jueves. 28.03.2024

Joe Biden ha derrotado a Trump en un asalto electoral que, lo crean o no, aún no ha terminado. Quedan semanas de tweets incendiarios y procedimientos judiciales, pero el combate está ganado. El que fue mano derecha de Barack Obama se ha convertido en el presidente electo número 46 de la nación estadounidense. Además de ocupar el despacho oval, el demócrata se pondrá el 20 de enero al frente de la nación más influyente e importante del panorama geopolítico actual.

Que, por cierto y barriendo hacia casa, se encuentra en los primeros puestos en la lista de importaciones españolas, lo cual tiene consecuencias notables en materia de aranceles, comercio internacional y política económica. Es decir y resumiendo, en el bolsillo español. Tras conocer el resultado de las elecciones, es necesario analizar qué país se encontrará Biden cuando tome posesión, pues no es el mismo de siempre. El Estados Unidos del envidiado sueño americano, de la intocable industria cinematográfica de Hollywood o de la unidad nacional tras el 11-S ya no existe. Después de incontables escándalos de abusos sexuales y corruptelas en las grandes corporaciones norteamericanas, una rabia incontrolable ante la violencia racial en las calles y una evidente fragilidad democrática, el Tío Sam parece haberse ido de vacaciones.  

Estos problemas se han visto evidentemente subrayados en la última legislatura. Después de cuatro años bajo el mando de Donald Trump, los estadounidenses se enfrentan a un camino tanto empinado como espinoso. El país se encuentra asolado por una pandemia sin correa, un paisaje social marcado por el clasismo y el racismo, además de dos nuevos ingredientes que hacen que la receta que tenga que cocinar el nuevo presidente sea especialmente ardua: un sistema de conteo de votos ineficaz y un pueblo totalmente polarizado.  

Este último mes hemos podido presenciar un auténtico ridículo internacional. Por un lado, Estados Unidos pidiendo que se cuente hasta el último voto, mientras se enorgullece de una democracia que ya ha demostrado ser un fantasma del pasado. Por el otro, el resto del mundo, expectante ante un escrutinio que parecía sacado de una película mala de domingo por la tarde. El recuento ha sido lento y anticuado, totalmente desligado de un territorio tan poblado, un número tan grande de estados y un porcentaje tan alto de participación electoral. Por no hablar de las absurdas intentonas que aún está protagonizando Trump de desacreditar el cómputo de votos. La rabieta del que no sabe perder, ya saben.  

Por otro lado, el mapa de resultados electorales que (muy) poco a poco se ha perfilado no da lugar a dudas: prácticamente la mitad de la población apoya al expresidente y la otra mitad a Joe Biden (o más bien, a cualquiera que no sea Trump). Ha sido una inesperada y numérica diferencia entre ambos lo que ha proporcionado la presidencia al demócrata. Así, se puede entreleer una realidad desconcertante: dentro del ideario político de un estadounidense, no existe ningún tipo de espectro ideológico. Especialmente en estos últimos años. La política norteamericana se resume en estar con o contra Trump, y no hay más vuelta de tuerca. Estados Unidos ha mostrado en estas elecciones una sociedad dividida en un bipartidismo azul y rojo (vaya, por un momento he tenido un déjà vu).  

Este mapa muestra una radicalización que va in crescendo en la que solo tiene cabida la ultraderecha carca de Trump y la derecha progresista -que sigue siendo derecha- de Biden. Yo lo veo claro: un país que nunca ha conocido la izquierda (aunque haya probado un progresismo edulcorado con Obama) necesita una urgente inversión en salud pública y reconstrucción social, además de firmes medidas contra el avance del virus. Tanto el del covid-19 como el del racismo.  

Con este escenario al otro lado del Atlántico y en un contexto de pandemia mundial, Estados Unidos tiene numerosos retos por delante y el mandato de Joe Biden parece un nuevo capítulo en la historia. ¿Cuáles serán las políticas económicas para sacar al país de una recesión económica inminente? ¿Volverá la nación norteamericana al Acuerdo de París, tomando una postura rotunda y valiente ante la amenaza del cambio climático? ¿Qué será de los procesamientos judiciales por agresiones y asesinatos discriminatorios hacia la comunidad negra? ¿Estados Unidos podrá, finalmente, probar en profundidad el sabor del Medicare? ¿Cuál será la postura del país respecto al Brexit inglés, que encontró un fuerte apoyo en Trump? Las respuestas las conoceremos a partir de enero, con la toma de posesión e inicio del nuevo periodo presidencial. Mientras tanto, podemos hacernos otra pregunta: Joe, ¿sabes dónde te has metido?

Joe ¿sabes dónde te has metido?