viernes. 29.03.2024
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Foto: Consejo Europeo

A sólo unos días de constituirse el Parlamento Europeo salido de las elecciones del 26 de mayo, queda aún por cerrar el pacto entre los Jefes de Estado o de Gobierno sobre las personas que pilotarán la navegación de la Unión para los próximos años. Al otro lado del Canal de la Mancha, los conservadores británicos se disponen a culminar el largo proceso de selección de su líder para consumar el Brexit. Y en otros países del continente se afrontan citas electorales en otoño, generales o regionales y se dibujan escenarios de creciente inestabilidad.

En la UE, el pulso entre las principales fuerzas políticas se confunde con los intereses nacionales y la debilidad de los principales dirigentes. Por no hablar de la evidente falta de sintonía entre los dos líderes principales: la canciller alemana y el presidente francés. Merkel está en su recta final como líder otrora indiscutible de Europa y Macron no termina de cuajar como alternativa de futuro en esa continuidad del llamado consenso centrista. Ambos se han enzarzado en una disputa sobre el próximo presidente de la Comisión (1).

El spitzenkandidat (cabeza de cartel) merkeliano es Manfred Weber, político bávaro conservador, con nula experiencia de gestión, al que sólo apoyan sus correligionarios (y sin demasiado entusiasmo). Macron, autoproclamado estandarte de un liberalismo progresista, fracasó en su intento de convertir a su antigua ministra para Europa, Nathalie Loiseau, en jefa de la bancada liberal. Tampoco parece que tenga mejor suerte con la candidatura de la danesa Vestrager, actual comisaria de la competencia, para encabezar la Comisión (2).

El desencuentro Merkel-Macron viene de lejos. Ambos se reclaman de un centrismo pragmático más que ideológico. Pero Macron no disimula unas ambiciones europeas que a la dirigente alemana le resultan incómodas

El desencuentro Merkel-Macron viene de lejos. Ambos se reclaman de un centrismo pragmático más que ideológico. Pero Macron no disimula unas ambiciones europeas que a la dirigente alemana le resultan incómodas. En su partido, la CDU-CSU, ya dividido por el asunto de la inmigración, aún gustan menos las pretensiones de Macron, de quien desconfían por considerar que pretende imponer una agenda demasiado personal. Merkel logró que su protegida, Kramp-Karrembauer, ocupara el liderazgo del Partido, pero nadie apuesta sobre la solidez de su liderazgo una vez que la Mutti (la Mamá) deje definitivamente el gobierno y su legado se extinga, quizás con más rapidez de lo esperado hace sólo unos poco años (3).

Macron ha sondeado un posible entendimiento con los socialistas, segunda fuerza política del PE, pero éstos insisten en su candidato, el neerlandés Timmermans. El Presidente francés, no obstante, parece haber visto en Pedro Sánchez un aliado preferente en esta Europa vacilante. El dirigente socialista español puede sacar una renta importante de este entendimiento generacional transpirenaico: que Macron inste a Ciudadanos a no bloquear su investidura como jefe del gobierno en España. Al fin y al cabo, el líder francés presenta como santo y seña de su política el rechazo frontal a pactar con la ultraderecha. Pero Rivera se resiste a complacer a Macron, después de haber sido puesto en evidencia por Valls, el exjefe del gobierno francés. Ambos se sentaron juntos en la misma mesa del Consejo de Ministros bajo Hollande y compartieron ciertas posiciones moderadas en el socialismo francés y sus aliados. Luego terminaron distanciados. Valls no se embarcó en el movimiento En Marche y prefirió buscar su futuro político en Cataluña, con los resultados conocidos.

sanchez macron

Sánchez y Macron en el Palacio del Elíseo. (Foto: Fernando Calvo. La Moncloa)

La debilidad socialdemócrata, tras una cadena desastrosa de fracasos electorales, parece ahora en revisión, con los éxitos meridionales y el esperanzador pero modesto resultado reciente en Dinamarca (4). Aún es pronto para hablar de cambio de tendencia. Tampoco los liberales pueden hacer alardes. Con un centenar y poco más de eurodiputados, se han quedado muy lejos de lo que Macron esperaba. Ni siquiera el auge de los verdes resulta suficiente para componer otra mayoría. Es un pacto a varias bandas, con el nacional-populismo fragmentado pero en auge. La presidencia de la Comisión sólo es el primer puesto importante a cubrir. Hay que acordar también el Presidente del Consejo, el patrón del Banco Central Europeo y otros cargos igualmente notables.

