viernes. 29.03.2024
Prince_Harry_and_Meghan_Markle
Foto: Wikipedia

Pues sin haber visto la boda, ni visto un capítulo de sus series ni saber cómo se llama su retoño, hoy y esta semana en Reino Unido desde mi punto de vista, el centro de atención ha recaído en Meghan Markle.

Ciudadana norteamericana, actriz, casada con un príncipe europeo, y negra. Para los cuñados y cuñadas británicas el color de piel era la pega menor, y les encantó investigar todo lo posible para encontrar fallos, deslices, y pegas a alguien que llega de nuevas y no cumple los estándares que nos ponen encima de la mesa. En 2021 seguimos con estas.

¿Es la conveniencia o no de esta señora a la monarquía el tema? ¿O es quizás poner el dedo en la llaga en la cuestión de aquellos que regalan carnets que permitan subir de escala social, poder ejercer que puesto según sea tu proveniencia, o estudiar una u otra carrera siempre que no te salgas demasiado de la norma social que algunos imponen?

La semana ha estado llena de drama, y un aspecto tragicómico de la escena que vivíamos, era el hecho de que la televisión norteamericana a través de una de sus presentadoras de mayor audiencia entrevistara a dos exmiembros de la familia real y destapara el racismo, clasismo, y demás problemas que, sin ser sorpresa, siguen vivos en la monarquía y sociedad británica.

No solo se explicaron comentarios racistas, sino una persecución de los medios que al final no hacen más que ofrecer carnaza a un público que busca carnaza, y que curiosamente donde mejor funciona es en esos mismos medios con lectores que cual hooligans de futbol, sacan la bufanda para celebrar cada vez que Priti Patel, o Nigel Farage menosprecian a la inmigración, o cuando escalaba la hostilidad en las negociaciones del Brexit.

La primera queja era aquel “¡pues no son racistas en EEUU como para dar lecciones!”, o quizás veían un intento de dejar por debajo al Imperio.

No hay análisis de si lo que se dice es verdad o no, ni asomo de ninguna disculpa, y por encima de todo se buscan justificaciones.

Hace demasiado poco se deportó a muchos ciudadanos caribeños (principalmente jamaicanos) en el clima de hostilidad hacia la emigración que fue impulsada por el voto afirmativo por el Brexit.

El caso del Windrush ya sacó los colores a Reino Unido, aunque miraron a otro lado y lo barrieron debajo de la alfombra rápidamente, pero este capítulo que sucedió en 2018 explica con creces la hipocresía de todos los que nos dicen lo de “no soy racista pero…”.

En 1948 y hasta 1971 ante la falta de mano de obra masculina por las pérdidas humanas de la II Guerra Mundial llegaron casi medio millón de trabajadores a suelo británico. Y digo trabajadores por que eso es lo que demandaban las empresas, pero no necesariamente una sociedad que los trato con desprecio y este desprecio ha vuelto a la palestra en los últimos años, pero esta vez ampliado a todos los emigrantes.

La conocida política de ambiente hostil de 2012 trataba de hacer los más difícil posible el quedarse a aquellos que no tuvieran un “derecho a quedarse”, esperando que “voluntariamente” se fueran, y con objetivos claros en números de ciudadanos a expulsar (12,800 entre 2017 y 2018), y se les fue la mano…

Se expulsó a ciudadanos que llevaban décadas en el país, con hijos y nietos como prueba de la longevidad de su estancia y de su aportación al crecimiento económico del país.

Sylvester Marshall tras 44 años de pagar impuestos en Reino Unido, al ir a renovar el carnet de conducir, se le explicó que era un inmigrante ilegal, y se le retrasó el tratamiento de cáncer al no poder usar el sistema sanitario.

Unos 50,000 de los 500,000 trabajadores que llegaron a trabajar nunca solicitaron un pasaporte y fueron presa fácil para un sistema xenófobo y que quería dejar claro que los inmigrantes (no todos, si eres ruso y traes millones de rublos, eres bienvenido) no pueden venir a un Reino Unido más hostil, o quizás igual de hostil, pero con la careta quitada.

La señora Markle difícilmente pase a ser ciudadana británica en su vida, ya que debería vivir un mínimo de 3 años en el país, y no creo que le queden ninguna gana de volver para conseguir la ciudadanía del país, pero tampoco lo necesitará nunca.

¿Y a uno de Valladolid como le afecta esto dirán?

Pues a los ciudadanos españoles en Reino Unido que se han registrado como la Sra. Patel ha demandado, en principio no nos pasará nada, por ahora, ya que a cualquier cambio hacia un populismo más radical (¿más todavía?), con tocar la legislación secundaria en la que se basan nuestros derechos, nos quedaríamos tan “ilegales” como nuestros amigos jamaicanos.

Y los que no se hayan registrado aun en el “Settled Status” (o “Pre Settled Status) traducido como estatus de asentado, tras probar mas de 5 años de residencia continuada en Reino Unido (o dos para el “Pre Settled”) a partir del 1 de julio estarán alegrando el día a nuestra Secretaria de Estado de Interior, Priti, y les pondrá en aviones destino su país de procedencia. Veremos si los funcionarios de su majestad se dan prisa para confirmar a los que lo solicitaron en los últimos 4 meses, ya que hay gente esperando tras tramitar su solicitud en diciembre de 2020.

A Megan algunos energúmenos la calificaron, y catalogaron como no digna para casarse con uno de sus príncipes, ironías de la vida aquel de las fotos con uniforme nazi.

A miles de ciudadanos nacidos en Trinidad y Tobago, Jamaica, Barbados y otras islas caribeñas que trabajaron para levantar un Reino Unido, hundido tras la II Guerra Mundial, los echaron a un lado retirando sus derechos, sin consideración alguna.

Espero que no se repita el escandalo del Windrush con los europeos, y espero que nadie de pie a una deportación por falta de un trámite que lleva cinco minutos.

Megan Markle, el escándalo del Windrush, y los europeos tras el Brexit