miércoles. 24.04.2024

@jgonzalezok / Diez días después de desatarse el escándalo por la vacunación de un número aún indeterminado de amigos del gobierno y militantes, numerosas manifestaciones de protesta contra el gobierno se desarrollaron este sábado en Argentina. Fue la décima movilización contra el gobierno de Alberto Fernández en poco más de un año en el poder. El epicentro de la protesta estuvo en Buenos Aires, aunque hubo también manifestaciones en las principales ciudades del país.

Las movilizaciones, bautizadas como “banderazos”, no parecen haber sido tan masivas como esperaban los convocantes. Pero, como dice el periodista de La Nación Martín Rodríguez Yebra, “la profundidad del reclamo no entra en la foto de las plazas agitadas. El enojo toca también a los que se quedaron en casa. Incluso a tantísimos que votaron al oficialismo y descubren que nadie los llamó para premiarlos con la inyección salvadora”.

En la capital, los manifestantes confluyeron en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada. Este suele ser el escenario de las manifestaciones del peronismo, mientras que la oposición siempre prefirió el obelisco, también en el centro de la capital. Pero también hubo una concentración frente a la residencia presidencial de Olivos, en el conurbano, donde grupos oficialistas hicieron una contramanifestación, produciéndose escenas de tensión y conatos de agresiones.

Tanto el presidente como el jefe de gabinete hicieron hincapié en un detalle de evidente mal gusto en la concentración en la Plaza de Mayo. La exhibición de bolsas mortuorias con los nombres de algunos de los vacunados de privilegio, frente a las rejas de la Casa Rosada. La iniciativa fue de dos grupos prácticamente desconocidos, “Unión Republicana” y “Jóvenes Republicanos”.

La protesta nació en las redes sociales, aunque la oposición se adhirió a la misma y varios dirigentes se hicieron presentes. Entre ellos el senador Martín Lousteau, que declaró: “Vinimos a apoyar este reclamo genuino que nació de la sociedad, porque seguimos esperando que pidan perdón los que se vacunaron y no les correspondía. Deben abrirse y ser públicos los registros de todos los vacunados en todas las provincias”. Otro dirigente opositor, Mario Negri, que participó en la manifestación de la ciudad de Mar del Plata, señaló: “Las vacunas de privilegio desnudaron la cara más cruel de la Argentina que no queremos más”.

La protesta ha puesto al gobierno a la defensiva. En estos días están por conocerse los primeros sondeos que indiquen cómo afectó el escándalo a la imagen del gobierno, pero se descarta que demostrarán que el malestar social es muy grande. Y no hay duda de que se trata de la mayor crisis política que enfrenta Alberto Fernández, que tiene que hacer frente al mismo tiempo a la pandemia y al derrumbe económico y social correspondiente. Argentina tuvo el peor comportamiento económico de los integrantes del G-20: su caída fue tres veces mayor a la del conjunto de países que integran dicho grupo, con una inflación prevista para el próximo año del 50 % -cuando la inflación desapareció como problema en casi todo el mundo- , una pauperización que alcanza a la mitad de la población, y un PBI por habitante igual al que tenía en 1974.

El daño político de este escándalo tiene que ver también con lo simbólico. Durante el primer peronismo había un eslogan que decía que los únicos privilegiados eran los niños. Claro que, al mismo tiempo, el supremo líder dejó dicho que “a los enemigos, ni justicia”. Pero el episodio de las vacunas puso de manifiesto que el peronismo actuó como una oligarquía privilegiada. “La impunidad de la nomenklatura populista”, tituló recientemente una columna de opinión el periodista y escritor Jorge Fernández Díaz. Muy lejos de lo que se espera de un movimiento que se declara “nacional y popular”, y que popularizó la consigna de “La Patria es el otro”, inspirada en un poema de Borges.