La presidencia de la Comisión sólo es el primer puesto importante a cubrir. Hay que acordar también el Presidente del Consejo, el patrón del Banco Central Europeo y otros cargos igualmente notables

Mientras en el club se ventilan asuntos y rencillas confesables e inconfesables, pero todas de difícil digestión, al otro lado del mar se acentúa el olor a descomposición. La carne podrida del Brexit se ha metido en el congelador hasta el 31 de octubre, pero el interlocutor ni siquiera es la indecisa y escurridiza May. No hay nadie al aparato. La riña interna de los tories ha llegado a su punto culminante. Ya es sólo un combate a dos. En una esquina, Jeremy Hunt, actual Secretario del Foreign Office (Exteriores), partidario de un Brexit blando y acordado, pero figura gris, algunas sombras en sus ámbitos de gestión anteriores y atractivo pálido entre las bases. Al otro lado, el favorito, popular y populista y, por ende, el que menos simpatía despierta entre sus socios europeos: el bombástico exalcalde de Londres, Boris Johnson (en la imagen).

Boris_JohnsonBoris es lo más parecido a Trump que pueda encontrarse no sólo en el Reino Unido, sino en Europa entera. Tiene un gusto insano por el escándalo y la provocación. Su biografía es una oda permanente y exhibicionista a la incorrección. Sobre Boris han llovido todo tipo de epítetos y todos los ha encajado, se diría que hasta con gusto. Una burbuja que no tardará en estallarle a los tories, según el siempre ácido THE ECONOMIST (5). Si no les ha estallado ya...

Este fin de semana, en pleno arranque de la recta final, una trifulca en su domicilio añadió un renglón más en su ruidosa biografía. Boris se enzarzó en una pelea con su pareja, una antigua jefa de prensa de los conservadores, con tal despliegue de gritos y ruidos que un vecino temió que la cosa acabara más que mal y avisó a la policía. Las cosas no se salieron finalmente de madre, pero el peculiar candidato ha quedado expuesto (6). Algunos creen que a sus fieles poco les importa estas truculencias privadas. Después de todo, Boris demuestra ser un tipo normal, que riñe con su mujer, como todo quisqui, y no es un hipócrita estirado.

Puede ser. En la deriva populista que vivimos, Boris es a los tories lo que Trump es al Great Old Party o Partido Republicano. Un tipo capaz de romper lo que haya que romper, caiga quien caiga. Johnson promete un Brexit por las buenas o por las malas: es decir, con acuerdo o sin acuerdo (do or die). Y, como corolario, una edición corregida y aumentada de la relación especial con los primos del otro lado del Atlántico. Una especie de ungüento para conjurar todos los oscuros presagios de la ruptura con la matrona europea (7).

Europa parece apuntarse a este tipo de liderazgo en el que la mesura o a cordura deja paso a la ruptura, e incluso a una cierta 'locura'

Europa también parece apuntarse a este tipo de liderazgo en el que la mesura o a cordura deja paso a la ruptura, e incluso a una cierta locura. El italiano Salvini, en alza, es otro ejemplo. Si este estilo rompedor ha cuajado en EEUU, ¿en dónde no? Bolsonaro, Modi, Erdogan (incluso en horas bajas), o incluso Xi Jinping o el propio Putin (más taimados) son los líderes de los grandes países emergentes. Ninguno arrastra complejos democráticos. Afirman su poder personal como garantía de la grandeza presente y futura de sus naciones.

La política se ha convertido en un gran plató de las vanidades, en una feria de transgresiones. Las élites tecno-burocráticas están desconcertadas. Se les ningunea o humilla. Los grandes poderes reales optan por una cierta pasividad: prefieren manipular o vigilar a distancia a figuras extravagantes, porque puede ser de utilidad su conexión con unas masas desconcertadas, indignadas y hartas, que reniegan de partidos, instituciones y reglas hasta hace poco respetadas con mayor o menor conformidad. Se extiende una falta de miedo al riesgo, a hacer equilibrios en la cornisa, a flirtear con el escándalo. El liderazgo es sinónimo de atrevimiento, de descaro. Los aferrados al manual de la corrección parecen condenados a un lento ostracismo, a una jubilación sin brillo. El mundo será de quienes tengan agallas.


NOTAS

(1) “Merkel and Macron at odds over new UE leader. DER SPIEGEL, 31 de mayo.
(2) “Le sommet censé désigner les postes-clés de l’UE tourne au jeu de massacre”. LE MONDE, 22 de junio; “EU leaders fail to agree who should lead the Union”. THE ECONOMIST, 21 de junio.
(3) “A dim view of the world will Merkel be followed by darkness? DER SPIEGEL, 28 de mayo.
(4) “Denmark’s youngest prime minister leads new leftist government”. THE GUARDIAN, 26 de junio.
(5) “The Boris bubble that threatens Britain’s conservatives”. THE ECONOMIST, 20 de junio.
(6) “Jeremy Hunt piles pressure on Boris Johnson to explain police visit”. THE GUARDIAN, 24 de junio.
(7) “The empty promise of Boris Johnson”. SAM KNIGHT. THE NEW YORKER, 13 de junio.

Europa: líderes con agallas