martes. 23.04.2024
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Antes de declarada la pandemia de Covid-19, las autoridades sanitarias de los Estados Unidos habían advertido el creciente número de fallecidos por consumo de opiáceos. Christopher Evans, titular del Departamento de la Administración de Drogas (DEA), denunció en su reporte anual del 2020 que América estaba viviendo una “epidemia de abuso a los opioides”. Los fallecidos por sobredosis en 12 meses fueron 83 mil, el mayor número de muertes registrado en la historia de Estados Unidos, según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades. Un incremento que en plena ola de coronavirus representó 227 muertes diarias.

La "epidemia de abuso a los opioides", tal como la llamó Christopher Evans, comenzó con lo que los miembros de la comunidad médica llaman “guerra contra el dolor”; una campaña publicitaria mediática que alentaba desde las pantallas a combatir los dolores mediante el consumo de píldoras que contenían oxycodone, un opiáceo cien veces más potente que la morfina que generó entre sus usuarios una gran adicción.

Detrás de la campaña de esta droga legal estuvieron Purdue Pharma, Johnson & Johnson, McKesson, Cardinal Health y Amerisource Bergen, entre otras. Estas farmacéuticas distribuyeron por todo el territorio estadounidense las “painkillers” o pastillas contra el dolor, recetadas en primera instancia para combatir padecimientos severos, comúnmente asociados a cánceres terminales. Sin embargo el éxito de ventas de este opioide hizo que la competencia entre las distribuidoras se agudizara. Los visitadores médicos fueron incentivados con mayores porcentajes por sus ventas; mientras que los profesionales de la salud comenzaron a recetar oxycodone aún cuando el dolor del paciente no lo requiriese.

Para los observadores más críticos, lo que comenzó con la prescripción de un analgésico se convirtió en una adicción detrás de la cual se esconden los intereses de la industria farmacéutica

“El Farmacéutico”, la polémica serie documental recientemente estrenada en Netflix, narra la lucha  de Dan Schneider, un padre que intenta desvelar lo que se oculta detrás del asesinato de su hijo en uno de los barrios más peligrosos de Nueva Orleans. Schneider es uno de los primeros denunciantes del incremento de muertes por sobredosis de oxycodone, la droga legal, publicitada y autorizada para su consumo, a la que miles de adolescentes estadounidenses ya son adictos.

La industria farmacéutica, ávida de ganancias, distribuye sin restricciones la droga más adictiva creada en los laboratorios de los Estados Unidos. Más de 30 estados registran un incremento de muertes por sobredosis, según los nuevos datos. En octubre de 2017, Donald Trump declaró el estado de emergencia sanitaria. Sin embargo los recursos financieros anunciados fluyeron lentamente. En ninguna otra parte del mundo occidental hay tantas personas adictas a los opiáceos y sustancias similares como en Estados Unidos. Para los observadores más críticos, lo que comenzó con la prescripción de un analgésico se convirtió en una adicción detrás de la cual se esconden los intereses de la industria farmacéutica.

Opiáceos, la epidemia de la que no se habla