jueves. 28.03.2024
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La derecha sabe sacarle rédito político a las grandes tragedias. El miedo, impreso en los eslóganes e irradiado por los medios hegemónicos, es el recurso más efectivo para ese sector de la clase política que cree ver amenazada la democracia cuando esta no está regida por el modelo neoliberal. “Sí a la libertad, no al comunismo”, fue el latiguillo de campaña de la derecha española que consiguió el triunfo en Madrid. 

“La democracia está amenazada”, sostuvo Mauricio Macri ayer en la cumbre de la derecha continental que se desarrolla en Miami. “El populismo azota a mi país debilitando el sistema institucional, cercenando la libertad de expresión y atacando la independencia judicial”, sostuvo el ex presidente argentino, elevando la hipocresía al paroxismo; ya que fue precisamente durante su gobierno cuando se persiguió a periodistas y opositores, se los judicializó a través de causas inventadas, todas ellas orquestadas desde los medios de comunicación hegemónicos y la corporación judicial que Macri reunía –como ya está comprobado judicialmente- en la Casa Rosada y en la Quinta de Olivos. 

La impunidad de la que goza Mauricio Macri es la que le permite reaparecer en el plano de la política argentina (pero desde Miami), mientras que los voceros del poder real agitan el fantasma del comunismo desde los estudios de televisión reconvertidos en usinas de esa derecha que está dispuesta a todo en pos de regresar al poder.

La oposición juega un rol peligroso victimizándose y endilgando al gobierno de Alberto Fernández las argucias antidemocráticas que perpetró hasta perder las elecciones en octubre de 2019. Las restricciones tomadas por el gobierno nacional le sirven de argumento para confundir, para tergiversar y, de esta manera, gestar un descontento que se materializa en marchas anticuarentena, en gritos de “libertad”, y en la trillada idea de la reconversión de Argentina en Venezuela, otro de los latiguillos que aún cala en una facción de la sociedad que, abrumada por la infodemia, encuentra vía libre para expresar el odio que la corroe.

Deslegitimar al gobierno es la tarea en la que está inmersa la oposición. No acompaña, no hace política, no propone. Lo suyo es la “defensa de la República” que, según opinan desde sus propios medios de comunicación, está en peligro. “Hay que formatear el país de un modo más autoritario”, sostuvo el periodista Marcelo Longobardi en el aire de Radio Mitre hace una semana atrás; antes de expresar su preocupación por los niveles “estrafalarios de pobreza estructural“que, según aseguró, “hacen cortocircuito con una vida democrática plena”. Claro que Longobardi no especificó que esos niveles estrafalarios de pobreza se triplicaron durante los cuatro años en los que Mauricio Macri estuvo al frente del gobierno, aunque no dudó en señalar que “la democracia no es para cualquier país”.

La derecha argentina prepara el terreno para imponerse en las próximas elecciones. Y no lo hace mediante propuestas, sino a través del juego del desgaste,  de la agitación, de golpes blandos que el oficialismo de momento logra amortiguar. La derecha no concibe haber sido derrotada en las urnas y se aferra al poderío de sus medios que son las armas de la guerra que ha emprendido. Una guerra en la que todo vale; incluidas las incoherencias que desde Miami suelta, sin ruborizarse, Mauricio Macri.

La derecha en pie de guerra