miércoles. 24.04.2024
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Nos acercamos rápidamente a las elecciones de la presidencia de Norteamérica. No hay nada seguro, salvo que, si repitiera Trump, las consecuencias podrían ser nefastas para el país y en general para el conjunto de la humanidad.

Mucha gente se preguntará ¿cómo es posible que un personaje de estas características y con un balance de gobierno tan desastroso, incluso para quienes creyeron en sus demagógicas promesas, puede continuar al frente de la democracia más rica y poderosa del mundo?

Como suele ocurrir, y no solo en Estados Unidos, el triunfo de un candidato presidencial o de un partido no se explica solo por sus aciertos o promesas, sino también por las carencias y deficiencias de las otras alternativas en juego.

Y lamentablemente la candidatura demócrata no es que suscite gran entusiasmo. Joe Biden, con nada menos que 77 años, situado en el centro político del Partido Demócrata, de origen irlandés, católico, de clase media, con casi cuarenta años como congresista, tiene como rasgo más destacado el haber sido vicepresidente durante los dos mandatos de Barak Obama, sin duda para compensar con su moderación el excesivo perfil innovador del primer presidente negro de Estados Unidos.

Kamala Harris, la candidata a la vicepresidenta es, por primera vez, una mujer, negra, de padre jamaicano y madre hindú. Además de ser más joven, tiene un perfil mucho más atractivo, por su defensa de los derechos de las mujeres, los niños y las minorías, siendo fiscal general de California. Aunque se la puede situar en el ala progresista del Partido Demócrata, los sectores más a la izquierda de ese partido y en general de Estados Unidos, tienen serias reticencias y dudas acerca de la solidez de sus ideas y critican sus ambigüedades y actitudes confusas en temas polémicos de la actual realidad norteamericana.

Escuchando los discursos de esas mujeres de la extrema derecha norteamericana, nos resultan muy familiares de lo que oímos en nuestro país, 40 años después, en las voces y escritos de Cayetana Álvarez de Toledo y algunas otras políticas del PP y de todas las de VOX

El Partido Demócrata con estos candidatos quiere ganar el apoyo del centro derecha, incluidos los sectores mas moderados y sensatos del Partido Republicano, por supuesto quiere atraer al centro izquierda y evitar el rechazo o la abstención de la izquierda y de las minorías más concienciadas, buscando arrinconar a Trump en la extrema derecha pura y dura.

No son fáciles los objetivos de la candidatura demócrata. El espectro sociopolítico que se sitúa fuera de la derecha republicana es muy complejo y diverso, nada homogéneo y hay que hacer muchos y difíciles equilibrios en los mensajes electorales para conseguir movilizar a la vez al potencial electorado moderado y progresista y por otra parte desmontar las acusaciones de Trump y los extremistas republicanos, que han llegado a acusar a la candidatura demócrata nada menos que de “socialista”.

Hay que aglutinar las diferentes corrientes ideológicas, los orígenes étnicos, la procedencia nacional de antiguos y nuevos flujos migratorios, las distintas opciones sexuales, las demandas de potentes movimientos sociales (feminismo, ecologismo, pacifismo y otros), las sensibilidades de las confesiones religiosas, las diferencias de clase social, de lugar de residencia…y con todas las posibles variables que el entrecruce de esos factores puede producir.

Ilusionar o al menos llevar a votar sin generar contradicciones o tensiones entre unos colectivos y otros, es la magna tarea de Biden y Harris, y las cosas no están muy claras. Ya conocemos, también por experiencia en España, que el electorado progresista solemos pecar de exquisito y puntilloso, con tendencias a la abstención o a la dispersión del voto cuando no estamos plenamente de acuerdo con lo que nos proponen.

De todo esto y mucho más, trata una formidable serie de televisión que en meses pasados ha llegado a nuestras pantallas y que lamentablemente no ha tenido el éxito y repercusión que su calidad e interés tiene. Me refiero a la miniserie MRS AMERICA.

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Situada en los primeros años de la década de los años 70 en Estados Unidos, a través de nueve capítulos, va describiendo el complejísimo mundo de las luchas de las mujeres progresistas por los derechos sociales, políticos y sexuales y la ofensiva de las mujeres conservadoras y sobre todo ultraconservadoras para impedirlos o desdibujarlos en lo posible.

La serie muestra con un gran rigor la diversidad del feminismo progresista, las contradicciones étnicas y de clase, reflejando la diversidad de intereses entre las feministas negras y las feministas blancas, las feministas de la elite cultural y las feministas obreras o sindicalistas, entre judías, protestantes, católicas y no creyentes, las de las ciudades del Este y las de la América Profunda. Retrata sin tapujos las frustraciones de las feministas negras con las sucesivas manipulaciones y engaños de los dirigentes blancos demócratas. El último capítulo se titula precisamente “Reagan”, la consecuencia inevitable de las contradicciones y miedos del aparato dominante del Partido Demócrata, que desembocaron en un desastre electoral y en largos años de dominio del neoliberalismo republicano.

Y, por otra parte, la serie describe las tensiones y conflictos en las organizaciones de mujeres de la derecha y extrema derecha. La presencia necesaria, pero molesta, del Ku Klux Klan y de otros grupos extremistas, la utilización oportunista de los sentimientos religiosos ligados a la maternidad, la defensa de la virginidad o la permanencia de la mujer en casa cuidando en exclusiva de la familia o el despreciable trato sexual de sus maridos y desde luego la frustración de algunas de sus líderes, que tras lograr movilizar organizaciones de mujeres a favor de los candidatos del partido republicano, se ven luego marginadas y ninguneadas por esos políticos a los que han ayudado a triunfar.

Escuchando los discursos de esas mujeres de la extrema derecha norteamericana, nos resultan muy familiares de lo que oímos en nuestro país, 40 años después, en las voces y escritos de Cayetana Álvarez de Toledo y algunas otras políticas del PP y de todas las de VOX.

Si la serie es formidable, buena parte de ese logro es la impresionante interpretación de Cate Blanchett, dando vida a una mujer en las antípodas absolutas de las posiciones que esta gran actriz ha tenido y tiene. Aunque Cate esta desbordante, el resto de las intérpretes hacen también un trabajo excelente.

La única objeción, si se puede decir así, es lo difícil que para el público no estadounidense puede generar la intensidad y celeridad de los hechos políticos que se van sucediendo. Personajes y situaciones que solo quienes han vivido y conocido aquellos años pueden entender bien y no digamos para el público joven de nuestro país. Yo tuve la oportunidad y el interés por seguir aquella época crucial en la historia de Norteamérica y casi todos los políticos que aparecen, así como los conflictos y acontecimientos políticos y sociales, me resultan, en mayor o menor medida, conocidos, pero a mucha gente no les resultara fácil entender todo lo que se está contando.

Aun y así, la serie es fascinante y muy recomendable y sin duda ayuda a comprender la compleja realidad de la sociedad norteamericana, que en los próximos días va a tomar una decisión que desde luego nos va a concernir, para bien o para mal. Esperemos que para bien.

Mrs. América y el voto en las elecciones en Estados Unidos