un segundo plano. Sin embargo, que hayan pasado desapercibidas para la opinión pública no quiere decir que sean asuntos menores. Uno de los ejemplos de esta situación ha sido la XXIV Cumbre franco-española celebrada de Montauban. Este encuentro ha sido relevante por dos motivos diferentes.

Primero, porque se ha celebrado en Montauban, localidad donde se encuentran la tumba de Manuel Azaña. Eso ha permitido volver a homenajear al presidente de la II República, como en 2019, pero en esta ocasión con el amparo del país vecino, que ha servido para reforzar la política de memoria democrática que se puso en marcha en España hace unos años. El apoyo francés para que la cumbre se realizara en este punto simbólico para la historia de España demuestra el buen clima que existe actualmente entre ambas administraciones.

Segundo, porque se han logrado acuerdos importantes en las diferentes reuniones entre los ministros que han participado en la Cumbre. El más relevante de todos ha sido la aprobación de la doble nacionalidad, un elemento que hasta ahora la legislación española no contemplaba. Esto supone, entre otras cosas, un reconocimiento de todos los emigrantes españoles que durante la dictadura tuvieron que emigrar a Francia por motivos políticos o económicos. Al mismo tiempo, también ha habido nuevos convenios en materia de educación (Memorandos de Entendimiento), en cuestiones de defensa (cooperación en África) y también otros pactos relacionados con el avance en la integración europea y con la lucha contra el cambio climático.

Un análisis en perspectiva histórica de esta Cumbre permite ofrecer nuevos puntos de vista a la hora de comprender la importancia del encuentro, pues la relación con Francia no siempre ha sido tan sencilla. Durante la segunda mitad de los años setenta y en el inicio de la década de los ochenta, los asuntos bilaterales se caracterizaron por la tensión continua. Ramón Luis Acuña catalogó esta situación como los “dientes de una sierra”. Los problemas, fundamentalmente, estaban relacionados con tres cuestiones.

En primer lugar, la petición española para la adhesión a las Comunidades Económicas Europeas en 1977 se produjo en un momento muy complejo del Mercado Común. Los problemas ocasionados tras la integración británica, los debates sobre la PAC y la crisis económica provocaron que desde EEUU hablaran de euroesclerosis. Al mismo tiempo, en Francia, algunos colectivos sociales entendieron que la entrada de España a Europa supondría un problema de competencia para sus productos agrícolas y pesqueros, por lo que se opusieron a la incorporación española a la CEE. Esta situación, junto con los problemas derivados de la pesca, provocó un enfrentamiento constante tanto a nivel social como político. Los boicots a camiones españoles de frutas y verduras en Francia y a camiones franceses de pescado en España fueron una muestra de todos esos problemas.

En segundo lugar, la falta de colaboración de las autoridades galas en la lucha contra el terrorismo de ETA durante la transición aumentó los problemas entre ambos países. Desde el Gobierno de la UCD llegaron a acusar públicamente a Francia de “santuario terrorista”.

En tercer lugar, la mala relación personal entre Valéry Giscard d´Estaing y Adolfo Suárez también influyó negativamente en las conversaciones a ambos lados de los Pirineos. Además, la llegada de François Mitterrand en 1981 tampoco supuso un gran cambio en las relaciones bilaterales. Hubo que esperar a 1983 y 1984 para que las relaciones cambiaran de dinámicas. Esas transformaciones hacia la convergencia bilateral no solo fue el resultado de la confluencia socialista en los dos países, sino, sobre todo, fue gracias a la nueva coyuntura europea. En enero de 1983 se inauguraron los seminarios bilaterales que servían para reunir a ambos gobiernos. Esos encuentros a partir de 1987 adquirieron el formato de cumbre, muy similar al actual.

Desde ese momento hasta la actualidad, como todos los acontecimientos históricos, las relaciones bilaterales no han seguido una línea continua de progreso, sino que han tenido que atravesar momentos de avances y también de retrocesos. A principios del siglo XXI, cuando coincidieron en los gobiernos José María Aznar y Jacques Chirac, la situación empeoró. En esos momentos, la política exterior española abandonó el eje europeísta franco-alemán para unirse al eje británico-americano, lo que supuso un empeoramiento de las relaciones. Además, los diferentes conflictos con Marruecos se tradujeron en un distanciamiento entre Madrid y Paris.

El análisis de las relaciones franco-españolas de los últimos cuarenta años sirve para ofrecer más importancia a la situación bilateral actual y también a la política exterior de España. Pese a los problemas nacionales, no hay que olvidar que las dinámicas internacionales son esenciales para el desarrollo de Europa y de los estados.


Sergio Molina García (Universidad Complutense de Madrid)

Los cambios de dinámicas en las relaciones bilaterales desde la transición