El gobierno de Alberto Fernández había respondido positiva y rápidamente al escándalo, cuando se conoció el primer caso, obligando al ministro de Salud, Ginés González García, a presentar su renuncia y manifestando estar asqueado por los privilegios. Creyó que con ese solo gesto podría acabar con el escándalo. Pero el tiempo demostró que no era así y dos días después perdió el rumbo: primero reivindicó la labor de su ya ex ministro en la lucha contra el coronavirus -insostenible dados los pobres resultados-, y empezó a desparramar acusaciones contra la prensa, la oposición y la justicia. Y trató de justificar los privilegios con el argumento de que eran “personal estratégico”, una categoría suficientemente imprecisa para poder incluir a los amigos. En el protocolo que había establecido el propio gobierno a fines de diciembre, este personal figuraba en séptimo lugar y el propio argumento se cae cuando fueron vacunados familiares de muchos de los beneficiados, incluyendo esposa e hijos.

Desde México, Alberto Fernández calificó de “payasada” el escándalo, pidiendo implícitamente a la Justicia que no investigue, estando a un paso de hablar de nuevo de lawfare, o utilización de la Justicia para perseguir a gobiernos populares: “Terminemos con la payasada, yo les pido a los fiscales y a los jueces que hagan lo que deben (…) No hay ningún tipo penal en la Argentina que diga será castigado el que vacune a otro que se adelantó en la fila. No existe este delito y no se pueden construir delitos”. Un razonamiento sorprendente para un profesor de Teoría del Delito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Sus propios alumnos lo han invitado para debatir la cuestión, apuntando que “mentir así no resulta digno de un profesor, mucho menos de un presidente”. Dirigentes del espacio estudiantil Franja Morada, el brazo universitario de la Unión Cívica Radical, le entregaron una carta en la que afirman que cualquier estudiante de primero de facultad le podría dar algunas pistas para encuadrar los hechos como delito: abuso de autoridad, incumplimiento de los deberes de funcionario público, tráfico de influencias o malversación de fondos públicos.

En su habitual conflicto con los medios, el presidente destacó la suerte que tuvieron los próceres del siglo XIX que no tenían que lidiar con los medios de comunicación y los periodistas: “Cuando siento que los diarios, la televisión y las redes generan debates que por momentos nos obligan a desatender lo importante, pienso que aquellos enormes hombres de 1800 no tenían que enfrentar esa adversidad que es luchar contra la prédica malintencionada”.

Hasta ahora el gobierno solo admitió una lista de 70 vacunados de privilegio, pero podrían ser más de 10.000, ya que el esquema se fue repitiendo en todo el país. Una doctora del Hospital Posadas relató cómo antes que el propio personal de dicho centro fuera completamente vacunado, llegaron varias combis (camionetas) y se aplicaron 80 vacunas a jóvenes que venían recomendados del ministerio de Salud. Eso sucedió en un solo día, pero se desconoce si se repitió. Existen también imágenes en municipios de diferentes puntos de la Argentina con jóvenes recibiendo la vacuna y haciendo el gesto de la victoria, característico de los militantes peronistas. Mientras, solo el 1 % de la población ha logrado recibir la primera dosis de la vacuna. Ni siquiera pudo vacunarse aún a todo el personal sanitario, que figuraba en primer lugar en el orden de prioridades establecido por el gobierno.  

El oficialismo convocó para el lunes otra manifestación de apoyo al gobierno, coincidiendo con el tradicional discurso de los presidentes del 1º de marzo ante la Asamblea Legislativa, inaugurando el año parlamentario. El presidente, sin embargo, pidió que se siga su mensaje desde casa, por televisión, con el argumento de protegerse de la pandemia. “Nosotros cuidemos al prójimo, aunque otros no lo hagan”, dijo este mismo sábado. Queda por ver si las distintas organizaciones kirchneristas le hacen caso y reprimen las ganas de contestar las manifestaciones del sábado. En todos estos meses, tanto el gobierno como la oposición celebraron distintas manifestaciones, que sirvieron para intercambiar  reproches. La última y más polémica fue la movilización que se produjo con motivo del velatorio de Maradona en la Casa Rosada, cuando miles de personas se aglomeraron sin ningún tipo de medida de protección.

Manifestaciones en protesta por las vacunas para los amigos del poder