jueves. 28.03.2024
crsitina fernandez

@jgonzalezok / Hace unos días le preguntaron al presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, sobre sus gustos en materia de series televisivas. Contestó que su favorita era Veep, con varios premios Emmy en su haber, encargándose él mismo de contar que era la historia de una vicepresidenta que se queda con la presidencia. No se sabe si fue una ironía, un acto fallido o una provocación.

Cuando Alberto Fernández fue elegido por la ex presidente Cristina Kirchner para encabezar la candidatura presidencial, con ella como segunda en la fórmula, a mediados de mayo de este año, inmediatamente se pensó que sería la ex mandataria la que ejercería el poder real. Lo insólito de que fuera el número 2 quien designara al número 1, alentaba esta interpretación. Alberto Fernández había sido jefe de Gabinete de Néstor Kirchner y también, brevemente, de Cristina, pero se fue del gobierno peleado con la presidente. Pasaron casi diez años de enemistad política hasta su reencuentro y reconciliación. Cristina se dio cuenta que mantenía un caudal de votos importante, pero no suficiente para aspirar a una nueva reelección. Y eligió a Alberto, con mucha trayectoria política, pero sin poder territorial propio y con escaso conocimiento del público en general.

Es así que comenzó una nueva sociedad política, con el temor de que se repita una situación ya conocida en el peronismo, aunque en los ya lejanos años 70: la que se resumió en el lema “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. La historia reciente, la vocación del poder hegemónico de la ex presidente y las necesidades derivadas de sus problemas con la Justicia, suman también a la hora de pensar en poder compartido, en un doble comando o en una subordinación del presidente electo.

El cargo de vicepresidenta lleva aparejado la titularidad del Senado y muchos de los nuevos senadores están íntimamente ligados a la ex mandataria

Desde el primer momento, Alberto Fernández viene repitiendo que el presidente será él. Pero los datos apuntan a una creciente influencia de la ex mandataria. Tuvo importante papel a la hora de la confección de las listas electorales y controlará directamente las dos cámaras del parlamento. El cargo de vicepresidente lleva aparejado la titularidad de la Cámara Alta. Muchos de los nuevos senadores están íntimamente ligados a la ex mandataria. Y ya se sabe que colocará a dos de las figuras históricas del kirchnerismo en puestos clave: Carlos Zannini, secretario administrativo de la cámara, y Oscar Parrilli, que sería designado presidente provisional y, por tanto, sería el tercero en la línea de sucesión presidencial.

La importancia de tener el control del Senado es doble. Por un lado, tendrá en sus manos la agenda de la cámara, impulsando o bloqueando leyes. Pero, lo más importante es que, de forma indirecta, pero decisiva, tendrá un control sobre la Justicia. Es en el Senado donde se aprueban los acuerdos sobre los nuevos jueces. El nuevo gobierno, además, tendrá mayoría para nombrar un nuevo Procurador General de la Nación, que actúa como jefe de los fiscales y que en el gobierno de Cristina Kirchner fue un apéndice del Ejecutivo. Con el panorama judicial de la ex presidente, adquiere particular relevancia el control de la Justicia. Cristina Kirchner tiene dos pedidos de prisión preventiva, que no se han hecho efectivos gracias a sus fueros como senadora, y está procesada en once causas, la mayoría por corrupción.

Los nuevos tiempos son siempre muy bien interpretados por los jueces argentinos, y de hecho desde las elecciones se ralentizaron todas las causas que involucraron a la ex mandataria y a ex funcionarios de su gobierno. Con el peronismo/kirchnerismo de nuevo en el poder, las previsibles presiones sobre jueces y fiscales ya se sienten. El propio presidente electo, Alberto Fernández, no se privó de hacer públicas sus opiniones, declarando inocente a la ex presidente.

La mano de la ex mandataria ya se había dejado sentir en la confección de las listas de candidatos

Pero el control de Cristina Kirchner también se extenderá a la cámara baja, al Congreso, donde su hijo Máximo comandará el bloque de diputados oficialistas. Con solo 42 años y ninguna preparación formal -tras acabar la escuela secundaria quiso estudiar periodismo, pero abandonó enseguida-, es la persona de confianza de su madre y en el entorno de la ex mandataria proliferan los elogios exagerados a su capacidad política.

Agustín Rossi, que fue durante estos cuatro años el jefe del bloque de los diputados peronistas, deberá dar un paso al costado y aceptar el cargo de ministro de Defensa, que ya ejerció en el pasado. “No tengo dudas de que Máximo va a ser un excelente presidente de bloque”, dijo, añadiendo que tenía “muchísima capacidad”. El presidente electo fue más allá, augurando que ojalá Máximo llegue en el futuro a presidente: “Es un chico maravilloso, criterioso, razonable y moderado, tiene que evolucionar más en política, pero por qué no podría llegar (a presidente)”.

La mano de la ex mandataria ya se había dejado sentir en la confección de las listas de candidatos. Su principal influencia fue en la provincia de Buenos Aires, principal bastión del peronismo, donde vive casi el 40 % de la población y, por tanto, el corazón del poder político en Argentina. Ahí Cristina Fernández logró imponer como candidato a gobernador a su ex ministro de Economía, Axel Kicillof, con quien Alberto Fernández no tenía buena relación. En la noche electoral del pasado 27 de octubre, Kicillof fue el primero que habló tras proclamarse la victoria y, con el presidente electo a su lado, Alberto Fernández, el nuevo gobernador habló solo de Cristina y mantuvo el trato de “presidenta”.

La influencia de Cristina Kirchner sobre la composición del gabinete se podrá confirmar, también, cuando se conozca su composición. Pero Fernández dijo que estaba casi definido, tras una reunión con Cristina, a la que asistió Máximo Kirchner. Vale subrayar, como señaló recientemente el columnista de Clarín, Eduardo Van der Koy, un dato significativo. Todas las reuniones que en los últimos meses tuvieron Alberto Fernández y Cristina Kirchner fueran en el Instituto Patria, sede del kirchnerismo, o en el domicilio particular de la ex mandataria. Ni una sola vez fue la supuesta subordinada la que se desplazó a las oficinas del presidente electo o su domicilio.

Ningún gobierno es igual a otro, y menos si hay cambios en sus protagonistas. Pero el peronismo, aún con sus vaivenes ideológicos mantiene unas constantes, que tienen que ver con su insaciable vocación de usufructuar el poder total. El profesor italiano Loris Zanatta, uno de los grandes especialistas en la política argentina, recordaba estos días que los peronistas “tienden a interpretar la victoria electoral como un mandato divino, como el éxodo de la esclavitud a la tierra prometida. Por eso, a menudo se olvidaron de que el Estado no es su patrimonio, el Poder Judicial no es su espada redentora, los medios de comunicación no son herramientas de su catequesis”. Son muchos los que esperan que esta vez no se repitan los viejos errores.

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