jueves. 18.04.2024
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Jair Bolsonaro, bautizado por el pastor Everaldo en el río Jordán.

Hasta la segunda mitad de la década de los ‘80, la derecha religiosa de los Estados Unidos era considerada una minoría de fanáticos. Sin embargo a partir 1988, con la irrupción en la escena política de Pat Robertson, comenzó un aluvión de “mensajeros divinos” que supieron ganar espacios en las democracias americanas. 

Pat Robertson es un telepredicador que envía su mensaje a todo Estados Unidos y a 180 países en más de 70 idiomas. Patrocinado por el Partido Republicano compitió por la presidencia de su país, aunque se retiró antes de que su amigo personal, George Bush (padre), resultara ganador de las primarias. "Dios me ha enviado aquí para comprar tu emisora", dijo Robertson cuando adquirió por 37 mil dólares una televisión local de Virginia a la que rebautizó "Christian Brodcasting Network" (CBN). Según el propio Robertson, el objetivo único de CBN es "Alabar a Dios Todopoderoso". Paralelamente Robertson fundó la poderosa Coalición Cristiana, una influyente red de predicadores que ganaron espacio en la política como consejeros y asesores.

Jair Bolsonaro, Sebastián Piñera, Lenin Moreno, Iván Duque, Mauricio Macri y la autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, han gozado del respaldo de las iglesias evangelistas que jugaron a su favor durante sus campañas

La influencia de Robertson y de sus medios de comunicación se hizo visible por primera vez durante la elección presidencial en la que George Bush hijo obtuvo la victoria. El 40 por ciento de los votos procedieron de las fuerzas extremistas evangelistas que estaban bajo su liderazgo. En su campaña por Bush, Robertson había insistido en los temas de corte moral sobre los cuales los evangélicos conservadores llevaban años insistiendo, como la obligatoriedad de las oraciones en las escuelas y la concientización anti-aborto. George W. Bush ganó la Casa Blanca sólo con el apoyo de los evangélicos. “Creo que Dios quiere que yo sea presidente”, afirmó el texano durante su investidura.

A partir de ese momento la imagen de Robertson creció. Y su mensaje fue expandiéndose hasta lograr convertirlo en el dueño de un imperio valorado en 200 millones de dólares repartidos por Asia, Oriente Medio, África y Latinoamérica. Además de la televisión y las emisoras de radio, Robertson posee una universidad, una compañía aérea; incluso una productora de cine en Hollywood. Con semejante poder, el fundador de la Coalición Cristiana no dudó en publicar sus opiniones respecto de los males que aquejan a Occidente. El 11 de septiembre de 2001, tras los ataques a las Torres Gemelas, Robertson aseguró que aquello "fue un castigo divino, porque esta ciudad esté llena de paganos, abortistas, feministas, gays, lesbianas y organizaciones liberales de toda índole".

El imperio de Robertson continuó esparciéndose y tendiendo lazos en América Latina. En 2005, durante su programa “The 700 club”, en la cadena CBN, el predicador y ex candidato a presidente de los Estados Unidos aseguró que su país debía “asesinar a Hugo Chávez”. “Tenemos la capacidad de eliminarlo y creo que ha llegado el momento de ejercer esa capacidad”, dijo de cara a la cámara.  

La influencia de Robertson es tan poderosa que se ha convertido en el nuevo actor de la vida política latinoamericana. Los grupos evangélicos se han propagado rápidamente ganándole terreno al monopolio que le pertenecía desde hace siglos al catolicismo. Su poder crece y logra instalar en la agenda periodística y en la opinión pública un discurso conservador y anti-derechos.

El informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), titulado “Iglesias evangélicas y el poder conservador en Latinoamérica”, indica que “el evangelismo explota políticamente su gran despliegue mediático gracias a sus propias emisoras, canales de televisión y redes sociales, que dejan en desventaja a los demás candidatos del sistema político”. Estos medios están caracterizados por una enorme capacidad económica y son “fervientes defensores del neoliberalismo y la sociedad de consumo”.

ÁÑEZJair Bolsonaro, Sebastián Piñera, Lenin Moreno, Iván Duque, Mauricio Macri y la autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, han gozado del respaldo de las iglesias evangelistas que jugaron a su favor durante sus campañas, o, en el caso de Áñez, de su golpe de Estado. La participación de las iglesias evangélicas en la política latinoamericana alimentó a la ultraderecha para impulsar su agenda conservadora mediante candidatos propios o entregando el apoyo a quienes promueven sus principios.

Según el filósofo y teólogo Enrique Dussel,  “Estados Unidos propicia una guerra santa para provocar derrocamientos en América Latina”.

Los intentos de desestabilizar a los gobiernos progresistas de la región mediante campañas mediáticas, lawfare, fake news, golpes blandos a través de los que consiguieron desgastar e incluso encarcelar a los líderes populares, son algunos  ejemplos detrás de los cuales la cruzada evangélica en la región tuvo su peso.  “Nuestra fuerza es de Dios, el poder es de Dios”, dijo la presidenta de facto de Bolivia, Janine Áñez, enarbolando una biblia; en la que tal vez sea la imagen más representativa de la guerra santa declarada en Latinoamérica. 

La ‘guerra santa’: Iglesias evangélicas y el poder conservador en Latinoamérica